Image: La manía

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Ensayo

La manía

Andrés Trapiello

24 abril, 2008 02:00

Andrés Trapiello. Foto: Begoña Rivas

Pre-Textos. Valencia, 2008. 815 páginas, 35 euros

No sabe uno si Andrés Trapiello llegará a cervantinizar un poco la vida española a fuerza de diarios. Lo tiene difícil: como afirma en más de una ocasión, aquí hay quien pone reparos al propio Cervantes, por no decir a quienes mejor han entendido su mensaje y espíritu: el "garbancero" Galdós y el "cursi" J.R.J. No les teme Trapiello a las presuntas garbancerías que puedan imputársele por hacer uso del sermo humilis, ni a las cursilerías que hayan de achacársele por meter en el ajo a gorriones y atardeceres. De eso está hecha la vida, pese a quien pese. Y con estos presupuestos dio a la imprenta, hace casi veinte años, El gato encerrado, la primera entrega de una serie que, con la que hoy nos ocupa, alcanza ya la decimoquinta, referida en este volumen a 2001. Semejante empeño bien puede acarrearle a uno el sambenito de caer en la "autorrepetición", como le achaca, leemos hacia el final del volumen, un innominado crítico. Pero en la literatura, nos dice el autor, como en la vida, no hay repetición que no conlleve una variación, y es esa variación lo que hace que el discurso de hoy suene distinto al de ayer y sea capaz de atrapar lo que pueda tener de diferente el día de hoy.

En este sentido, contrapone Trapiello al presente advenedizo y volandero esas otras realidades intemporales (libros viejos, cachivaches de anticuario) que, aunque parezcan batirse en retirada ante el avance de la modernidad, no lo hacen sin oponer una digna resistencia, en la que el diarista parece encontrar una reconfortante imagen de su propio esfuerzo como individuo por no ceder al aluvión de empeños y requerimientos más o menos vanos que anegan el vivir. No todos son iguales, claro; y conviene distinguir los de largo aliento, que son los que prestan ilación de novela a estos extensos tomos de varia lección, de los breves y esporádicos, que contrapuntean la rutina del autor con toda clase de impresiones pasajeras, aunque nunca del todo disonantes del humor de quien las anota.

Dos son, a estos efectos, las grandes tramas "novelísticas" de esta entrega: una más o menos "seria", en la que el autor cuenta la vicisitudes aparejadas a la escritura de La noche de los cuatro caminos, una esclarecedora monografía sobre el "maquis" madrileño; y otra que podríamos calificar de bufa, si no fuera porque sospechamos que su carga de fastidio también aporta lo suyo a la melancolía que destilan estos diarios: nos referimos a los capítulos que desgranan cierto proceso judicial al que se enfrentó el autor por haber presuntamente difamado, en una polémica literaria, a un oponente con no mucha correa… Entre ambas "líneas argumentales" se intercalan infinidad de pequeñas anécdotas cotidianas, íntimas y familiares algunas, otras referidas a los rifirrafes a que se expone quien frecuenta el poco acogedor medio literario.

A algunos podría llamarles la atención, e incluso resultarles indiscreto, que Trapiello consigne por escrito lo que otros reservan para las sobremesas. Pero lo verdaderamente interesante de estas "indiscreciones" es que responden a ideas bastante meditadas, y muy poco complacientes, sobre el estado actual de la literatura y la sociedad literaria española. La percepción, por ejemplo, de que en la primera siguen predominando el formalismo huero y la retórica afectada y vacía; o que se ha perdido el contacto con la "realidad", en el sentido cervantino de la palabra, y se echa de menos, entre tantos éxitos coyunturales, esa "gran novela" que requiere nuestra trágica Historia reciente; o la evidencia de lo mucho que deben determinadas trayectorias fulgurantes al favor político y mediático… Contra este fondo se mueven los guiñoles de Trapiello, que a él mismo a veces le parecen, a su pesar, más "quevedescos" que cervantinos.

Aunque tampoco quiere hurtarnos el autor lo que en esta briega pueda haber de obsesión e incluso de "manía" (y no precisamente en el sentido de arrebato platónico al que alude el título de esta entrega). Que una de las historias más insistentes de este diario, por ejemplo, sea la que da cuenta de la desazón del autor por la tardanza con que un poeta amigo le acusa recibo de un libro inédito, da idea de que Trapiello tampoco quiere ocultarnos ciertas humanísimas fragilidades. El experimento es arriesgado; pero también remunerador, porque a menudo lo que salva la distancia entre las propias pretensiones y la realidad es el humor, del que tan excelente uso se hace en este diario.

Lo que, en cierto modo, y por contraste con tanta solemnidad como se prodiga por ahí, es también un acerado dardo contra muchos.