Un grupo de guerrilleros comunistas. AHPCE

Un grupo de guerrilleros comunistas. AHPCE

Historia

La verdadera historia del maquis: de los atentados en Madrid a la implacable represión de Franco

El historiador Julián Chaves realiza en su nueva obra una radiografía actualizada de la organización y las acciones de la guerrilla antifranquista de posguerra.

26 enero, 2022 02:15

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Desde el desenlace de la Guerra Civil hasta los primeros compases de la década de los cincuenta, en torno a seis mil personas integraron el primer movimiento de oposición armada al franquismo. Al principio se trató de republicanos huidos que se camuflaron en los montes de Andalucía, Extremadura, Galicia, Asturias y ambas Castillas buscando esquivar la maquinaria represiva del nuevo régimen, sobrevivir; luego, a partir de 1944, se constituyeron en una guerrilla organizada, el maquis, bajo de la doctrina del PCE, que sacudió los pilares de la incipiente dictadura con secuestros, hurtos, atentados y asesinatos en el mundo rural, y también actuaciones similares en grandes ciudades como Madrid o Barcelona.

De puertas para fuera, Franco y sus adláteres nunca mostraron preocupación por este movimiento. Sin embargo, los hechos y documentos constatan un verdadero nerviosismo en las altas esferas franquistas por erradicar las actividades del maquis, sobre todo en la segunda mitad de la década de los cuarenta, en su momento álgido. En algunas zonas rurales como Andalucía o el Levante y Aragón se llegó a desplegar el Ejército con el objetivo de apoyar las actuaciones de la Guardia Civil. El ministro de la Gobernación de la época, Blas Pérez González, reclamó a varios gobernadores civiles que se combatiese este problema con mayor eficacia porque estaba teniendo resonancia en ámbitos internacionales.

"Que hubiera una oposición armada que generó muertos, robos y ocupación de poblaciones en plena posguerra era un elemento distorsionador de la idea que el régimen franquista quería proyectar de que no había lugar para la disidencia. Trató a los guerrilleros como bandoleros, delincuentes y huidos, nunca como oposición armada", explica Julián Chaves, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Extremadura. Pero de forma discreta y silenciosa, la Benemérita fue requerida para actuar contra la guerrilla de forma contundente, sin miramientos, y se transfirió la competencia sobre los delitos políticos, es decir, de los guerrilleros y sus colaboradores, a los tribunales castrenses.

Chaves acaba de publicar Historia del maquis (Ático de los Libros), una radiografía actualizada y muy bien sintetizada de lo que fue el primer movimiento de oposición armada al franquismo, su organización interna, el eco internacional que despertó y las consecuencias desatadas por sus actuaciones. Es un libro académico accesible para todo el público, que consigue ayudar a comprender la verdadera dimensión de los guerrilleros de posguerra, y que aporta enfoques novedosos e interesantes como el capítulo dedicado a la guerrilla urbana de Madrid —se los conocía como los "Cazadores de la Ciudad"—, que entre 1945 y 1946, liderada por comunistas como José Vitini o Cristino García Granda, realizaron atracos en bancos, detonaron bombas y asesinaron a algún falangista —y a varios renegados—.

El fenómeno del maquis —la palabra es un galicismo derivado del corso macchia, que se refiere al bosque mediterráneo de matorral y monte bajo que, por derivación, se utilizó para referirse a los integrantes de la resistencia en Francia durante la II Guerra Mundial, conocidos como maquisards— tuvo un momento clave: octubre de 1944. La fallida invasión del valle de Arán, bautizada con el nombre de "Operación Reconquista de España". Convencidos de que la maniobra podría unir la coyuntura española al transcurso de la II Guerra Mundial, unos cuatro mil guerrilleros, en su mayoría comunistas, se enfrentaron con unos recursos precarios y en inferioridad de condiciones a un sacrificio inútil. 

"Fue una iniciativa del PCE que entendía que tras el éxito en la resistencia francesa de sus militantes debía abanderar una incursión absolutamente temeraria, y obtuvo una respuesta más o menos organizada del Ejército franquista. Fue un fracaso y, sin embargo, también el acicate para que se descartaran actuaciones de este tipo —introducir a miles de hombres en un país— y se optó por la formación de los guerrilleros en Toulouse y que fueran atravesando la frontera y siendo desperdigados", explica el historiador. Curiosamente, el beneficiado de estos hechos fue Santiago Carrillo, aupado al control de la dirección del Partido en Francia y España.

Las contrapartidas

A partir de ese momento, el maquis alcanzó un marcado cariz político. Se establecieron las Agrupaciones guerrilleras en las distintas estribaciones montañosas peninsulares —la pionera había sido la Federación de Guerrillas de León-Galicia, constituida en abril de 1942 en los montes de Ferradillo, un pueblo cercano a Ponferrada, por un grupo de veinticuatro huidos—. Su embrión se encontraba en el XIV Cuerpo de Ejército Guerrillero Republicano, creado durante la Guerra Civil, cuya función consistía en desestabilizar la retaguardia franquista propagando el descontento entre la población, firmando actos de sabotaje contra trenes, obstaculizar el avituallamiento o capturar a prisioneros para ser interrogados.

Uno de los grandes problemas del maquis, que contó con panfletos propagandísticos impresos como El Guerrillero, fue la división interna. Chaves dedica un capítulo del libro a glosar el rechazo del primer Gobierno de la República en el exilio (1945-1947), encabezado por José Giral, a que el movimiento antifranquista estuviese abanderado exclusivamente por el PCE, cuando había muchos socialistas o anarquistas que no estaban dispuestos a comulgar con el credo comunista.

Los otros impedimentos a los que tuvo que hacer frente fueron el desarrollo de la situación internacional —el estallido de la Guerra Fría favoreció al régimen y favoreció la política intimidatoria— y al perfeccionamiento de las estrategias policiales del franquismo. Lo que al principio se desarrolló como enfrentamientos aislados en el mundo rural, se fue transformando en una "implacable represión" que afectó también, en forma de extorsión e intimidaciones, a las familias de aquellos que se habían refugiado en el monte, como las mujeres. El historiador destaca el papel de estas últimas, primero como colaboradoras pagadas y después, antes las sospechas, decidieron incorporarse a la guerrilla antes de ser detenidas.

Portada de 'Historia del maquis'.

Portada de 'Historia del maquis'. Ático de los Libros

La metodología utilizada consistió también en las llamadas contrapartidas, guardias civiles que se presentaban como maquis —o utilizaban a detenidos— y condicionaron enormemente la actividad de los guerrilleros y sus colaboradores, además de duros interrogatorios que segaron muchas vidas. "Otro tema en el que incido especialmente en el libro es el de los delatores. Hubo muchos. Traicionaron a la causa y a unos camaradas que pagaron un alto precio", señala Julián Chaves, gran experto en el tema y que llegó a conocer a alguno de los combatientes, como Gerardo Antón "Pinto", a quien dedicó un libro hace unos años, y Florián García "Grande", de la Agrupación de Levante, la más activa de todas.

La mayor actividad del maquis, cuyas actuaciones significaron la muerte de 257 guardias civiles, tuvo lugar entre 1945 y 1947. En ese intervalo se enmarca el llamado "trienio del terror", cuando la represión franquista fue especialmente feroz. En los años previos, todavía en la estela de la guerra, también se registraron actos escalofriantes desde ambos bandos, como las ejecuciones indiscriminadas perpetradas por el teniente coronel de la Guardia Civil Manuel Gómez Cantos en varios pueblos de los montes de Toledo o la exposición de cuerpos de maquis inertes en la plaza de Navahermosa y el asesinato de eclesiásticos en la provincia de León: el sacerdote Recesvinto Ruiz Sánchez fue asesinado mientras oficiaba misa.

El número sobre los guerrilleros caídos a lo largo de la historia del movimiento es más confuso. Un estudio elaborado por el teniente coronel Limia Pérez, el gran instigador de las contrapartidas, recogió un total de 2.235 entre muertos y capturados. Otro coronel, dos décadas más tarde, aumentó esa cantidad hasta los 2.137 fallecidos. Uno de los últimos abatidos sería Juan Fernández Ayala, más conocido como Juanín, que murió en 1957 durante un enfrentamiento con las autoridades franquistas en Cantabria. La obra de Chaves permite contrarrestar el mito heroificador propagando desde ciertos círculos de la izquierda y conocer en profundidad la historia de estos, sin embargo, "luchadores por la libertad de España".