La música en el castillo del cielo. Un retrato de Johann Sebastian Bach
John Eliot Gardiner
12 junio, 2015 02:00Johan Sebastian Bach y John Eliot Gardiner
No queremos afirmar que el primer libro de un autor será sin duda su obra maestra, pero cuesta imaginar qué podría hacer el maestro inglés John Eliot Gardiner, de 70 años, para superar el compromiso, el alcance y la exhaustividad de La música en el castillo del cielo (Acantilado). Aunque, como el propio Gardiner escribe y ha demostrado ampliamente en las últimas décadas, se siente "igual de atraído (aunque en manera diferente) por las tres bes -Beethoven, Berlioz y Brahms-, y podría haber exhibido el mismo fervor escribiendo sobre Monteverdi, Schütz o Rameau".Sin embargo, a lo largo del día, Gardiner hace muchas cosas además de investigar y escribir, y es conocido principalmente por dirigir sus propias orquestas y las de otros, especializándose en el periodo de la práctica común y, en particular, en la interpretación de Bach.
En el año 2000, con motivo del 250° aniversario de la muerte del compositor, el fundador del Coro Monteverdi y de los Solistas Barrocos Ingleses (entre otros grupos) dirigió una peregrinación internacional de las cantatas de Bach por 50 ciudades (incluida Nueva York) de 13 países, interpretando cada una de las 198 cantatas sagradas supervivientes en la época del año correspondiente y grabando la mayoría, ahora disponibles en un estuche de 56 CD del sello discográfico de Gardiner, Soli Deo Gloria (nombrado en honor al "S.D.G." con el que Bach comenzaba cada cantata: "Toda la gloria es solo para Dios").
Gardiner también es una especie de granjero de la nobleza, pues conserva su finca familiar de Dorset, en Inglaterra, en fideicomiso como granja operativa. Su libro se centra mucho en su experiencia, no solo como director de orquesta, sino también como granjero (destaca el panegírico a "la patata común" como alimento a prueba de batallas, durante una digresión sobre la Guerra de los Treinta Años en Europa Central), un pasatiempo del que se enorgullece.
Este libro constituye una valiosa guinda a dos estudios excelentes que aparecieron en ese año de Bach, el 2000: la obra de Christoph Wolff, Bach, el músico sabio (Ma non troppo), puso los cimientos, y luego llegó el colorido Johann Sebastian Bach: Life and Work, del alemán Martin Geck.
Lo que ofrece Gardiner no es una biografía pura y dura; para eso, el libro de Wolff resulta esencial, y el de Geck más útil. Sin embargo, Gardiner escribe capítulos temáticos: "Los 14 radios de una rueda", en sus propias palabras, "todos conectados a un cubo central: Bach como hombre y como músico".
Según escribe, entre sus objetivos está ofrecer una "corrección de la antigua hagiografía", mostrar al "Bach buena gente" que siempre se nos escapa, encontrar al hombre en su creación. Y el autor se encuentra en una excelente posición para hacerlo, dado que Bach fue tanto intérprete como compositor, y Gardiner, además de estudiar intensamente durante años al hombre y sus obras, ha acumulado una experiencia interpretando su música que pocos, desde el propio Bach, han igualado.
En su retrato del compositor con todos sus defectos, Gardiner lo retoma donde Martin Geck lo dejó. El capítulo que sin duda llamará más la atención es "El cantor incorregible", que describe las dificultades de Bach con sus empleadores a lo largo de su carrera. Gardiner encuentra "muestras de agresividad constitucional y un rechazo recurrente a aceptar la autoridad". Rechazo posiblemente fomentado por la atmósfera anárquica de la escuela de latín en la ciudad natal de Bach, Eisenach, en la actual Alemania, y que pudo verse potenciado en el liceo de Ohrdruf, donde se mudó a los 10 años tras la muerte de sus padres. "Sin duda, aquí tenemos las suficientes pruebas circunstanciales para hacer mella en la imagen tradicional de Bach como joven ejemplar, de camino a convertirse en el ‘músico sabio', que salió ileso de los siniestros acontecimientos de las escuelas por las que pasaba", escribe Gardiner. "Resulta igual de creíble que el empelucado cantor en ciernes fuese tercero en la línea de mandos contra la delincuencia escolar: un matón adolescente reformado".
El penúltimo capítulo de Gardiner, "El hábito de la perfección" ("un proceso constante de autocorrección y autodefinición que nunca llegó -y quizá nunca podría llegar- a un estado definitivo"), aborda la Misa en si menor, considerada por muchos la obra maestra consumada de Bach, y compara diferentes aspectos de su obra con los de Rembrandt y Bruegel. En el capítulo final, "El viejo Bach", Gardiner escribe: "Bach, el ejemplo perfecto de un músico que se esforzó durante toda su vida y por fin adquirió el ‘hábito de la perfección', era un ser humano profundamente imperfecto".
En sus minuciosas explicaciones de la música de Bach, podemos perdonar a Gardiner el haber preferido las obras que mejor conoce a nivel práctico, la música sagrada con texto: las cantatas, las pasiones, la Misa en si menor y los motetes. De hecho, más que perdonar, hay que agradecérselo, pues esta parte fundamental de la producción de Bach rara vez ha sido analizada tan minuciosamente por alguien con tanta erudición y experiencia como la que Gardiner aporta.
Su libro está repleto de hechos y anécdotas, con abundantes notas al pie que marcan el camino. Y la mayoría de lectores sin un dominio elemental de la música, en particular de las cantatas, querrán -o necesitarán- viajar con frecuencia a las grabaciones. (Felizmente, como hemos apuntado, Gardiner las ha puesto a su disposición). Sin embargo, en el libro también abundan las conjeturas con fundamentos. Sobre el viraje gradual de Bach de lo que los oyentes actuales podrían considerar "la parroquialidad del contexto litúrgico" a la "música que da más y más señales de un atractivo casi infinito" (música para cafeterías incluida), Gardiner especula: "Es perfectamente posible que el creciente desapego de Bach hacia las cantatas, en la década de 1730, surgiese a raíz de la sensación de que la comunión de creencias que otrora compartía con su parroquia se estaba desmoronando, y de que, por el motivo que fuese, no estaba logrando dejar huella".
Gardiner escribe con un estilo vivo y coloquial, aunque no siempre afortunado y correcto sintácticamente. En cualquier caso, frente a una hazaña abrumadora, las imperfecciones triviales no hacen más que respaldar la opinión de Gardiner sobre Bach y su lugar en la historia. El autor ha realizado, magistralmente, el monumental trabajo de tomarle la medida al Bach hombre y músico.
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