Laila Ripoll toma las riendas de nuestro teatro clásico: "Lo contemporáneo no se puede entender sin Lope o Quevedo"
- La directora y dramaturga dirigirá desde el 1 de enero la Compañía Nacional de Teatro Clásico, la "casa" donde se formó en los años noventa.
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“Con más cariño, difícil”, dice Laila Ripoll (Madrid, 1964) sobre su próxima toma de posesión en la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), donde asumirá la dirección el próximo 1 de enero tras la anticipada salida del actor Lluís Homar, salpicado por una polémica por la falta de transparencia en sus cobros.
Aún aterrizando, Ripoll se muestra cauta al hablar de un proyecto todavía por definir, que girará, eso sí, en torno a cinco ejes: contemporaneidad, paridad, inclusión, descentralización e internacionalización.
Abierta a todo tipo de lenguajes escénicos, bajo su mando se impulsarán entre dos y tres producciones propias por temporada, aunque tendremos que esperar hasta 2026 para ver una dirección suya. “Aún tengo que pensarlo bien, tiene que ser importante para la compañía, no solo un capricho, formar parte de un todo y una narración. De momento queda desarrollar todo lo que se ha quedado pendiente de la dirección anterior, que está programado hasta junio”.
Creadora y socia fundadora de Micomicón, con más de treinta años de trayectoria, la directora y dramaturga llega con la experiencia que le otorga haber dirigido otro centro público, el Teatro Fernán Gómez (2019-2023).
Pregunta. ¿Acaso esa experiencia le preparó para este reto?
Respuesta. Es lo que me animó a presentarme a la CNTC. Aunque el conocimiento de los clásicos ya lo traía, fue una escuela tremenda porque nunca había dirigido un centro así y ahí aprendí muchísimo sobre gestión.
P. Menciona su trayectoria con los clásicos, ¿de dónde surge su vocación por ellos?
R. En la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD), donde estudié, tuve la suerte de dar con los profesores Josefina García Aráez y Juanjo Granda, dos absolutos enamorados del teatro clásico que me contagiaron ese amor. Luego entré en lo que era la escuela de la CNTC en el año 90/91 y tuve la fortuna de aprender de María Jesús Valdés. Aquello fue el remate. Cuando terminé la escuela, otros compañeros –Juanjo Artero, Isabel Gaudí y José Luis Patiño– y yo decidimos seguir experimentando en el terreno de los clásicos. De ahí nació Micomicón. Son muchos años ya de trabajo, especialmente con Lope de Vega, pero también Calderón, Cervantes...
Ampliar el canon
P. Que Lope es una debilidad nunca lo ha escondido. Pero ¿hay otras preferencias?
R. A mí Lope me conmueve enormemente. Eso es así de siempre. Pero también me gusta mucho Rojas Zorrila o Ruiz de Alarcón. Tirso de Molina cada vez me gusta más.
P. ¿Qué valor tiene lo clásico en la actualidad escénica?
R. Es el germen de todo lo que es nuestro teatro contemporáneo. Es muy difícil llegar a determinadas cosas sin tener en cuenta a Quevedo o Lope ni los universos que ellos plantean. También es complicado entender lo más contemporáneo si no tenemos en cuenta de dónde parte.
“Hacer arqueología está muy bien, pero prefiero elegir un texto que nos interpele, nos duela, nos inquiete y nos hable de lo que somos".
P. ¿Hay alguna obra por la que sienta predilección?
R. Una sola sería complicado, porque tenemos la suerte de tener un patrimonio y una riqueza enorme. Además, una cosa es lo que a mí me guste y otra es que sea adecuada para su representación. Por ejemplo, El alcalde de Zalamea me parece un monumento, pero ya se ha hecho muchísimo en la compañía, y creo que hay que hacer otras cosas...Hay muchos textos por descubrir que todavía no se han representado y hay que trabajarlos para que formen parte del canon.
P. Descubrir patrimonio es uno de sus objetivos, ¿qué otros retos abordará como directora?
R. Uno muy importante es el de la descentralización. Quiero que la compañía y estos espectáculos, sufragados con dinero público, puedan girar por el mayor número de lugares posibles, que sean accesibles para la gente que vive en cualquier parte del país.
P. También le dará importancia a la contemporaneidad. ¿Cómo plantea la relectura de los clásicos?
R. Como va a haber directores invitados, cada uno va a tener libertad para plantearlo como su sensibilidad le marque. El montaje es una cosa pasajera y los textos siempre están ahí para volver a ellos. No es como si cogemos la Piedad de Miguel Ángel y le damos cuatro martillazos para hacerla más moderna. Pero también soy partidaria de elegir un texto por lo que tenga de contemporáneo, por lo que nos aporte como personas del siglo XXI, aunque esté escrito en el XVII. Hacer arqueología está muy bien, pero prefiero elegir un texto que nos interpele, nos duela, nos inquiete y nos hable de lo que somos.
Jóvenes y mujeres
P. ¿Y cómo se consigue contagiar ese amor a los jóvenes?
R. Recetas mágicas no hay. Lo que tiene que haber es mucha constancia y dedicación. Luchamos contra elementos como el móvil o los videojuegos, contra una cultura que cada vez da más la espalda a la letra escrita, hay que arremangarse y ver muy bien qué es lo que puede interesar para ofrecerlo. Por otra parte, los jóvenes están muy envueltos en poesía. La música urbana es ritmo y poética. De pronto, por ahí se les puede atrapar. Por las historias también. Hay que sorprenderles, deben abandonar la sala por lo menos sin ganas de salir corriendo.
P. Tras Helena Pimenta, es la segunda mujer en dirigir la compañía. ¿Veremos también más dramaturgias de mujeres?
R. El problema es que hay muy pocos textos de mujeres de la época, pero es cierto que de Ana Caro de Mallén faltarían por hacer El conde Partinuplés. Y por supuesto María de Zayas, que será la próxima que creo que se va a poner en escena, sin duda. Hay también algún texto de Sor Juana Inés... Pero no mucho más. Lo que sí voy a intentar es contar con mucha dramaturga contemporánea para que haga las versiones de estos textos, porque afortunadamente de excelentes dramaturgas estamos sobrados ahora mismo.
P. Desde luego, actuar, no actuará, ¿no?
R. No, no, dios me libre [Ríe]
P. ¿Cómo ha vivido la polémica con la dirección anterior?
R. No lo vivo ni bien ni mal. Lluís Homar conmigo siempre ha sido de una corrección y una exquisitez sin tacha y se está haciendo un traspaso con una tremenda elegancia. Poco más tengo que decir. No sé. Sinceramente creo que en algunas cosas se ha sobreactuado en este tema.