'La claridad' entre sombras de Marcelo Luján
Los relatos de este excelente volumen, ganador del Premio Ribera del Duero, son historias ambiguas en las que hay espacio para la traición, la violencia, el arrebato o la maldad
20 julio, 2020 07:13Quien se adentra en las historias de este magnífico libro de relatos percibe enseguida que están envueltas en una atmósfera misteriosa. Solo las primeras líneas se leen sin prevención porque rápidamente el lector advierte que no pisa terreno firme, que en estos cuentos, por otra parte tan pegados a la realidad, ocurren hechos incomprensibles, algunos sorprendentes y otros altamente inquietantes.
El autor de la obra es Marcelo Luján (1973), nacido en Buenos Aires aunque afincado en Madrid hace ya casi veinte años, lo que explica no solo su conocimiento de la geografía y las costumbres, sino también su perfecto oído para el español coloquial. Porque los diálogos, sobre todo en lo que atañe a las vivísimas expresiones juveniles, suenan a verdad. Se trata de un lenguaje muy real, nada impostado, que contribuye a crear certezas en el lector, la seguridad de que se encuentra, al menos ahí, en terreno conocido. Pero también consigue, por contraste, cierto extrañamiento porque se relaciona con atmósferas, detalles y contenidos que a menudo rozan lo enigmático.
La claridad es una obra formada por seis relatos que cuentan con elementos comunes. Algunos son muy sutiles, ingredientes mínimos que se repiten y que vinculan débilmente las historias. Así sucede con el hilo de sangre que aparece en el rostro de ciertos personajes femeninos, con la presencia inexplicable e imprevista del mal, con la ambientación nocturna y con cierto resplandor de carácter ambiguo que brilla en la oscuridad. En algunos relatos, además, reaparecen en segundo plano individuos que fueron protagonistas de otro, lo que permite entrever cierta unidad en el conjunto.
'La claridad' dosifica la información hasta conseguir que el lector desarrolle una sensibilidad insólita y sea como un ciego caminando por un laberinto
Pero lo que verdaderamente marca la diferencia en La claridad es el tratamiento de los diferentes narradores, que desde la primera o la tercera persona muestran un conocimiento de la realidad (de lo que va a pasar) ajeno al lector, y una seguridad sobre lo inevitable y lo incomprensible de algunas historias que añade zozobra en quien aborda la lectura. Estos narradores, además, utilizan eficaces mecanismos retardatarios que consiguen dosificar la información en cada momento. El lector, entonces, desarrolla una sensibilidad insólita. Es un perfecto desconocedor que camina por las distintas historias como lo haría un ciego por un laberinto, sintiendo una aguda inquietud ante cualquier detalle que se le muestra o que, intuye, se le oculta. También un miedo inaudito ante lo desconocido, porque este inteligente autor consigue despojarlo de certezas y guiarlo, ya entregado y sin defensa, por un campo sembrado de minas.
Los relatos que conforman La claridad se mueven, a menudo, en el ámbito de lo inusual y rozan, incluso, lo fantástico con la punta de los dedos, a pesar de que su terreno de juego es el del realismo. Además, surgen de sentimientos puramente humanos como los celos exacerbados, las frustraciones familiares, el deseo de tener una vida mejor, el amor o el ansia de recuperar a una madre. Son historias ambiguas en las que hay espacio para la traición, la violencia, el arrebato o la maldad. Excelente libro que no dejará indiferentes a sus lectores.