Duelo a muerte en Sevilla. Una historia española del novecientos
Miguel Martorell Linares
15 julio, 2016 02:00Torero muerto (1864-1865), de Edouard Manet
“Sevilla tuvo que ser…” No sería imaginable un marco más adecuado para la historia que se cuenta en estas páginas que la capital andaluza. Desde el título, Duelo a muerte…, hasta la ilustración de la portada (un detalle del célebre cuadro de Édouard Manet Torero muerto), el lector ya sabe, antes aun de abrir el libro, que va a hallar un relato de tintes folletinescos en un ambiente que, con manifiesta impropiedad, se denomina romántico (los hechos que se relatan sucedieron en 1904) pero que se caracteriza, como en el más genuino romanticismo, por unos rígidos códigos de conducta -hoy periclitados- en unas fatídicas coordenadas de amor y muerte. No hay toreros en esta historia pero sí casi todos los demás elementos dramáticos que servían de contrapunto excitante a aquella despreocupada sociedad burguesa que se divertía en los cafés, teatros y salones de una Europa satisfecha: matrimonios de conveniencia, fortunas que se heredan y se dilapidan, lances de honor, conflictos de clase, deudas de juego, pugnas políticas entre civiles y militares, motines, dilemas morales y, en el centro de todo, naturalmente, una gran dama en la que confluyen todos los hilos, todas las tramas, todos los personajes. Un mundo ensimismado que estaba lejos de atisbar el precipicio al que se iba a dirigir en pocos años, en concreto el verano de 1914. La fábrica de loza fina de La Cartuja de Sevilla ha sido desde su fundación, a comienzos del siglo XIX por el británico Carlos Pickman, una auténtica institución en la vida económica, social y cultural andaluza. En 1899 heredó el título nobiliario María de las Cuevas Pickman, hija única que tuvo el segundo marqués con una obrera de la fábrica, con la que -para escándalo del pacato y alicorto entorno tradicional- terminó casándose. La alta sociedad no podía olvidar que María de las Cuevas, aunque aristócrata, era también hija de una simple trabajadora, razón que sin duda abonó su boda en 1891 con un burgués de ilustres apellidos, Rafael de León y Primo de Rivera. En la transacción, cada parte aportaba a la otra lo que le faltaba, algo usual en las relaciones de la época.Nada habría salido de los cauces establecidos si Rafael de León, el marqués consorte, se hubiera conformado con su incipiente carrera política o los devaneos socialmente admitidos. Pero su cara afición a los carruajes y a un tren de vida espléndido, magnificado por su talante más que generoso, derrochador, le llevaron a una bancarrota de la que pretendió salir a la desesperada, como también era usual entonces, pidiendo préstamos en condiciones imposibles de satisfacer. En ese punto de su vida se cruza en su camino el capitán de la Guardia Civil Vicente Paredes. Por razones no del todo claras -aunque María de las Cuevas algo tuviera que ver en todo ello- Rafael de León abofeteó públicamente al militar. Una afrenta que, de acuerdo con el código que regía entre caballeros, tenía que solventarse en el campo del honor, esto es, mediante un duelo. Por complejas razones que el autor del libro explica muy bien, el litigio privado adquirió una dimensión pública de carácter político e institucional, pues para el capitán general de Andalucía, Agustín Luque, era imprescindible salvaguardar el honor y la supremacía militares ante lo que se reputaba como agresiones contra el uniforme desde el ámbito civil. Todo el embrollo no termina ahí, como bien puede suponerse, pero no contaré más de la trama y sí en cambio señalaré que, a partir de este pequeño incidente, Miguel Martorell (Madrid, 1963), buen conocedor de la época (es autor de una magnífica biografía de Sánchez Guerra no casualmente subtitulada Un hombre de honor), ha conseguido trazar un magnífico fresco del ambiente sevillano y del momento histórico. A través de estos personajes bien perfilados accedemos al latido de una sociedad que trata de sacudirse el yugo del clericalismo y el militarismo y las contradicciones de un país aún convulsionado por el reciente desastre del 98.Magnífico fresco de una sociedad que quiere sacudirse el yugo del desastre del 98