Image: Pakistán. El Corán y la espada

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Ensayo

Pakistán. El Corán y la espada

Plamen Tonchev

24 enero, 2008 01:00

Homenaje a Benazir Bhuto, en Islamabad

Trad. Alicia García Ruiz. La Catarata, 2007. 252 pp., 18 e.

En poco más de un año el presidente pakistaní, Pervez Musharraf, ha pasado de ser el gran aliado de Occidente en el sur de Asia y el dirigente más popular de su país desde su fundador, Mohamed Ali Jinnah, a uno de sus peores dictadores, que ya es difícil, y Pakistán, santuario principal de Al Qaeda desde el 11-S, se ha convertido en la bomba de relojería más peligrosa del planeta. Si nos fiamos de los principales medios internacionales -"Newsweek" del 21 de enero sin ir más lejos-, el agujero negro en que se ha convertido la primera potencia nuclear islámica es el resultado trágico de la represión desatada desde finales de 2006 por Musharraf para permanecer en el poder.

En Pakistán, el Corán y la Espada, Plamen Tonchev, director del departamento de Asia en el Instituto de Relaciones Económicas Internacionales de Atenas, nos muestra una realidad mucho más compleja. En 250 páginas que se leen como la mejor novela de aventuras y que el tribunal más exigente de doctorado calificaría con un sobresaliente cum laude, describe la historia, tan apasionante como ignorada por nuestros lares, de la "tierra de la pureza" (eso significa Pakistán) desde la civilización del Indo en los años 3000-2000 a.C. hasta el Pakistán de hoy: una dictadura militar armada con el Corán y la bomba atómica.

Si un buen libro es aquél que, comenzada su lectura, te engancha como droga dura hasta la última página, éste es uno de ellos. Es difícil contar más y mejor sobre la historia de un país tan compliado. No olvidemos que explicar Pakistán exige explicar también lo que es la India, pues forman parte del mismo cuerpo, un cuerpo demediado desde 1947, pero imposible de comprender sin seguir observando con atención cada una de sus tres partes. La tercera es Bangladesh, desgajada de Pakistán en 1971.

Tonchev lo logra con un lenguaje limpio, casi telegráfico, una estructura sencilla y una destilación excelente de la mejor bibliografía sobre el país elegido (165 citas bibliográficas en total), que completa con 33 tablas de la historia, los partidos, la demografía, la sociología y los presupuestos del país. Todo en 250 páginas, sin caer en ninguno de los vicios habituales de los académicos: la pesadez o la espesura. La estructura se divide en dos partes. La primera, "Pakistán en el mapa", recoge en 6 capítulos los estratos de pueblos, lenguas, religiones y culturas que han ido sedimentando el territorio que se extiende desde las cumbres del Himalaya hasta las arenas del mar de Arabia, y en un séptimo capítulo el conflicto de Cachemira, la más grave de las 4 disputas territoriales pendientes de solución con la India desde la partición.

En la segunda parte, "Pakistán desde dentro", desbroza los males políticos, económicos, sociales y militares que gangrenan el país desde su nacimiento, analiza lo que pudo ser y no fue, y se adentra en los riesgos internos y externos actuales. La islamización creciente de Pakistán -su escoramiento hacia la vía del "Corán bajo la espada"- la inicia Zulfikar Ali Bhutto, el padre de Benazir, en los setenta, la intensifica su verdugo y sucesor, Zia-ul Haq, con todas las bendiciones de Occidente por su ayuda en la guerra contra los soviéticos en Afganistán y la ha rentabilizado como nadie Musharraf, pero nunca ha dejado de ser, según el autor, una herramienta de los militares para legitimar su dictadura a medida que han ido perdiendo todas las demás fuentes de legitimación.

Pakistán nació en un parto prematuro, fruto del cruce caótico de dos mitos: el de "la tierra prometida" que inspiró a los mohajir y los condujo hasta Pakistán, donde se encontraron marginados, y el resentimiento hindú, que envenenó la actitud de los dirigentes del Partido del Congreso hacia el paraíso soñado de una India unida independiente en la que hindúes y musulmanes hubieran convivido en paz. La huella indeleble de la India medieval, la explotación británica, la sangrienta partición, el mar de pobreza, la corrupción rampante, el fracaso de los políticos en la era de la inocencia (1947-1958), los cuatro golpes militares sufridos desde entonces, la Guerra Fría, Afganistán y Al Qaeda han producido un engendro talibanizado en crisis política permanente. Musharraf no es la excepción, sino otro general más haciendo lo mismo.

¿Otro Estado fallido o cuasi-Estado? "Podría calificarse mejor con el término de Estado potencialmente fallido, en contraste con el Estado fallido de Afganistán", concluye Tonchev (p. 210).

El 27 de diciembre, un atentado acababa con la vida de Benazir Bhutto en plena campaña electoral de Pakistán, pero pocas semanas antes había terminado Reconciliation, un extenso ensayo en el que Bhutto desmentía la idea de que el extremismo sea inherente al Islam y analizaba los caminos para conciliar y hacer arraigar la democracia en los sistemas de gobierno de países islámicos. Inédito incluso en inglés, en marzo lo lanza Belaqva, y será publicado por Harper Collins en Estados Unidos, y por Simon & Schuster en el Reino Unido el 18 de febrero.