A la mañana siguiente de haber ingresado en el hospital, estas navidades, Rubén Pozo (Barcelona, 1975) se lo dijo claro a los doctores. “No me puedo quedar, tengo que dar dos conciertos”. Hay que aclarar que no eran dos conciertos cualquiera. Suponían el reencuentro en el escenario con su viejo socio, Leiva, con quien formó a finales de los años 90 Pereza, banda que está incrustada en el inconsciente colectivo como uno de los grandes hitos del rock patrio en las últimas décadas. Saltar al escenario, con el Wizink a rebosar, era la escenificación pública de que su amistad se había salvado tras la divergencias que dinamitaron Pereza. Y eso era muy importante para los dos. Pozo no podía faltar y no lo hizo, aun a riesgo de petar.
Dio dos conciertazos a pesar de las ‘hemorragias internas’. Con vergüenza torera compareció en el tendido capitalino y, hechas sendas faenas para regocijo de la afición, puso, por su propio pie, rumbo de nuevo a la enfermería. Buena parte de las navidades se las tenido que pasar en el hospital. En su rostro, de por sí curtido por las más de tres décadas de carretera y manta rockeras, se aprecia la palidez de la reciente convalecencia. Las ganas de tocar de nuevo, sin embargo, no han hecho sino agravarse en este tiempo.
El jueves 25 se desquitará del encierro forzoso. Tiene cita la sala El Sol, dentro del festival Inverfest. Lucirá una colección de fogonazos de toda su trayectoria, desde sus últimos cuatro discos en solitario hasta sus comienzos en Buenas Noches Rose, grupo que armó con colegas del instituto Villa (hoy Alameda de Osuna). En una de las aulas en que estudió, desde cuyas ventanas se avista el gimnasio donde dio algunos de sus primeros conciertos, hacemos las fotos.
La incursión es un viaje en el tiempo con el sello realista que le imprime el hecho de que el aspecto del centro no haya cambiado apenas desde que albergó al incipiente rockero. José Miguel, el director, que amablemente nos acoge, ironiza con este detalle revelador de la cicatería inversora en la educación de nuestros adolescentes.
Dejado atrás el instituto ("Esta siempre será tu casa, la de todos los que habéis estudiado aquí", le apunta José Miguel en la despedida), la conversación, mientras chispea, se desarrolla bajo el toldo de la terraza de uno de los pocos bares que hay en la zona. Dos tes con miel sobre la mesa liberan su vapor benéfico. Cuando se atisban los 50, más vale cuidarse. El rock, dejémonos de tópicos para mitómanos, también es esto, qué diablos.
Pregunta. Lo primero: ¿qué tal te encuentras, que nos diste un pequeño susto estas navidades cuando anunciaste que te tenían que ingresar?
Respuesta. Bien. Bueno, recuperándome. Tuve líquido en un pulmón, anemia y pillé el Covid, todo a la vez. Fui al centro de salud porque tenía 40 de fiebre y me mandaron al hospital. En este me dijeron que me quedara. Nunca había estado ingresado. En fin, otra raya para el tigre. Estuve dos semana y media pero ya me han mandado para casa, y ya está. De momento, todo bien.
P. Te llegaron a aconsejar que no dieras los conciertos con Leiva, ¿no?
R. Sí, di el primero pero ahora sé que ya estaba mal ahí. Me empezó a subir la fiebre. El 23 fui al centro de salud para que me dieran algo para que me bajara. En el hospital les dije que yo tenía que dar dos conciertos. Me decían que no debía hacer el esfuerzo. Pero decidí hacerlo bajo mi responsabilidad. Los hice y volví.
P. Era muy jodido renunciar a algo tan especial.
R. Sí. Pensé que si tenía que morir, estaría bien hacerlo encima de un escenario.
P. Con las botas puestas.
R. Con las botas puestas [Sonríe]. Hombre, si hubiera estado la hostia de mal, pues no lo habría hecho. Me encontraba fatal pero creía que podría hacerlos.
P. ¿Cómo fue estar ahí arriba de nuevo con tu viejo socio Leiva, codo con codo, como en los viejos tiempos? Se percibía mucha química.
R. Muy bonito. Fue liberador y una manera de hacer las paces con parte de mi pasado delante de muchísima gente. Me lo pasé muy bien.
P. Ha servido entonces para cicatrizar del todo alguna herida.
R. Nosotros tenemos relación, claro, lo que pasa es que no vamos publicándolo por ahí. Cada uno hace su vida y de vez en cuando nos juntamos para echarnos unas risas y ponernos al día.
P. ¿Que saliera tan bien abre opciones de que colaboraciones entre vosotros vuelvan a darse con más frecuencia?
R. No sé, no hay ningún plan al respecto. Es algo que surgió en el momento, y ya está. No había nada hablado antes, tampoco hay nada hablado para después.
P. ¿Cómo resumirías las razones que os llevaron a tomar caminos separados?
R. Bueno, diferencias musicales y yo creo con diez años un grupo ha dicho lo que tenía que decir. Como dijo Leiva cuando me presentó en los conciertos, creo que lo dejamos en el momento justo antes de encabronarnos el uno con el otro. Y dejamos también una historia bonita en el punto más alto.
"Leiva y yo dejamos Pereza en el momento justo antes de encabronarnos el uno con el otro"
P. Y salvando la amistad.
R. Eso es. Atisbábamos un lobo amenazante que se acercaba. Pero, viendo ahora historias de otras bandas, diez años es un periodo más o menos habitual, quizá un poco más de la media. Estuvo así más que bien.
P. Sacaste hace poco el single Catálogo, cuya letra consiste en encadenar los títulos de tus canciones. ¿Qué relación mantienes con la nostalgia?
R. Escuchar esa canción hace desfilar mi vida ante mis ojos. Viene a la mente el momento en que las escribí, cuando salieron, lo que me ha dado cada una. La nostalgia, bien. Yo vivo en el presente y miro palante. No me peleo con el pasado. Estoy en paz con él y con mi presente y quiero estarlo con mi futuro. Sigo sacando discos, canciones. Pasamos por la pintada de Pereza y me proponéis hacerme una foto. Al principio, no lo veo y puedo mosquearme un poco porque pienso que ya llevo cuatro discos en solitario, pero para qué me voy a pelear con mi pasado.
P. Pero es que lo uno no quita lo otro.
R. Así es. Siempre cuando dicen Rubén Pozo añaden lo de Pereza. Lo dicen los demás, yo no. Son momentos de mi vida, como los de Buenas Noches Rose, que miro con un cristal de gafas que me los muestran bonitos, instantes de juventud. No sé, en general, me quedo con lo bueno de cada cosa.
P. ¿Y cómo recuerdas al Rubén que estaba dentro de esa aula hace más de tres décadas?
R. Bien, bien. Yo fui un alumno que no destaqué en nada. Ni en las notas, que ni eran buenas ni malas. No era popular ni gamberro. Es verdad que me juntaba con los gamberros pero yo no lo era. Era un chaval de la media. Al entrar a la clase que no pisaba desde que tenía 15 años sí he sentido... ¡hostias, vaya viaje! Pero, bueno, ya está: un habitáculo, unas paredes, nada más...
"Fui un alumno que no destaqué en nada. Me juntaba con los gamberros pero yo no lo era"
P. ¿No tenías esa aura de popularidad en el instituto? Ya eran los comienzos de Buenas Noches Rose, que tuvo su tirón.
R. No sé, siempre he practicado el perfil bajo. Había otros del grupo que eran más populares que yo. Siempre me ha incomodado un poco lo de la popularidad. Prefiero ser el que mira, no al que miran. Por mi oficio, soy lo segundo, pero en mi vida personal intento que la profesional pase lo más desapercibida posible. Por eso ahora vamos al instituto y me pongo a sudar pensando en que van a abrir una clase y a los chavales les va a contar que yo estudié allí, que fui de Pereza… Me moriría con eso. No lo soporto. Yo quiero que me miren cuando estoy en el escenario pero cuando bajo me gusta ser el que mira.
P. De hecho, tú no querías cantar. Eso fue un accidente más bien.
R. Yo era guitarrista, sí. En Buenas Noches Rose ni siquiera era el compositor principal. Pero cuando se fue Jordi tras el segundo disco, surgió la necesidad. Nunca me lo había planteado lo de ponerme delante. Pero, de repente, se me da de puta madre, siento que tengo un don.
P. ¿De repente...? ¿Cuándo te diste cuenta que valías para eso?
R. En Pereza, pero ahí éramos dos, nos arropábamos. Ahora he hecho una gira yo solo a voz y guitarra y me he dado cuenta de que tengo algo cuando me subo ahí arriba. Si la gente se tira dos horas pendiente, sin tener yo canciones especialmente populares sino de artista de nicho, he descubierto no obstante que creo algo especial alrededor. Es que estoy intentando acabar en mi vida con la falsa modestia y reconocerme las cosas. No quiero ser un gilipollas chuleras pero tengo un don para el directo.
P. Estás haciendo caso a algunos de tus fans que te dicen que te lo tienes que creer más, ¿no?
R. Yo me lo creo que te cagas y creo que tengo canciones geniales.
P. Esto es como una rebelión contra ese perfil bajo que decías.
R. Sí, porque además ya se han muerto mis abuelas. No las tengo y me permito en este momento de mi vida, rozando los 50, regalarme alguna flor. Nunca lo he hecho y ya empieza a tocar.
P. En la Alameda hubo cierta movida musical en los 90. ¿Hasta qué punto tu vocación pudo estar marcada por eso?
R. No creo que aquí hay algo especial en el agua. Si me hubiera criado en Coslada, hubiera hecho lo mismo. Coslada u Hortaleza, o el barrio que quieras. Escuché una vez a Jaime Urrutia diciendo que a él Tierno no le ayudó nunca a comprarse una guitarra. Pues a mí la Alameda tampoco. He tenido una infancia y una adolescencia feliz aquí pero locales y gente que toca hay en todas partes. Eso de que en la Alameda hubo algo especial se empezó a decir después, pero no sé, no lo tengo tan claro. Creo que aquí pasaba lo que en cualquier barrio.
P. Aunque es cierto que en esa famosa vía del tren casi muerta que cruzaba el barrio siempre había muchos grupos de chavales con guitarras. Eso cuentan.
R. Eran un sitio en el que quedar que no fuera un bar y tener que beber obligatoriamente. Sí, siempre había alguno que llevaba algún litrillo pero lo importante es que podías ir con tu guitarra y ahí intercambiábamos conocimientos y gustos musicales, cómo sacaba uno acorde por aquí y otro por allá. Eso sí se lo concedo a la Alameda, este espacio tan propicio. Se estaba muy a gusto. La vía era nuestro banco en el parque.
P. Se te nota un poco saturado con la preponderancia en las costumbres sociales de la cultura del alcohol.
R. Ahora llevo sin beber sin fumar nada de nada tres semanas, igual aprovecho ya para quitarme. Espero no volver. Pero a mí me encanta tomarme unas cañas con los colegas y los porros me gustan sobre todo en soledad, tocando la guitarra. No voy a hacer apología del no beber, con los mocos que me he cogido… Pero está bien que los chavales tengan sitios donde juntarse al margen de los bares. Solo digo eso.
"Veníamos de grupos de rock con 'r' mayúscula pero fuimos sin miedo al pop, aunque nos miraran mal en la pandilla"
P. Tú en esa vía ibas un poco a contracorriente con los gustos musicales. Cuando todos tus colegas flipaban con Nirvana, tú (y Leiva) lo hacías con los Faces de Rod Stewart. ¿A qué se debía esto?
R. Los grupos de los que veníamos eran muy de rock con 'r' mayúscula y parecía que no te podías salir. Cuando empezamos a juntarnos Leiva, Tuli…, teníamos un afán más melódico, de hacer coros y de abrir el espectro. Íbamos sin miedo al pop, aunque eso casi no se podía decir aquí, la pandilla te miraba mal.
P. Y el rock que has desarrollado en tus distintas aventuras es de hecho lúdico por un lado e intimista por otro. Has renunciado a la denuncia social, que estaba muy presente en Leño o Barricada, dos grupos muy influyentes en ti.
R. Sí, sí, pero de estos grupos que dices lo que más me gustaba de hecho eran los temas en que se ponían más melosos, cuando Rosendo decía: “quiero que sueñes conmigo” o “píntate el pelo de azul, llámame a las 9". O el Drogas cantando Animal caliente. Igual es porque siempre he sido un poco moñas. Además, las canciones de amor me las creía más cuando las interpretaban cantantes macarras. De las de Alejandro Sanz no me creía ninguna. Que fueran todas de amor y desamor... Era excesivo.
P. ¿Y en esta querencia británica puede tener algo que ver con que la Alameda fuera territorio mod a principios de los 80? Los Faces, no olvidemos, vienen de los Small Faces, grupo bandera, junto con The Who, del movimiento mod.
R. Eran nuestros mayores, sí. Ahora lo he ido comprendiendo cuando me junto con gente de esta generación previa, nacidos a finales de los 60. Sí, tío, es verdad que había mucha parka mod por aquí, lo recuerdo de cuando era niño. Igual nosotros estábamos poniendo tras su estela sin saberlo bien.
P. Para el Inverfest tienes preparado ‘puesta en escena’ algo diferente a la habitual. ¿En qué sentido?
R. Tendrá dos partes. En la primera, el bajista, Ángel Herranz, coge un contrabajo. Hemos adaptado a ese formato seis o siete canciones, incluida alguna de Pereza. Eso al resto, que estamos electrificados, nos hace tocar con más cuidado. La batería, por ejemplo, se tocará con escobillas. A mitad de repertorio cambiamos al bajo eléctrico y volvemos a lo de siempre. Habrá canciones de todas las épocas.
P. Lo del contrabajo es muy rockabilly.
R. Sí, sí, pero nos queda rockabilly, sino más tipo country [ríe]. Queda chulísimo, me dan ganas de grabar un directo así.
"Se nos murió el Rock-Ola y la Canciller de los heavies pero sigue la Sala Sol, con su auténtico sabor madrileño de toda la vida"
P. Tocar en la sala El Sol tiene su encanto, ¿no?
R. Se nos murió el Rock-Ola y la Canciller de los heavies pero sigue la Sala Sol. Es una sala que tiene el sabor madrileño auténtico de toda la vida, del foro. Ha aguantado contra viento y marea, y sigue programando a saco. Es una de las grandes supervivientes. Un símbolo de la ciudad.
P. Qué pena que coincida tu concierto con el de Ariel Rot, al que tanto admiras.
R. ¿Ah, sí? Es el mejor guitarrista... español, aunque sea argentino. En habla castellana, digamos. Qué de historia del rock y del pop tiene a sus espaldas. Y qué gran compositor. Su maestría con la guitarra eclipsa sus dotes compositivas pero es un compositor que te mueres. Es un concierto al que iría encantado.
P. "Ni joven ni viejuno", cantas…
R. Así soy, sí. Psicológicamente, estoy mucho mejor que con 20, cuando tenía tanta confusión. O con 25, que tenía más confusión todavía. O con 30, más confusión [risas]. Ahora no sé... Igual estoy más confuso pero ya me da igual. Hay que vivir día a día. Te puede pasar desde lo más cojonudo a la peor puta mierda que te puedas imaginar. O no pasar nada. Esto es la vida, está asumido.