Image: La potencia del pensamiento

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Ensayo

La potencia del pensamiento

Giorgio Agamben

3 abril, 2008 02:00

Giorgio Agamben

Traducción de Flavia Costa. Anagrama. Barcelona, 2008. 420 páginas, 20 euros

Es posible que Giorgio Agamben (Roma, 1942) sea hoy, a pesar de lo complejo de su obra, uno de los filósofos vivos que mayor interés suscitan en muy diferentes ámbitos, sobre todo en el de la filosofía política, donde su heterodoxia brilla con luz propia. Profesor de Estética en Venecia y de Filosofía en Suiza, ha impartido cursos desde l994, en diversas universidades americanas. De formación heideggeriana, Agamben se doctoró en 1965 con una tesis sobre Simone Weil y es, sin duda, uno de los mayores especialistas actuales en Walter Benjamin, de cuyas Obras Completas en versión italiana ha sido editor.

Si en sus primeras obras, traducidas casi en su totalidad al castellano, se reveló como un agudo y sofisticado filósofo de la cultura, puede decirse que desde Homo sacer (1995), cuanto menos, su escritura ha roturado, con pasión y originalidad, el territorio de las fundamentos de nuestras instituciones jurídicas y políticas y de las prácticas sociales que a un tiempo constituyen y definen nuestra vida en común. Algo que el pensador italiano ha hecho rompiendo radicalmente con la ortodoxia dominante, con todas las instituciones, en fin, y con todos los discursos que fundamentan y reflejan le democracia occidental y su política. Incluso con la forma Estado, a la que se opone hasta el punto de coincidir con Carl Schmitt en la visión del estado de excepción como substancia secreta de la soberanía del Estado moderno.

Así planteadas las cosas, nada tiene, pues, de extraño que Giorgio Agamben haya optado finalmente, creando escuela, por definir su pensamiento político precisamente como "impolítico", toda vez que hace suyo el desafío programático de sustituir la política del Estado moderno, que juzga de esencia violenta y excluyente, por una experiencia "comunitaria": la de una comunidad inactiva e inidentificable, previa e irreductible a cualquier tipo de forma visible, de representación o de unidad. Una comunidad que lo es de seres errantes y desposeídos -los hombres que habitan los campos de concentración o los ciudadanos del destructor estado nacional contemporáneo, reducidos a cuerpos vivos vacíos e intercambiables-, en la que Giorgio Agamben percibe la única salvación, el único motor posible, frente a toda "normalización" y toda "unificación", siempre violentas,
del acontecimiento mesiánico, redentor y potencialmente salvífico.

Si alguna tarea puede corresponder a esta filosofía impolítica de lo político será, como va de suyo, la de desenmascarar o, si se prefiere, pensar de nuevo, "desde el principio", términos como los de soberanía, derecho, nación, pueblo, democracia y voluntad general que recubren hoy, en plena transformación de todos los estados "realmente existentes" en "el estado espectacular integrado (Guy Debord)" y el "capital-parlamentario (Alain Badiou)", una realidad que nada tiene que ver con lo que originariamente designaban estos conceptos.
Si el estado de excepción es una de las figuras políticas en las que se fundan el derecho y la política, con la presencia absoluta de una violencia ilegal que oficia, paradójicamente, de sostén de la ley, la otra es la biopolítica. O lo que es igual, una política centrada en la administración de la vida corporal de los hombres, que corresponde a un Estado soberano, asistido por "expertos", que mantiene así "puro" el cuerpo social.

Sea como fuere, Agamben lleva sus tesis hasta el límite de percibir a los ciudadanos actuales como habitantes de un vasto campo de concentración, cuya realidad se oculta tras la máscara de la democracia. Algo que incumbiría denunciar precisamente a la filosofía. A una filosofía capaz de potenciar nuestra actitud crítica frente al aquí y al ahora que nos definen. Importa retener, en cualquier caso, que Agamben desarrolla sus provocativos argumentos ofreciendo siempre un ejemplo cabal de agudeza y radicalidad. De potencia, si se prefiere: la potencia de un
pensamiento insobornable.

En La potencia del pensamiento los lectores de Giorgio Agamben encontrarán una amplia selección de algunos de sus ensayos más relevantes, inéditos o publicados en revistas hoy inalcanzables a lo largo de las tres últimas décadas. Ordenados en tres grandes bloques -Lenguaje, Historia y Potencia-, estos escritos ofrecen algunas claves genealógicas del pensamiento de Agamben, desde las deudoras de Heidegger y Carl Schmitt a las vinculadas legado de Walter Benjamin o Gadamer. Sin olvidar, claro es, a Jacques Derrida y su suspensión del carácter terminológico del vocabulario filosófico, que tiene como resultado una fluctuación interminable de sus piezas centrales en el "océano del sentido". En Michel Foucault y Gilles Deleuze encuentra Agamben, por último, apoyo para sostener que el tema de la vida es "el" tema de la filosofía que viene. Pero ése era ya moneda corriente desde finales, cuanto menos, del XIX...