Nunccio Ordine / Foto: Acantilado.

Nunccio Ordine / Foto: Acantilado.

Letras

Nuccio Ordine, un Princesa de Asturias póstumo: retrato de urgencia del sabio amigo

Especialista en la cultura del Renacimiento, el ensayista italiano fue uno de los últimos grandes maestros de nuestro tiempo, empeñado en difundir la cultura clásica para afrontar el porvenir con esperanza.

19 octubre, 2023 02:46

Escribir con alegría, eso me he propuesto, porque Nuccio Ordine (1958-2023) era tan vital, activo, vigoroso, simpático e intenso que cualquier otro modo de escribir sobre él sería traicionarlo. Así que debo hacer un gran esfuerzo al pensar estas líneas para que no se me escape ni una palabra gris, ni el más mínimo tono elegíaco, porque quiero honrar con alegría a quien pasó por nuestras vidas con alegría. Tampoco enumeraré aquí sus enormes méritos académicos, fruto de años y años de estudio e investigación, y que quedaron para él felizmente eclipsados por su vocación de comunicador. No los mencionaré porque, aunque jamás los ocultó, siempre quiso que el lector le conociera de otro modo, en otra faceta.

Quería que los lectores se acercasen a él y encontraran aquello que siempre defendió dentro y fuera de las aulas: conocimiento, compañía y guía, es decir, magisterio. Esta defensa –el apostolado laico, como lo llamábamos a menudo bromeando– del conocimiento como un medio para alcanzar la libertad y una vida más plena, así como para crear una sociedad más justa, igualitaria y cabal, fue la que ocupó su cabeza, su energía y su corazón hasta el último momento.

Porque Nuccio nos recordó que solo una sociedad instruida es capaz de leer su tiempo y de entender su devenir; y que la obligación del sistema educativo es educar a ciudadanos y para este fin las disciplinas humanísticas, denostadas y arrinconadas en los planes de estudio actuales, son vitales. Así que no es extraño que tantos maestros que lo escucharon se sintieran alentados para continuar, y tantos alumnos o lectores sintiéramos que el camino escogido tenía sentido.

La defensa del conocimiento para alcanzar la libertad, una vida más plena y una sociedad más justa, ocupó su corazón

Aun siendo tan importante todo esto, tampoco es sobre lo que hoy querría escribir. Me gustaría encontrar el tono justo para hablar del amigo: Nuccio era alto, fuerte y robusto, parecía que el suelo vibrase cuando caminaba, porque cada paso transmitía la energía de un cuerpo inquieto, poco dado al reposo. Su voz era grave, sonora; él era de risa fácil, pero vehemente, le gustaba ser escuchado (mucho) y sabía escuchar. Vestía siempre de oscuro, con sencillez, como si el “uniforme” (así lo llamaba yo) le diera seguridad y mostrara su carácter, el de quien no invierte más que el tiempo necesario en aquello que considera secundario.

En la solapa de su chaqueta lucía siempre, con orgullo pero con discreción, la insignia de la Orden de la Legión de Honor de Francia. Amaba la vida y amaba lo que esta le ofrecía con la misma intensidad que ponía en todo. Le gustaba cocinar, y comer, y era capaz de viajar desde su pueblo de Calabria hasta Barcelona con una escueta maleta que contenía una ristra gigante de peperoncino, varios embutidos al hinojo, pan rallado de grisini, bolsas de pasta y, por supuesto, los famosos higos bañados en chocolate de Pierino.

Durante los años que pudimos compartir, ambos pasamos por muchas cosas y, sin duda alguna, de todas me quedo con las lágrimas del 4 de mayo de este año, cuando supo que se le había concedido el Premio Princesa de Asturias de Comunicación. Aquel día hablamos siete veces por teléfono; estaba desbordado por la alegría. El premio llegaba en un momento extraordinario y él sentía que su voz, su empeño y su entrega habían valido la pena.

No pudimos despedirnos; tres días antes de ingresar de urgencia en el hospital nos habíamos emplazado para una llamada que nunca llegó. Pero tuve la enorme fortuna de disfrutarlo, porque hay personas en esta vida a las que simplemente disfrutamos, y que, como Nuccio, han conseguido hacer suyas las palabras de Camus: “No camines detrás de mí; no te guiaré. No camines delante de mí; te seguiré. Sólo camina a mi lado y sé mi amigo”.