Virginia-Woolf

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Letras

Virginia Woolf, de un salto a la modernidad

La periodista y socióloga argentina Irene Chikiar Bauer publica 'Virginia Woolf. La vida por escrito', una biografía de casi mil páginas en la que ha trabajado durante siete años

24 febrero, 2015 01:00

Virginia Woolf escribió: "Me veo como un pez en una corriente, desviado, sostenido, pero no puedo describir la corriente". La tarea del biógrafo, dice Irene Chikiar Bauer, autora de la última y muy voluminosa y muy exhaustiva biografía de la autora de Las olas, es "describir esa corriente". Es decir, llegar adonde no pudo llegar el biografiado, precisamente por estar en el tiempo menos indicado para hacerlo: el suyo. Virginia Woolf, la vida por escrito (Taurus) divide en dos partes la vida de la escritora británica, antes y después de su decisiva mudanza a Bloomsbury en 1904.

Esa es la fecha clave de su vida. El traslado se produjo tras la muerte del padre, Leslie Stephen, que mantenía un ascendente muy poderoso sobre sus hijas, y en particular sobre Virginia (para los lectores, el padre siempre será el señor Ramsay de Al faro.) "Los hijos de Leslie se enfrentan de algún modo a la tiranía del padre", detalla Chikiar, "pero Virginia siente que no puede, porque lo admira demasiado". Leslie, escritor él mismo, teórico y biógrafo, hombre liberal pero de férrea moralidad victoriana, ejerció una fuerte influencia en Virginia Woolf, que reconocería, en su madurez, que si aquel no hubiese fallecido pronto, ella probablemente no habría escrito nada. El cambio del Kensington burgués, acomodado, al Bloomsbury de los poetas separa, como un corte, el pasado de la modernidad. "Nadie entre sus amistades entendió aquel cambio, que entonces era algo casi revolucionario", dice Chikiar.

Los Stephen -los hijos, pues ya no había padres- rompen con sus viejas relaciones y, al decir de la biógrafa, "se pasan, de un salto, a la vanguardia". ¿Qué supuso aquel grupo del Bloomsbury? "Emprendieron una revolución estética; creían en el progreso del ser humano, en la ciencia, eran idealistas, quizá los últimos idealistas, ya que la primera guerra mundial les hizo ver que todo era una ilusión". La desilusión mayor, claro, llegó años después, con la segunda. Al lado de gente como Maynard Keynes, o el mismo Leonard Woolf, teórico del Partido Laborista, Virginia rechaza el activismo, si bien, sostiene Chikiar, "en ningún momento niega las condiciones de explotación ni la lucha de clases. Alguna vez dice que cuando finalmente se eliminen las clases, cuando al fin no haya distinciones de ningún tipo, la literatura será mejor".

En 1908 todavía no había publicado nada, y apenas había escrito, pero Virginia Woolf ya habla del libro que quiere escribir, del tipo de literatura a que aspira, de "cómo va a darle nueva forma" a la novela. Habla de capturar lo fugaz, de englobar la totalidad, de moldear infinitas figuras extrañas. "Virginia Woolf habla de estas cosas, del fluir de la mente y la conciencia, más de diez años antes de que se publicara el Ulises", explica Chikiar Bauer.

Retrato de familia

La escritora junto a su padre, Leslie Stephen

A Vanessa Bell, la hermana, pintora reconocida y mujer de una sensibilidad igualmente extraordinaria, le unía con Virginia un fuerte amor, pero también una competencia que nunca, dice la argentina, llegó al cainismo que dicen algunos. Es Vanessa quien toma el camino de Bloomsbury, quien decide "romper" y dejar atrás "los años victorianos". Años antes, siendo las dos muy pequeñas, ambas en el ambiente culto, refinado de la casa del señor Stephen, cada hermana se decantó por un arte distinto. "Sintieron siempre que estaban luchando contra esa sociedad victoriana cerrada, contra esa figura tiránica de ciertos hombres, pero a la vez compitiendo entre ellas".

Una de las mayores frustraciones de Virginia Woolf fue no haber tenido hijos. "Tú dejas hijos; yo, libros", le dijo en una ocasión, resignada, a su hermana Vanessa. Chikiar Bauer lanza la idea de que Leonard Woolf asumió en seguida que Virginia no podía tener hijos e, influido por ciertas teorías eugenésicas y dado el problema psiquiátrico que padecía su esposa, no lo vio como algo negativo. Virginia Woolf se vengaría de todos aquellos médicos en algunos personajes de Mrs. Dalloway. "Un médico le llegó a decir", dice la biógrafa, "que las mujeres intelectuales eran más frágiles y podían tener problemas para dar a luz a un niño".

¿Qué culpa tuvo Leonard Woolf de la propagación de toda la mitología póstuma? "Él cuidó la imagen de Virginia, se siguió preocupando por su obra durante muchos años", dice Chikiar. De hecho, cuenta el libro, Leonard Woolf quiso entregar el archivo de su esposa a una universidad británica, pero no hubo ningún interés y, finalmente, acabó en Estados Unidos. "Pero de alguna manera Leonard contribuye a cierta visión de Virginia ya desde el momento en que encarga la primera biografía a Quentin Bell [el sobrino, autor de la biografía canónica, oficial de la escritora]", afirma la biógrafa, que ha tratado, dice, de mostrar las múltiples caras de Leonard, para algunos un mal marido, casi un tirano, y para otros el artífice de que Virginia Woolf llevara la vida saludable que propició su escritura. "Su relación era compleja, pero como lo es la de todos los seres humanos. Muchas veces Virginia se refiere a él como su centro, su apoyo, e incluso le dice que son ellos el matrimonio más feliz de Inglaterra, y otras veces todo lo contrario".

En vida, pese a los detractores, Virginia Woolf fue reconocida y a su muerte, en 1941, se generó en la opinión pública un considerable debate sobre sus razones. "Tras su suicidio, empiezan las confusiones, los mitos y los estereotipos en torno a Virginia Woolf", dice Chikiar Bauer. Con los bolsillos llenos de piedras, Woolf se dejó ahogar en el río Ouse el 28 de marzo de 1941. A los pocos días, The Times citó mal su última nota ("ya no puedo luchar más"), dando a entender que lo que Virginia no podría soportar una vez más eran los bombardeos, cuando en realidad se refería a su anterior crisis psicótica (por cierto, la escritora solo tuvo tres crisis, dos de ellas de importancia, y en la tercera se mató.) Algunos la acusaron de algo grave entonces: de sucumbir, de rendirse y, por tanto, de "no hacer todo lo posible por su país" en guerra. Hay una carta reveladora de la esposa del arzobispo de Lincoln: "Muchas personas, posiblemente aún más "sensibles", han perdido todo y presenciado sucesos atroces, pero asumen con nobleza su rol en esta pelea por Dios contra el Diablo".