Ivan Jablonka. Foto: Hermance Triay | Opale | Leemage

Ivan Jablonka. Foto: Hermance Triay | Opale | Leemage

Letras

Ivan Jablonka recrea la vida de sus abuelos asesinados en Auschwitz

El escritor polaco publica 'Historia de los abuelos que no tuve', donde reconstruye la vida de sus familiares y a la vez da voz a toda una generación que corrió la misma suerte

20 abril, 2022 02:22

Algunos lectores conocerán a Ivan Jablonka (París, 1973) por obras anteriores como Laëtitia o el fin de los hombres, o En camping-car. Jablonka, profesor de Historia en la Universidad de París XIII, se planteó, allá por 2007, el ambicioso reto de contar/recrear del modo más fidedigno la historia de sus abuelos paternos polacos, a los que no pudo llegar a conocer, ya que formaron parte de las miles de víctimas del horror de Auschwitz.

Historia de los abuelos que no tuve
Ivan Jablonka
Traducción de Agustina Blanco. Anagrama, 2022. 424 páginas. 21,90 €

A propósito de estas dos figuras (el artesano del cuero Matès y su joven esposa Idesa, judíos polacos) cercenadas en el umbral de los treinta años, Jablonka investiga sus propias raíces, pero consigue dar voz y presencia a toda una generación que corrió la misma suerte: arrasados sucesivamente, en aldeas como Parczew (fronteriza con Ucrania), por la primera guerra mundial, el nazismo, el estalinismo y sus pogromos del 46…

Tras toda suerte de huidas e intentos de supervivencia, alistamientos, clandestinidad… los abuelos del autor fueron atrapados en París con la connivencia del nefasto Régimen de Vichy y enviados al exterminio. El padre del novelista era un niño en aquella Francia, y quedó en manos de tutores que consiguieron salvarle la vida.

“Estoy familiarizado con los asesinatos de mis abuelos desde siempre: hay verdades de familia así como hay secretos de familia”, escribe Jablonka, con su declarada obsesión de no olvidar, de transmitir lo ocurrido. Pone en pie una apabullante obra desde el punto de vista de la documentación: cartas en varios idiomas (incluido el yidis), documentos, informes, mapas, árboles genealógicos, testigos, viajes tras la pista de familiares diseminados por Argentina, Estados Unidos, Israel…

El libro supone también una constatación del antisemitismo de los propios polacos en el periodo de entreguerras, empezando por las trabas para que no prosperasen en sus respectivas profesiones. El autor se remonta hasta sus antepasados del XIX, consigue un detallado anecdotario familiar también de sus abuelos y tíos abuelos en su aldea polaca, las luchas del movimiento obrero judío… pero también rellena los innumerables vacíos mediante hipótesis plausibles y suposiciones que afina al máximo.

“Quiero que mi relato sea indudable y esté fundado en pruebas, o en el peor de los casos, en hipótesis y deducciones. Y para cumplir con ese contrato moral, tengo que asumir la incertidumbre como parte de un relato pleno”, explica. Sólo en Parczew, 4.000 personas fueron deportadas a Treblinka en 1942 y otras 2.500 posteriormente.

Jablonka investiga sus propias raíces, pero consigue dar voz a toda una generación que corrió la misma suerte

Muchos trataron de huir por los bosques cercanos en el invierno del 43, perseguidos por soldados y perros. El autor recorre aquellos lugares y nos ofrece un terrible dato: si Polonia contaba en 1939 con 3,5 millones de judíos, hoy apenas quedan doce mil. De alguna forma, ironiza, los aliados no vencieron a Hitler.

Jablonka ofrece una crónica detallada del funcionamiento del transporte hacia los campos de concentración y de la impunidad de los asesinatos en las cámaras de gas, la organización y mecánica del exterminio, sin retrasos, con una frialdad e inhumanidad impecables, “sin aminorar la cadencia” (palabras del propio Höss, comandante de Auschwitz).

Cabe también el homenaje del autor a todos aquellos que se atrevieron a rebelarse, pensando no en su propia salvación sino en la de los demás compañeros de infierno y sus descendientes. Podría haber sido cualquiera de nosotros: “Aquellos que son empujados a la cámara de gas somos mi mujer y yo, claro, pero también usted, con sus hijos, usted, con su madre, su hermano, sus nietos. ¿Por qué? No sé, pero es usted. Y usted sufre por nada y muere”. Si la “voluntad de saber” es el motor declarado de esta gran pesquisa, no oculta Jablonka su sensación de fracaso y su dolor personal. “Mi estudio no me ha traído paz”.