Un Lobo Antunes poético y despiadado vuelve a la cruenta guerra de Angola en su nueva novela
El escritor aborda en 'Hasta que las piedras se vuelvan más ligeras que el agua' la espiral de deshumanización de un conflicto que duró 14 años.
3 enero, 2024 01:50Las guerras proporcionan lecciones terribles, como que la agonía de un ser humano se parece extraordinariamente a la de un animal. António Lobo Antunes (Lisboa, 1942) sirvió en la guerra de Angola como médico militar durante más de dos años y en toda su obra se aprecia el eco de esa experiencia. En su última novela, Hasta que las piedras se vuelvan más ligeras que el agua, aborda una vez más la espiral de deshumanización de un conflicto que duró 14 años y dejó un rastro de 800.000 muertos y 4 millones de refugiados.
Ninguno de los dos bandos escatimó la crueldad con el adversario. Lobo Antunes narra la peripecia de un militar portugués que asalta una choza y corta las orejas y las manos de una mujer antes de acabar con su vida. Sin embargo, su cuchillo se abstiene de degollar a su hijo, casi un bebé. No es un gesto de compasión, sino de hastío. Aunque lo adopta, nunca ocultará el desprecio que le inspira el color de su piel. Y el niño crecerá odiándole y con el anhelo de vengar el agravio sufrido.
Lobo Antunes hila una trama con la atmósfera de las tragedias griegas y los grandes relatos del Antiguo Testamento. Y le imprime profundidad, desdoblándola en el tiempo y el espacio. El relato transita constantemente de Angola a Lisboa, sin respetar las normas aristotélicas que exigen un desarrollo lineal y transparente. El lector puede experimentar la sensación de extraviarse en el caos, pero es un desorden fecundo. Lobo Antunes es un maestro de la introspección. Su forma de narrar, similar a la de autores como Hermann Broch, Céline, Proust o Clarice Lispector, le permite bajar hasta lo más profundo.
[António Lobo Antunes, una perturbadora mirada a la demencia y la muerte]
Gracias a las reiteraciones, las dislocaciones y las omisiones, sentimos el tacto del amor, el rencor o el desengaño. Lobo Antunes no aporta atisbos de esperanza. Su mirada es profundamente pesimista. La especie humana se mueve por impulsos primarios, como el deseo sexual, la codicia material y la ambición de poder. A pesar de esa perspectiva áspera, la novela está salpicada de notas líricas, con grandes dosis de intuición, belleza e incluso ternura. Las fosas saturadas de cadáveres no pueden sofocar la obstinación de la vida.
Aunque la tierra bajo la que yacen los cadáveres parece un sepulcro inviolable, la fuerza de la gravedad no puede evitar que las piedras se vuelvan más ligeras que el agua. La materia no puede ahogar la fuerza ascendente de los recuerdos y el poder de la imaginación para convocar y revivir el pasado. El ayer siempre regresa. La familia portuguesa que ocupa el centro del relato sufrirá las consecuencias de la guerra, precipitándose en el abismo del miedo, la culpa y el rencor. La violencia mata el cuerpo, pero también reduce a ruinas el espíritu.
Lobo Antunes hila una trama con la atmósfera de las tragedias griegas. Y le imprime profundidad
Lobo Antunes merece el Nobel, pero quizás nunca lo reciba. No le preocupa. Cuando le han preguntado por el galardón, ha contestado: “Me cago en el Nobel. Los premios no mejoran los libros”. A pesar de haber superado la barrera de los 80, su literatura no ha perdido sus cualidades esenciales: intensidad, lirismo, hondura. Sería absurdo buscar en ella conceptos como el perdón o la expiación, pero siempre nos toparemos con una dolorosa lucidez.
Poética y despiadada, Hasta que las piedras... redunda en una de sus ideas esenciales: la clarividencia es la única cualidad que exime al ser humano de ser una criatura miserable. Pienso que Esquilo y Nietzsche suscribirían esta trágica sabiduría.