Image: La Monarquía necesaria

Image: La Monarquía necesaria

Ensayo

La Monarquía necesaria

Tom Burns Marañón

31 enero, 2008 01:00

Tom Burns. Foto: Carlos Miralles

Planeta. Barcelona, 2007. 200 páginas, 22’50 euros

Para muchos historiadores de la España de las últimas décadas, y para la mayoría de los politólogos que han estudiado en profundidad el proceso de la transición política que permitió la transformación de la dictadura franquista en una democracia, siempre ha resultado indudable el extraordinario papel que el rey Don Juan Carlos jugó en ese proceso. José María de Areilza acuñaría la imagen del "motor del cambio" para referirse a esa actuación y Charles Powell, uno de los historiadores que mejor conocen el periodo, llamó al Rey "el piloto del cambio".

Esas apreciaciones no dejaban de tener algo de sorprendentes por cuanto, en el momento de la muerte de Francisco Franco en noviembre de 1975, resultaba dudosa la continuidad de una Monarquía que se suponía que podría perpetuar los principios doctrinales del franquismo, y que estaría desempeñada por un príncipe joven, de treinta y siete años, que parecía haber roto los lazos de la legitimidad dinástica, al aceptar la Corona de las manos del dictador.

Don Juan Carlos, sin embargo, tenía ya tomada la decisión de hacer una Monarquía en la que cupiesen todos los españoles y, al cumplirse tres años del inicio del proceso de transición, España se había dado una Constitución en la que se configuraba como un Estado social y democrático de Derecho. La Monarquía, con el apoyo generoso de miles de españoles, parecía haber demostrado que, después de más de cuarenta años de ausencia de la vida española, volvía a ser una institución necesaria para la armoniosa articulación de la sociedad.

Esa es, en todo caso, la opinión de Tom Burns Marañón (Londres, 1948), un agudo ensayista, con una larga experiencia como corresponsal de prensa en España que, anteriormente, nos había brindado apasionantes perspectivas de la vida política española con la serie de conversaciones que dedicó, entre 1995 y 1997, al socialismo español, a la derecha, y al propio Rey. El atractivo de esos libros dependía, en buena medida, de su excelente formación como historiador, de su capacidad para realizar análisis penetrantes, de su facilidad para exponerlos con un estilo literario muy directo y atractivo y, finalmente, pero no lo menos importante -por parafrasear una conocida expresión inglesa- por su familiaridad con unos medios políticos e intelectuales que conoce a la perfección. El resultado es un abierto alegato monárquico en el que parte del paralelo con la monarquía británica para establecer la existencia de instituciones que son necesarias a pesar de resultar difícilmente asimilables con los principios de igualdad que parecen regir en las sociedades democráticas contemporáneas. En el caso de la Monarquía personificada por el rey Don Juan Carlos el autor llega a decir que "la institución es consustancial a la personalidad de España" (página 45) y entiende que, en realidad, los excepcionales y transitorios, fueron aquellos periodos en los que la Monarquía no existió.

Desde esa perspectiva, el autor se plantea las posibilidades de que el ferviente "juancarlismo" que se difundió en España a raíz de los éxitos iniciales de la transición política se transforme en un efectiva adhesión a la institución monárquica. La cuestión tiene especial sentido en un momento en el que parece abrirse paso un nuevo discurso republicano, alentado desde altas instancias del gobierno, en el que la Monarquía parecería que habría dejado de ser necesaria y, por lo tanto, carecería ya de sentido. Se trataría de una situación para la que el autor reconoce que puede dar "pocas respuestas" aunque no dude de que la Monarquía siga siendo una institución necesaria, al igual que lo fue en otras épocas.

Para ilustrarlo el autor realiza un largo recorrido histórico que arranca del derrocamiento de la Monarquía de Alfonso XIII en 1931, hasta llegar a la transición política, pasando por las tormentosas relaciones entre Don Juan de Borbón y el dictador. A partir del verano del año 1969, con el nombramiento del príncipe Don Juan Carlos de Borbón como sucesor de Franco a título de Rey, se dieron los primeros pasos para la puesta en marcha un régimen de convivencia que ha permitido la normalización de la vida española en el contexto de las sociedades occidentales. Los problemas, sin embargo, no han hecho sino agudizarse en los últimos años con las exigencias nacionalistas y el nuevo clima antimonárquico que parece haberse instalado en la izquierda, sin que los sectores liberal conservadores se hayan sentido llamados a contrarrestar esas opiniones críticas.

Algunos de los aspectos más recientes e inquietantes ni siquiera han podido ser de la atención del autor cuando se plantea la posibilidad, en un nuevo marco constitucional y de papel que el Rey podría jugar en él. Unos problemas que no le hacen desistir de la idea de que la Monarquía sigue siendo hoy día necesaria, aunque también reconozca que "reinar en España no es tarea fácil".