Image: Jon Bilbao: Shakespeare y Melville coinciden en su carácter ambicioso

Image: Jon Bilbao: "Shakespeare y Melville coinciden en su carácter ambicioso"

Letras

Jon Bilbao: "Shakespeare y Melville coinciden en su carácter ambicioso"

En Shakespeare y la ballena (Tusquets) el novelista se embarca con los dos genios de la literatura en una travesía en torno a la creación y la ambición literaria

25 julio, 2013 02:00

El escrito Jon Bilbao, autor de Shakespeare y la ballena blanca (Tusquets)

Da respeto sumergirse en Jon Bilbao, escritor abisal y valiente que, alejado de las costas de la narrativa española, navega en lontananza respecto a muchos de sus compañeros generacionales. Su apuesta viene siendo la de no repetirse ni apoltronarse en un esquema narrativo cómodo. O en una temática. La ha doblado en su último libro, Shakespeare y la ballena blanca, una empresa compleja, casi pretenciosa si sólo se tiene en cuenta su punto de partida, el de embarcar al mejor dramaturgo de todos los tiempos en una nave de sonoridad y simbología familiares, 'Nemrod', que ha de toparse en la oscuridad del océano con una inmensa ballena blanca. Esto es, La maestría literaria de Shakespeare con la genialidad del concepto de Moby Dick para reflexionar sobre el proceso creativo. La buena crítica que ha merecido este relato metaliterario, simbólico y a caballo entre la imaginación y la historia da cuenta de que Bilbao ha sabido llevar a buen puerto y sin salpicarse a los dos genios de la literatura. Y no era fácil.

Conocida la influencia de Shakespeare sobre Melville, ¿cómo se le ocurrió a Bilbao hacer el camino a la inversa, poner al inglés a vivir la experiencia literaria del americano? ¿Cómo los sentó juntos en su escritorio y se dijo: a ver, caballeros...? "Antes de tener la idea había un ruido de fondo que era el deseo de hacer algo diferente a lo que había hecho hasta el momento. Me apetecía irme al pasado, experimentar con personajes históricos. Introducir un componente no tanto ensayístico pero sí que tuviera una parte reflexiva. Mientras tenía este runrún trabajaba en un relato basado en un episodio tardío de la vida de Shakespeare y en otro sobre un personaje secundario de Moby Dick. Ninguno de los dos me acababa de cuajar, y al final encontré este formato", cuenta el escritor.

La solución, que no es la suma de esos dos cuentos, se produjo a través de la idea de una justificación, de urdir algo que le legitimara para escribir sobre ambos temas. Halló una conexión, que fue la de la reflexión sobre el proceso creativo: "Trato de estudiar cómo algunos aspectos periféricos, como la situación económica del autor, la sentimental, lo que espera el público de él... van condicionando el proceso hasta el punto de estrangularlo. En ese caso, puede importar poco el talento del narrador o el potencial de la idea. Todas esas circunstancias mandan todo al traste. Para exponer esto se me ocurrió reunir al mayor escritor con una de las mayores ideas literarias".

Su idea literaria, y no sólo sus señaladas habilidades narrativas, aderezadas aquí con un solvente léxico de navegación, también tenía empaque. Como Shakespeare, Bilbao fue sustituyendo la falta de conocimientos con documentación. El resto, ha sido inventiva. Porque, ¿cabía presuponerle al dramaturgo, un hombre de cuya vida se sabe muy poco y del que no podemos asegurar que saliera alguna vez de Inglaterra, el arrojo para echarse a la mar o un carácter aventurero? "Su personalidad es un misterio y fue hábil ocultándola en sus obras. El hecho de que deseara dar un paso respecto a su vida de erudición y se lanzara a vivir en primera fila los hechos es una libertad que me he permitido", explica Bilbao. Si no aventurero, lo que sí conocemos de Shakespeare es su carácter ambicioso, y aquí hay otro punto de conexión con Melville: "Es obvio, si lees Moby Dick, determinar que su autor era muy ambicioso. En el caso de Shakespeare, este rasgo se detecta en el gran número de obras que escribió y en su variedad de temas. No tenía reparo en escribir sobre Cleopatra, sobre Julio César... A pesar de que la documentación no era como la que podía tener hoy, no se limitaba a seguir la moda".

Tampoco Bilbao ha sucumbido a modas y aunque "quedaría mal decirlo", se justifica, no puede sino reconocer su determinación por "dar un paso más con cada proyecto". En este caso, entre todo lo que se ha dicho arriba, el de alejarse de la querencia de la literatura española actual por el presente, por la propia vida del autor, y esforzarse en escribir una novela de aventuras, que también lo es. Al hilo, el novelista sostiene que hay demasiada literatura realista, de aquí y de ahora: "No me parece mal. La literatura es ante todo un espacio de libertad donde puedes hacer lo que quieras, pero yo le pido un valor añadido, una reflexión y una capacidad de emocionar y de enseñar cosas que no podemos conocer sólo leyendo los periódicos y mirando la calle a través de la ventana. Esa literatura en muchos casos es una mera réplica de la realidad sin aportarle algo más".

El "algo más" se da en Shakespeare y la ballena blanca tanto por la documentación y el atrevimiento como por un elemento a veces denostado en las letras del presente, la pura imaginación: "No sé tanto qué situaciones pueden ocurrir en la cubierta de un barco pero sí he intentado imaginarme a mí en una coyuntura semejante. Tenía muy claro que no quería escribir una novela asfixiada por el aspecto documental, algo que era muy peligroso, porque están el mundo de la naútica, Shakespeare, el mundo isabelino... Estoy más o menos satisfecho".

La obra encierra, por último, un giro final sobre la creación, pues el Shakespeare de Jon Bilbao, que desea alumbrar una pieza sobre la búsqueda de la ballena, acaba matando al gigantesco cetáceo negándose al final a escribir sobre él: "Una de sus mayores motivaciones para escribir había sido la de crear una obra basada en una experiencia personal frente a sus textos centrados en la documentación sobre el papel. Pero ahí estaba en el barco, viendo la ballena. Su amigo y amante ha muerto y la única satisfacción que le queda es la de matarla no escribiendo sobre ella, cancelando su proyecto". En permanente reto con el lector, Bilbao forja un rico homenaje al dramaturgo y a Moby Dick, una obra "inagotable" que, asegura, ha saqueado en muchas ocasiones sin apenas arañar su superficie: "Me sorprende porque activa diferentes resortes cerebrales y me hace pensar en cosas en las que no había pensado antes. Uno de sus aspectos fundamentales es su oscuridad intencionada, porque Melville no concreta qué simboliza esa ballena, ese simbolismo es una construcción que se da entre el relato y el lector", concluye.

En próximas travesías, Bilbao no se irá tan lejos: "Estoy trabajando en una novela que no es histórica. Me voy a finales de los setenta. Y, aunque la experiencia ha sido muy grata, no me planteo ni dejar apartada la novela histórica ni adoptarla como un recurso sistemático".