Image: Mola frente a Franco

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Ensayo

Mola frente a Franco

B. Félix Maíz. Pról. Jaime Ignacio del Burgo.

28 febrero, 2008 01:00

Franco y Mola, detrás, a la dcha. Foto: Archivo.

Laoconte Ed. Pamplona, 2008. 575 páginas, 24 euros.

Félix Maíz (1900-1980) fue ayudante civil del general Emilio Mola desde poco después de la llegada de éste a Pamplona en marzo de 1936, como Gobernador Militar, hasta la muerte del general, en un accidente de aviación el día 3 de junio de junio de 1937, cuando volaba desde Vitoria a Burgos. Fue testigo privilegiado, por lo tanto, de las gestiones que Mola realizó durante la primavera de 1936 para la preparación del pronunciamiento militar que provocaría la guerra civil. Mola fue el "Director" indiscutido de aquellos preparativos y, en cierto modo, la persona que mejor conocía las claves y los objetivos de un levantamiento del que se esperaba una revisión a fondo de la situación política existente, aunque a nadie se le hubiera pasado inicialmente por la cabeza el tránsito a una dictadura como la que establecería Franco.

El testimonio de Maíz ya era conocido en buena medida porque, en 1952, ya había publicado en Pamplona el libro Alzamiento en España: de un diario de la conspiración. Fue un temprano testimonio -muy útil para cuantos historiadores se han ocupado del periodo- de las difíciles gestiones que Mola tuvo que realizar, durante aquella primavera, con sus colegas de generalato y, sobre todo, la complicadísima tarea de sumar al levantamiento militar a los elementos carlistas, que se manifestaban abiertamente incompatibles con la República y que hicieron una cuestión de principio el restablecimiento de la bandera tradicional roja y gualda frente a la bandera tricolor republicana. El acuerdo solo se conseguiría alcanzar in extremis, pero aseguraría a Mola un notable respaldo social y una fuerza de choque muy consistente, que se convertiría en una de las principales bazas de los sublevados durante los primeros días de la insurrección.

Después de la muerte del general Franco, Maíz publicaría un segundo libro -Mola, aquel hombre, 1976- que, desde un título que evocaba el de una película dedicada a Franco unos años antes, parecía sugerir una cierta distancia entre ambos generales.

Esa distancia, casi en los límites de la rivalidad, es ya patente en este nuevo volumen que recoge una crónica del primer año de la guerra. Parece que Maíz trabajó en su redacción hasta pocos meses antes de su muerte. El libro aparece precedido de una larga e intencionada introducción histórica realizada por Jaime Ignacio del Burgo, ex presidente de la Comunidad Foral de Navarra, y persona que ha sabido combinar un constante protagonismo en la vida política con una notable presencia en el campo del análisis político. En el ensayo que abre esta obra, Del Burgo alude al espíritu de concordia y reconciliación que presidió la transición política española como el más adecuado para abordar el estudio del pasado y cerrar las heridas abiertas por el enfrentamiento civil.

Por lo que hace al testimonio del propio Maíz, se trata de una crónica de acontecimientos que parece descansar en los apuntes personales del autor y en donde se relata, con anotaciones algo esquemáticas, la marcha de los acontecimientos militares y políticos de aquellos casi 11 meses de conflicto. Desde un primer momento quedan patentes las divergencias entre Mola, que exige un cumplimiento rápido y riguroso de sus instrucciones para la insurrección, y un Franco que parece tener un comportamiento ambiguo en las semanas anteriores a la sublevación y que, iniciada ésta, puso en peligro el éxito de la empresa con su retraso en incorporarse al mando de las tropas sublevadas en áfrica. Las divergencias entre ambos generales se convertirán así en el hilo conductor del relato, de manera que el ascenso político de Franco se convierte en una progresiva disminución de la figura política de Mola. éste parece asistir a disgusto a la concentración del poder en las manos de Franco y, en los pasos que se dieron para institucionalizar el poder dictatorial. En ese contexto, las circunstancias de la muerte de Mola, y la desaparición de algunos documentos, permiten insinuaciones que son servidumbres del azar histórico.

Como en tantas otras ocasiones, se debe señalar también aquí que un índice onomástico sería lo mínimo que cabría exigir cuando se exhuman este tipo de recuerdos, tan personales como llenos de interés para muchos lectores e investigadores.