
Vicente Molina Foix y Javier Lostalé en Velintonia, durante el rodaje del documental. Foto: Jonás Peña
'Velintonia 3', el documental que devuelve la vida a la casa de Vicente Aleixandre en plena disputa por su futuro
El Festival de Málaga estrena la emotiva película sobre el punto de reunión de todas las generaciones de poetas desde el 27, en estado de abandono por el desacuerdo entre herederos y administraciones.
Más información: La eterna disputa por Velintonia, la casa abandonada de Vicente Aleixandre
Velintonia es, y siempre será, de manera oficial o extraoficial, la casa de la poesía. Es la vivienda que habitó durante casi toda su vida Vicente Aleixandre (Sevilla, 1898-Madrid, 1984), el poeta generoso que consideraba la amistad como la forma más pura del amor porque no espera nada a cambio.
Es la casa cuyas puertas abrió el escritor a todo aquel que quisiera visitarle; el lugar de encuentro de la Generación del 27 y de todas las generaciones posteriores de poetas españoles; un oasis de la palabra y la libertad en medio del franquismo, y donde el ganador del Premio Nobel de Literatura de 1977 vivió su exilio interior. "Nunca perdimos ni perderemos España del todo mientras viva Vicente Aleixandre en Velintonia", dijo Max Aub.
La casa se ubica en el distrito madrileño de Chamberí, entre Cuatro Caminos y la Ciudad Universitaria. Está en el número 3 de la calle que lleva el nombre del poeta, y que antiguamente se llamaba calle Wellingtonia, palabra que Aleixandre castellanizó e incluyó en la RAE, y que designa a la secuoya gigante especie de árbol más grande del mundo.
Aleixandre murió en 1984, y dos años después falleció su hermana Conchita. Desde entonces está abandonada y en los últimos años ha sido y es motivo de disputa entre sus herederos, entre las administraciones públicas, y entre los primeros con las segundas. La Comunidad de Madrid y el Ministerio de Cultura no se ponen de acuerdo para comprar la casa y convertirla en lo que debería ser según la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre y buena parte del mundo de la cultura: un centro dedicado a la poesía, a la memoria del escritor y a la de todos los que pasaron por ella.
Su sobrina segunda, Amaya Aleixandre, posee el 60 % de la propiedad y el resto corresponde a cuatro familiares de la otra rama de la familia del poeta, los Merlo, como explicó El Cultural en este reportaje de 2022. En los últimos tres años, la casa ha salido a subasta judicial tres veces. La primera quedó desierta; en la segunda, la Comunidad de Madrid quiso comprarla por el precio mínimo (3,2 millones de euros) para convertirlo en un centro cultural. Según informó ABC, el Ministerio de Cultura habría torpedeado la operación al informar a los herederos de que este departamento del Gobierno central estaría dispuesto a pagar 3,5 millones, por lo que Amaya Aleixandre impugnó la subasta y el juez le dio la razón.

Fachada de la casa de Vicente Aleixandre. Foto: Concha de la Rosa
El pasado sábado, con su publicación en el BOE, comenzó el tercer intento de subasta, con el mismo mecanismo que los dos anteriores: el valor adjudicado al chalé es de 4,56 millones de euros aproximadamente, pero si nadie llega a esa cantidad, se venderá al mejor postor siempre que la puja alcance el 70 %, es decir, la cantidad que ofrece la Comunidad.
La meca de los poetas
Aquejado desde joven de serios problemas de salud —le extirparon un riñón antes de cumplir los 30 años—, Aleixandre apenas podía salir de esa casa, pero consiguió que fuera el mundo exterior el que viniera a visitarle continuamente. Velintonia fue el punto de reunión de sus compañeros de generación, la del 27, desde el mayor, Pedro Salinas, hasta “el benjamín”, Manuel Altolaguirre, pasando por Cernuda, Alberti, Dámaso Alonso y Gerardo Diego.
Fue la casa en la que Federico García Lorca tocaba el piano y hacía que el resto de invitados “se retorciera de risa” con sus ingeniosas ocurrencias. También donde leyó por primera vez sus Sonetos del amor oscuro.
Fue también la casa a la que, durante la guerra, Miguel Hernández le llevaba a Aleixandre, postrado en la cama, sacos de naranjas, llenando la estancia de esos pequeños “luceros luminosos”, como escribiría el poeta.
También es la casa a la que acudiría años después la generación de los Novísimos. Uno de ellos era un joven Vicente Molina Foix de 18 años cuando estudiaba en la Complutense. "Mis compañeros se sorprendían de que mi plan para pasar una tarde libre fuera ir a visitar a un poeta de sesenta y tantos años, pero para mí no había mayor diversión que ir allí y pasar horas hablando, preguntando y respondiendo a alguien con tanta curiosidad y que irradiaba semejante sabiduría poética", explica el escritor a El Cultural. "Era el mejor alimento espiritual para un joven como yo".

Jaime Siles y Antonio Colinas durante el rodaje de 'Velintonia 3', en la casa de Aleixandre. Foto: Jonás Peña
Molina Foix, que continuó yendo a Velintonia hasta la muerte del poeta, es uno de los escritores que vuelven a pisar la casa de Aleixandre, más de 40 años después de aquello, en el documental Velintonia 3, dirigido por Javier Vila Galarza, que se estrena este jueves en el Festival de Málaga y próximamente podrá verse en salas.
En la película aparecen también, charlando sobre Aleixandre y recordando sus momentos en Velintonia, Antonio Colinas, Jaime Siles, Javier Lostalé, Guillermo Carnero, Dionisio Cañas, Marcos Ricardo Barnatán y Rosa Pereda, que hizo a Aleixandre una entrevista cuando ganó el Nobel que dio la vuelta al mundo.
"Era muy emocionante sentarte allí y que te dijera: 'Ahí donde estás sentado tú, aquel día estaba Federico'. Sentías la vibración de la historia en ese lugar", recuerda Molina Foix, que confía en que finalmente se mantenga vivo el legado de Aleixandre y todos los autores que pasaron por su casa. "No es un capricho ni es un fetichismo, sino una manera de conectar con una de las páginas mas gloriosas de la literatura española moderna y contemporánea. Merece la pena que haya un esfuerzo último e insistente y que entre todos podamos conservar Velintonia", opina el escritor.
Una historia coral
En este documental de creación, producido por MLK Producciones y Surnames Narradores Transmedia con participación de Canal Sur y Televisión Española, el director "crea" ante la cámara la realidad que quiere filmar. El principal objeto de la película es una casa, un tiempo que ya pasó y un autor que ya no está entre nosotros. Por eso construye la historia a través de los recuerdos de los entrevistados y las explicaciones de Alejandro Sanz, el presidente de la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre.

Acción poética en Velintonia que aparece en el documental
También da cuerpo al largometraje organizando y filmando una velada poética parecida a las que las asociación ha celebrado allí en los últimos años, con lecturas de poemas por parte de jóvenes autores, actos simbólicos como el encendido de unas velas en cáscaras de naranjas (un guiño a la relación entre Aleixandre y Miguel Hernández) y una performance con campanas y voz de los artistas sonoros Llorenç Barber y Montserrat Palacios.
La película cuenta también con actores como Antonio de la Torre, Ana Fernández, Manolo Solo y Mona Martínez, que prestan su voz a los poemas y cartas de Vicente Aleixandre. También aparece, al final de la película, Miguel Rivera, del grupo Maga, interpretando la canción que dedicó a la casa y gracias a la cual el cineasta conoció la historia de Velintonia y se decidió a dedicarle un documental.

Antonio de la Torre durante el rodaje de 'Velintonia 3'. Foto: Laura León
Vila, que visitó por primera vez Velintonia en 2019 y ha dedicado al proyecto más de un año de trabajo exclusivo, opta en su película por no meterse apenas en el lío de la herencia y el futuro de la casa. Tan solo se advierte en un plano, a lo lejos, un cartel de "se vende", y al comienzo de la película se lee un fragmento de un artículo de 2009 en el que Colinas lamentaba el abandono de la casa. Ante un culebrón que cada pocos meses suma un nuevo capítulo, la opción más inteligente era esta, la de hacer una película intemporal que consigue transmitir al espectador la importancia de la casa rememorando los encuentros únicos que allí se dieron. El resultado es tan fascinante como conmovedor, sin caer en la sensiblería. Y lo mismo cabe decir de la música compuesta por Isabel Royán, que acompaña a la perfección el tono de la película.
"Hubo un momento en que me vi enterrado en información. Tenía como 70 u 80 piezas diferentes para armar la película. De cada hilo que tiraba podría haber hecho un documental. Por eso, ante la duda, me aferro a la casa, la uso como hilo que va tejiendo la historia", explica el director, que se alegra de haber podido cocer el proyecto "a fuego medio", con unos tiempos más dilatados de lo habitual en el sector audiovisual.
Más allá de contar la historia de la casa y la labor didáctica de explicar la obra de Vicente Aleixandre a través de los poetas que lo frecuentaron, Vila quería aportar algo más con la parte performativa del documental: "Mostramos un futuro hipotético en el que la casa vuelve a ser lo que fue, lo que nos gustaría que fuera, con esta vocación que tuvo de sitio de reunión".