Jesús Carrasco. Iván Giménez / Seix Barral

Jesús Carrasco. Iván Giménez / Seix Barral

Letras

'Elogio de las manos', la nueva novela de Jesús Carrasco: aventuras de un manitas obseso

El Biblioteca Breve de Seix Barral ha elegido este año una obra que devuelve la dignidad perdida a los premios comerciales de narrativa.

20 marzo, 2024 02:07

Vaya por delante la celebración de la última convocatoria del Biblioteca Breve. Los premios comerciales de narrativa llevan una trayectoria reciente pésima, bochornosa, volcados en narraciones comerciales y oportunistas, carentes del mínimo valor literario.

Elogio de las manos

Jesús Carrasco

Premio Biblioteca Breve. Seix Barral, 2024. 368 páginas. 20,90 €

El veterano concurso de Seix Barral ha elegido este año, en cambio, una obra que les devuelve la dignidad perdida. Se lo ha llevado un libro original y arriesgado. No está el fallo libre de sospecha, pues ha caído en un autor de la escudería de la editorial, Jesús Carrasco (Olivenza, Badajoz, 1972), quien ya tuvo con Intemperie notable éxito. Pero, se tase punto arriba o abajo el mérito de Elogio de las manos, merece un gran respeto artístico. Se podrá discutir su acierto, pero es literatura seria.

Elogio de las manos no resulta fácil de clasificar. El calificativo ‘novela’ le corresponde solo con el criterio muy laxo con que hoy se define el género. Más bien tira al ensayo. Quizás habría que hablar de una especulación ficcionalizada. Tampoco estaría mal llamarla novela de tesis. Hago estas observaciones no por entrar en un debate taxonómico sino por trasmitir de forma clara una idea certera del libro. A la cual habría que añadir otro par de rasgos.

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El relato paga tributo a la pandemia de la autoficción porque datos esenciales del narrador y protagonista coinciden con la experiencia profesional y vital del propio Carrasco. Además hay un fuerte componente metanarrativo, pues se cuenta cómo surge y se desarrolla la idea de escribir el libro que leemos. El título expone con claridad su tesis central.

En sí misma, la reivindicación de la actividad manual no ofrece gran novedad, ya que fuertes corrientes de la psicología proclaman los efectos saludables para la mente del trabajo con las manos. Lo que distingue a Carrasco es tanto el ejemplificar esa creencia haciéndola carne de una familia imaginaria (más o menos, supongo) como acometer un auténtico apostolado y un inequívoco proselitismo a partir de lo que hacen unos pocos personajes.

Aunque es reiterativa y algo retórica, más voluntariosa que lograda, es interesante y merece la pena

El componente imaginativo del ensayo novelesco consiste en dotarle de un argumento. El narrador se instala con su familia en una casa en ruinas de un pueblo costero andaluz. Se la ha prestado el dueño mientras solventa una crisis económica pasajera y obtiene medios para levantar un complejo urbanístico. Al cabo de diez años se cumple el temido desalojo. Mientras, el entusiasta narrador, con la incondicional ayuda de la mujer y de un cuñado, lleva a cabo la reparación y ampliación de la residencia y establece estrechas relaciones con otros vecinos empapados de sabiduría popular.

A esta trama se adosan las fervorosas proclamas del protagonista a favor de la actividad manual. Aunque el autor lo quiera mostrar como afición de un poliédrico manitas se convierte en una enfermiza obsesión más digna de tratamiento psiquiátrico que de aplauso. Junto a esas arengas, se predican las bondades del campo y de la naturaleza.

Se presenta así un mundo inocente e idílico que viene a ser una refutación drástica del drama rural, género en el que prevalecen las miserias materiales y los instintos primitivos. Todo en Jesús Carrasco es bondad y encantamiento. Ni siquiera la muerte, varias veces presente, altera esa estampa panglosiana en cuyo fondo late una visión muy conservadora del mundo.

La minuciosidad exigible al trabajo manual debe aplicarse también a la escritura, sostiene el narrador. No anda aquí, sin embargo, muy fino Carrasco y su texto adolece de descuidos, repeticiones e inexactitudes. La precipitación produce expresiones tan torpes como ésta: había dos puertas y metió la llave “en la cerradura de la de la derecha”. El saldo global es una novela reiterativa y algo retórica, más voluntariosa que lograda, pero no por ello poco interesante. Merece la pena leerla.