Michael Connelly, el rey de la novela negra superventas: "La policía no ha avanzado tanto como la sociedad"
El creador del detective Harry Bosch publica 'Estrella del desierto', basada en el caso real de una familia raptada y asesinada por motivos económicos
27 mayo, 2023 02:21No hay crimen que se le resista. Como cada año, Michael Connelly (Filadelfia, Estados Unidos, 1956) llega puntual a su cita con sus lectores. Autor de 37 novelas, prácticamente una por año, los números no le dan vértigo. Con más de 85 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, sus libros, frecuentes en las listas de los más vendidos, se han traducido a más de cuarenta idiomas y algunas de sus sagas han sido adaptadas con éxito a varias series de televisión como El abogado del Lincoln o Bosch.
Conocido por juntar a menudo a sus diferentes protagonistas, su última novela, Estrella del desierto (AdN), está basada en un hecho real sobre una familia que fue raptada y asesinada por una cuestión económica. Ya en la Unidad de Casos Abiertos, la detective Ballard y el emblemático Harry Bosch serán los encargados de resucitar este suceso que, en la vida real, obsesionó al propio escritor.
Mientras tanto, Connelly celebra a los 67 años sus tres décadas de actividad literaria. “Me considero un escritor afortunado porque llevo 30 años escribiendo sobre el mismo personaje, que es algo que nunca vi venir cuando publiqué El eco negro en 1992 –comparte por videollamada con los medios españoles–. Mi premisa ha sido siempre no quedarme nunca quieto y no desistir si una novela no funcionaba muy bien. En cuanto a Harry Bosch, tomé la decisión bastante pronto de hacer que envejeciera cronológicamente y de verlo evolucionar a la vez que evolucionaba la sociedad. Desde entonces en cada novela he buscado diferentes formas de mantenerlo con vida”.
Un interés infantil por el crimen
De ascendencia irlandesa, Connelly ha contado que fue su propia madre quien le contagió el interés por la novela policiaca, una afición que aumentó cuando a los 16 años presenció accidentalmente un asesinato al regresar de su trabajo como lavaplatos en un hotel. “Las ocho horas que pasé después hablando con el policía tuvieron un enorme impacto en mí –recuerda–. Me di cuenta de que los investigadores ven el peor lado de la humanidad, pero a la vez tienen que mantener la entereza, no pueden dejar que eso sea un cáncer que se les mete dentro. Y para mí hay una cierta nobleza en eso. Así fue como descubrí que yo quería escribir novelas policiacas, porque servían como vehículo para cualquier tipo de relato que quisieras contar”.
Admirador de Raymond Chandler –llegó a alquilar el piso donde supuestamente vivió su personaje Philip Marlowe para escribir varias de sus novelas–, el autor de libros como Más oscuro que la noche, Echo Park, El lado oscuro del adiós o El inocente hace tiempo que abandonó el debate sobre si la novela negra es o no un subgénero literario. “Es algo que no me preocupa especialmente porque al final si nos fijamos en la lista de los best sellers el noir siempre figura en las primeras posiciones. Los lectores se dan perfecta cuenta de que la novela policial es algo más que entretenimiento, al final el género lo que nos ofrece es un marco para reflejar y reflexionar sobre algún aspecto de la sociedad. Es un género que nos permite llegar a más lectores y que nos ofrece el marco maravilloso para formular algunas ideas sobre nuestro lugar en el mundo”.
La mala conducta policial
Licenciado en periodismo por la Universidad de Florida, Connelly se formó en sucesos escribiendo sobre la conocida como “guerra de la cocaína” de los años 80 o sobre los supervivientes de un accidente aéreo de 1985, con cuya historia quedó finalista del Pulitzer. Apegado a la actualidad, reconoce que le produce cierto interés lo rápido que avanzan las tecnologías. “De hecho, cuando empecé con las novelas de Harry Bosch, por ejemplo, ni tenía móvil ni había internet, él usaba un busca. Ver cómo el personaje a lo largo de estos treinta años se ha ido adaptando a todos estos cambios es algo que me satisface muchísimo. Al final, esos avances tecnológicos me parecen muy interesantes, pero también me interesa observar cómo por cada cosa buena que nos trae la tecnología, aparece alguien que intenta usarla en nuestra contra, cosa que creo que es el motor de la buena ficción”.
“Lo que me preocupa –continúa– es que quizás en otros aspectos, en los frentes que no tienen nada que ver con la tecnología, parece que no hemos avanzado mucho. Hace treinta años yo fui periodista en los disturbios de Los Ángeles por mala conducta policial relacionados con el linchamiento de Rodney King, y en ese sentido me da la impresión de que la policía no ha avanzado tanto como lo ha hecho la sociedad en los últimos treinta años. Vemos más que nunca casos de crueldad, de violencia y de racismo y los vemos precisamente gracias a la tecnología. Entonces me pregunto quién vigila a la policía como nos vigilamos a nosotros como sociedad o vigilamos el uso de la tecnología”, reflexiona.
La clave del éxito
Convencido de que lo que buscan sus lectores en sus libros es autenticidad, el escritor explica la importancia que le da a la investigación a la hora de abordar sus novelas. “Harry Bosch no es un personaje real, pero si puedo plantarle los pies en un mundo que parezca realista, donde las calles parezcan de verdad, donde los detalles estén captados de la forma más veraz posible, entonces sé que va a conectar con los lectores. Y en ese sentido hago mucha investigación física, voy a los lugares que aparecen en la novela, me quedo ahí observando y creo que eso me ayuda a capturarlo”.
Sin planificar demasiado, pero sabiendo hacia dónde se dirige, “tanto la investigación como la escritura –afirma– son un proceso muy controlado”. Pero, ¿y de dónde se saca Connelly tantos crímenes? “Hay un puñado de mis novelas que están inspiradas directamente en casos reales”, responde. Para empezar, El eco negro, su primer título, con el que obtuvo el Edgar Adward a la mejor ópera prima, se basaba, en parte, en un crimen real. “Pero no me gusta fijarme en casos muy relevantes –añade–. No me gustaría tomar algo muy conocido y novelizarlo. En Estrella del desierto, de hecho, el caso que persigue a Harry Bosch está basado en un terrible hecho real que sucedió en California. Yo quería que Harry volviera a un caso que no fue capaz de resolver y que le quitaba el sueño porque a mí ese caso me impactó muchísimo, que alguien pudiera tener la sangre fría de secuestrar a una familia y asesinarla al completo, incluidos a los niños, por un mero tema económico realmente es algo que para mí habla mucho de la banalidad del mal”, tercia.
Mientras tanto, afirma que la clave para mantener su ritmo en el oficio consiste básicamente en seguir escribiendo sin distracción. “Todo es una cuestión de coger impulso, la misma inercia que buscan mis lectores para seguir leyendo, la busco yo para seguir escribiendo. Lo más difícil que encuentro cuando me pongo a escribir una novela son las primeras cien páginas, volver a subir la montaña, pero una vez encuentro esa carrerilla todo fluye. Dedico las mañanas a escribir y por las tardes, por ejemplo, muy a menudo me paso por las salas de guionistas de las series que se están haciendo basadas en mis novelas. Eso también alimenta mucho ese impulso del que hablo. Pero mi prioridad, el centro de mi vida, sigue siendo escribir”.
Quizás por esa vocación desmesurada que lo convierte en uno de los autores más prolíficos de la novela negra, no le quede demasiado tiempo para otros estar al tanto de otras lecturas. “No leo muchísima ficción –reconoce-, tiendo leer más ensayo sobre música, películas e incluso deportistas. Es algo que me inspira muchísimo. Sí que coincidí un par de veces con Carlos Ruiz Zafón cuando vivía aquí en Los Ángeles y acabé leyendo sus libros. La suya fue una pérdida terrible, era un gran escritor. No obstante, lo cierto es que cuando la mayoría de gente se dedica a leer yo me dedico a escribir. Sé que a la gente le sorprende que escribiendo yo tantos libros lea tan pocos, pero en este momento de mi vida es así”.
Personajes de serie
Convertido en autor de éxito, Clint Eastwood adaptó al cine Deuda de sangre en 2002 y Brad Furman probó suerte con El inocente, interpretado por Matthew McConaughey. Sin embargo, admite que intenta vivir fuera de ese foco. “Las alabanzas no tienen la mayor importancia”, objeta. No obstante, lo mejor estaría por llegar con las series de El abogado del Lincoln o Bosch, donde él mismo pudo implicarse. Satisfecho con las adaptaciones recientes que se han hecho de su obra, se sincera: “Que hayan llegado en esta época de mi vida también me parece algo positivo, porque hace muchos años que estoy en este negocio y en los primeros años tuve muy poco éxito con Hollywood. Lo que me importa a mí, no obstante, es mantener la integridad de mis personajes. Soy consciente de que hay cambios necesarios al pasar de la página a la pantalla, y mi papel es vigilar que tanto Mickey Haller como Harry Bosch estén bien cuando se les traslada ahí”.
En cuanto a este último trabajo, añade, “es algo bastante parecido, aunque para mí a nivel personal, escribir es mucho más difícil que la implicación en una adaptación. Al final, he puesto mucho más de mí en los libros y por eso mi satisfacción es mucho mayor. Escribir es algo más serio y las adaptaciones me resultan más divertidas. Cuando se estrena la adaptación de algo en lo que yo he gastado muchas horas de investigación o que han pasado a veces incluso décadas desde que lo escribí, verlo de repente en una pantalla es muy emocionante, sobre todo si es una buena adaptación, como es mi caso. Pero no me considero un hombre de Hollywood, yo lo que soy es un hombre de libros”.
De Hollywood o no, lo cierto es que Connelly forma parte del consejo de sabios que, junto a James Patterson o Dennis Lehane, asesoraban al detective privado Castle durante las timbas de póquer que este organizaba en la exitosa ficción televisiva. Ahora recuerda cómicamente su propio cameo en la pequeña pantalla. “Lo de Castle la verdad es que fue muy divertido, aunque también estaba muy nervioso. Yo no soy actor y todo aquello me intimidaba muchísimo, pero me siguieron llamando, así que ni tan mal. En realidad, yo no sabía gran cosa de póquer, quizás no soy tan mal actor al fin y al cabo”, bromea.
Ceder el testigo
Aunque confiesa que siente predilección por Harry Bosch, el más longevo de todos sus protagonistas, señala que lo que le atrae de Mickey Haller es que le permite exponer las grietas del sistema judicial. “Sus libros me permiten combinar esa perspectiva de thriller con la periodística –reflexiona–, y analizar determinados aspectos de la realidad”. No obstante, añade, “todos mis personajes, de algún modo, me reflejan y reflejan unas cualidades de resiliencia y tenacidad para hacer lo que hay que hacer. Yo no soy investigador, pero soy escritor y sí que he trabajado mi carrera literaria con esas dos características”.
Ahora bien, el tiempo pasa y como en la vida real, los personajes van envejeciendo, como vemos en La estrella del desierto, donde Bosch ya ha empezado a asumir su papel como mentor. Además, arguye, Ballard le aporta una nueva peculiaridad. “Ella tiene un trabajo de casos abiertos, que es como viajar en el tiempo, aunque la acción sucede en el presente obliga a bucear en el pasado, recrear de la forma más minuciosa posible el momento en el que se produjo el crimen. Eso es algo que es enormemente divertido de escribir y los escritores vamos a donde está la diversión”.
Pero, más allá de eso, “esta novela –afirma– habla muchísimo de mortalidad. De hecho, se acaba conociendo que Harry tiene cáncer y en el libro que estoy escribiendo ahora vemos cómo se enfrenta a esta enfermedad”. Lo natural entonces, reconoce, es que, en cierto modo, Harry le pase el testigo a Ballard. “Tampoco sé cuántos libros me quedan a mí, tengo 67 años, pero me gusta pensar que voy a escribir sobre Harry mientras siga escribiendo, aunque al final es posible que Renée acabé asumiendo más protagonismo, ya que es el personaje más joven que tengo en mis libros”, concluye.