De Alejandría en los años 20 a la Atenas ocupada por los fascistas con la escritora griega María Iordanidu
La valiente autora convirtió los azares y peligros de las dos guerras mundiales en un valiosísimo material literario en su novela 'Como pájaros atolondrados'.
14 enero, 2024 01:08La escritora griega María Iordanidu (1897-1989) fue una de esas mujeres valientes y adelantadas a su época a la que los azares y peligros de las dos guerras mundiales del pasado siglo condicionaron la vida tanto como le proporcionaron un valiosísimo material literario del que supo sacar buen partido.
Ana, la protagonista de Como pájaros atolondrados, y su abuela Loxandra son dos figuras literarias íntimamente unidas en un mismo impulso. Esta novela cierra el ciclo de sus dos anteriores, Loxandra y Vacaciones en el Cáucaso. La Constantinopla de entreguerras, la Alejandría de los años 20 y la Atenas ocupada por los fascistas italianos y los nazis (donde la autora fue perseguida y detenida) propician un fértil tejido autobiográfico para esta políglota ciudadana del mundo y su personaje central. La Primera Guerra, por ejemplo, la sorprendió de adolescente veraneando en territorio ruso y tuvo que permanecer allí cinco años por el conflicto y por la Revolución.
En Como pájaros atolondrados la historia se inicia en Estambul, precisamente cuando Ana regresa de Stávropol, Rusia. La familia, acostumbrada a esplendores, va a menos. Se trasladan madre e hija a Egipto, a Alejandría, y años después a la Atenas que más tarde ocupan las tropas de Mussolini. El mundo enloquece y ya en la primera frase del libro, doña Klío (madre de la protagonista) menciona a “los malditos” (empezando por el káiser) que tanto han trastornado las vidas de la gente, causado exilios, pobreza, separaciones familiares, bombardeos en las ciudades en nuevas formas de combate. Son tiempos agitados y extraños, Klío y su hermana Agathó (tía de la protagonista) desde las pérdidas “intentan entender por qué los seres humanos hacen cosas que les acarrean su propia ruina”.
En los inicios, Ana consigue trabajo en una gran empresa norteamericana en el mismo Estambul. La envían después a la nueva filial egipcia, en Alejandría, durante tres años, donde lleva a su madre. Es 1920. Al principio viven en el ático de una pensión belga, al menos en la parte buena y lujosa de la ciudad, no en los peligrosos e insalubres barrios ocupados por los árabes. Aun así no es un lugar seguro. Consiguen trasladarse a una agradable casa donde logran prosperar.
Por su parte la tía Agathó también ha tenido que abandonar Constantinopla y trasladarse a Sudáfrica con sus hijos. “¿Acaso es nuestra culpa que el mundo esté como un pájaro atolondrado?”, se preguntan en la página 37.
Ana, llena de inquietudes culturales, tiene que aceptar una vida de oficinista en compañías internacionales petroleras, pero nunca pierde la idea de mejorar personal y familiarmente. En Alejandría se apasiona con el nuevo Partido Comunista de Egipto, al que luego verá las limitaciones.
La repentina boda con el Maestro no será una buena decisión: regresan a una Atenas empobrecida, agitada por la inestabilidad política y las persecuciones de izquierdistas, perdiendo el estatus que hasta ahora disfrutaban y luchando por volver a encontrar trabajo. Pero es una Atenas también de gente humilde, digna y esforzada, donde Ana es madre en dos ocasiones, donde decide separarse y donde nada la detiene para salir adelante. Busca prosperar de nuevo y hacerse incluso una casa en la costa, en la zona soñada del Elinikó.
La invasión italiana de Grecia ocupa la parte final de la novela. Un texto montado sobre diálogos fluidos y llenos de gracia, ironía y vida. Perfección expresiva, prosa ágil y elegante, la memoria de una estela de personajes curiosos, conectados a menudo con elementos mágicos, creencias, rituales, supersticiones de aquí y de allá.