August Landmesser, el obrero que se negó a hacer el saludo nazi durante una visita de Hitler a un astillero de Hamburgo en 1936.

August Landmesser, el obrero que se negó a hacer el saludo nazi durante una visita de Hitler a un astillero de Hamburgo en 1936.

Historia

"La democracia sigue siendo excepcional": lecciones para que las dictaduras no acaben con la libertad

El periodista Guillermo Altares analiza en su nuevo ensayo cómo nacen y naufragan las tiranías y recuerda que ninguna libertad está destinada a mantenerse para siempre.

21 abril, 2023 02:59

En el edificio de una antigua fundición de cobre, reconvertida en un recinto estanco con las ventanas tapiadas, las autoridades de la República veneciana decidieron confinar a los judíos el 29 de marzo de 1516. Ese fue el primer gueto de la historia, vocablo que la mayoría de estudiosos considera que procede del verbo gettare, "fundir". Sin embargo, podría tener otra etimología: en 1492, un grupo de hebreos huyó de España en un barco que tuvo que recalar en Génova tras la muerte del capitán. Se les prohibió entrar en la ciudad y pasaron semanas, sin apenas comida ni agua, confinados en uno de los embarcaderos. Un relato del siglo XVI de un rabino de Corfú se refiere al lugar donde fueron retenidos como geto, que en genovés significaba "muelle", demostrando una tradición en la memoria colectiva de los sefardíes exiliados.

La palabra pogromo, derivada del ruso gromit, "aplastar" o "destruir", entró en el léxico internacional en la década de 1880 y también remonta a un pasado reciente oscuro, a una nueva dimensión —desarrollada en el marco de la guerra civil rusa, entre 1918 y 1921— en el ambiente de odio hacia los judíos que fue creciendo desde la Edad Media y culminó en el Holocausto. El pastrami, una carne de ternera sazonada y ahumada, es un ingrediente típico de los sándwiches que se sirven en los restaurantes judíos de Estados Unidos. Pero esconde igualmente la historia de exilio y persecución de los hebreos que huyeron de Europa en los siglos XIX y XX.

Los tres términos, escribe Guillermo Altares en el prólogo de su nuevo libro, Los silencios de la libertad (Tusquets), cargan con un pasado que implica una advertencia: ninguna libertad está destinada a mantenerse para siempre. Son las "huellas que nos recuerdan tiempos mucho más infelices", marcados por "los viajes de ida y vuelta de la paz a la guerra, de la democracia a la tiranía".

Serrano Súñer, Franco y Mussolini en 1941.

Serrano Súñer, Franco y Mussolini en 1941. DMAX

Si en Una lección olvidada (Tusquets, 2019) el periodista recordaba de una forma muy personal, a través de sus viajes y experiencias profesionales como corresponsal por los principales escenarios del continente, el "palimpsesto de horrores" sobre el que se asienta la historia europea, en su nuevo ensayo indaga en cómo empiezan y por qué naufragan las dictaduras, y en cómo han afectado y atrapado a millones de seres humanos desde la Atenas del siglo V a.C. hasta la Rusia de Putin.

"Ambos libros comparten una serie de reflexiones de muchos años viajando y leyendo sobre Europa", explica el autor. "Al principio pensaba hacer una cosa más ambiciosa sobre las dictaduras en todo el mundo, pero luego me di cuenta que era imposible, que tendría que hacer un libro tan grande como el de Simon Sebag Montefiore. Al final se fue perfilando hacia una historia de las veces que la democracia ha estado en peligro desde los griegos hasta nosotros".

[La olvidada batalla que cambió la I Guerra Mundial e inauguró los crímenes de los totalitarismos]

Altares sigue el rastro de las tiranías en Siracusa, Roma y por supuesto Berlín, donde se prolongó desde 1933 hasta 1989 en sus dos extremos más terribles, presenta multitud de ejemplos que evidencian cómo el terror ha sido un arma política desde las guerras de religión medievales hasta las cámaras de gas de Auschwitz y cierra con un collage de microhistorias, como la de Paul Grüninger, comandante de policía suizo que se negó a acatar la orden de cerrar la frontera a los refugiados judíos que llegaban desde Austria tras la anexión nazi, o la de varios agentes que participaron en la famosa redada del Velódromo de Invierno de 1942, deteniendo judíos o mirando hacia otro lado, para reflejar las distintas actitudes humanas frente al totalitarismo.

"Las dictaduras tienen personas que les apoyan, otras que simplemente tratan de sobrevivir sin meterse en muchos líos y las que toman decisiones valientes y siguen luchando", explica el periodista y jefe de Cultura de El País. "Hay una cosa que se olvida muchas veces y es que en Alemania hubo millones de trabajadores esclavos de toda Europa. En un momento dado, la Gestapo tuvo miedo de que se rebelasen, pero nunca hubo planes de contingencia contra una rebelión del pueblo".

Grietas democráticas

Una de las cuestiones más estremecedoras que aborda y vertebra el ensayo, fabulosamente escrito y que esconde una biblioteca de lecturas complementarias, es la dificultad de intuir el punto de inflexión, el momento en que un determinado pueblo se está convirtiendo en el foco del horror. "Es muy difícil imaginar lo imposible", resume el autor. "Mucha gente se pregunta por qué los nobles en la Revolución francesa no se fueron antes, cuando estaba claro que se iban a producir estallidos de violencia y el gran terror. Los judíos estaban muy integrados y habían luchado por Alemania en la I Guerra Mundial. Aunque Hitler lo decía, no podían darse cuenta de que ese odio iba a cristalizar de esa manera: Auschwitz era inimaginable. Y visto desde una Europa de fronteras cerradas, tampoco se puede olvidar que en muchos casos no pudieron huir".

Reconoce Altares que uno de sus descubrimientos a la hora de escribir este libro es "lo rápido que podemos perder la libertad, nuestra seguridad, las cosas que damos por hechas en nuestra vida cotidiana". Ahí están los casos de los habitantes de Sarajevo o Kiev, despertados y amenazados por las bombas de un día para otro. "No hay que ser tremendistas, pero sí vigilantes", alerta.

Portada de 'Los silencios de la libertad', con Mussolini y Augusto.

Portada de 'Los silencios de la libertad', con Mussolini y Augusto. Tusquets

Los silencios de la libertad se puede leer también como el diagnóstico del aumento de la preocupación de Guillermo Altares por las grietas que se están abriendo en las democracias liberales occidentales. "Los que somos la generación de la Transición estamos convencidos de que las libertades no se pierden, se ganan. Y de repente vemos que sí se pueden perder, como la sentencia del Tribunal Supremo de EEUU sobre el aborto", dice. "Es un país en que la realidad dejó de ser un consenso, y me pregunto si en Europa vamos hacia algo parecido".

Los regímenes democráticos se enfrentan en el presente a una preocupante hueste de amenazas: el deterioro institucional, la politización de las instituciones, la ultraderecha o la capacidad de la propaganda, el poder de las mentiras. Altares cita el caso de Hungría, un país que conoce bien tras cubrir su entrada en la Unión Europea, y ejemplo de ese tiovivo de libertades ganadas y perdidas. Cuando los húngaros empezaban a respirar tras sufrir muchísimo bajo la dictadura de Miklós Horthy y tras la invasión soviética, emergió un nuevo autócrata: Viktor Orbán.

"La democracia es excepcional y lo sigue siendo. Y ahora mismo, lo que es una preocupación enorme, es mucho más excepcional que hace veinte años", sentencia el autor. Su libro, siendo un grito de alarma ante la fragilidad de las libertades democráticas, incluye también lecciones y motivos para la esperanza: "Las dictaduras son poderosas, pero los seres humanos pueden serlo mucho más".