Image: Luis Cernuda. Años españoles (1902-1938)

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Ensayo

Luis Cernuda. Años españoles (1902-1938)

Antonio Rivero Taravillo

1 mayo, 2008 02:00

Cernuda en Málaga, en septiembre de 1933

XX Premio Comillas. Tusquets. Barcelona, 2008. 449 páginas, 25 euros

A la espera del ya anunciado segundo tomo que completará esta obra, tenemos ya una biografía cabal de Luis Cernuda, teniendo en cuenta que, años atrás, hemos tenido otras o más fragmentarias o con menor cúmulo de testimonios. Este primer tomo de Antonio Rivero tiene primero la virtud de su amenidad, de ofrecer una lectura grata (algo importante en una biografía) y además de haber recopilado y estirado hasta donde ha podido todos los datos existentes. Quiero con esto decir que el libro ofrece pocas novedades a quienes nos hemos interesado por Cernuda, poeta y hombre, pero ahora vemos todos los datos, sistematizados y bien narrados. Ciertamente la pena es que este proyecto biográfico no hubiese existido veintitantos años atrás, pues entonces el amigo Antonio Rivero habría conocido de primera mano -como me pasó a mi, entre otros- a muchos de los que conocieron y trataron ampliamente al Cernuda anterior a la Guerra Civil (por ceñirme a estos años). Pero ya sabemos el retraso del género biográfico en España y el obsoleto pudor de algunos investigadores antiguos.

Quizás el capítulo más novedoso sea el primero "Antecedentes familiares" e incluso el segundo "Infancia y adolescencia", temas en los que se pisó antes más ligero. Ahora sabemos que el abuelo francés de Cernuda, Ulises Bidou (sic) vio legalmente trasformado su apellido al instalarse como droguero en Sevilla, por mor del manuscrito, en "Bidón", ese segundo apellido que el refinado Luis Cernuda repudió toda su vida, hasta que el exilio le permitió volver al Bidou originario, que no era un invento suyo, aunque al abuelo le importara menos (menos sensible) el Bidón, como el Mantecón a JRJ. También queda claro -entre otras cosas- el grado de su padre militar, que llegó a general al jubilarse. Es decir, se retiró ejerciendo de coronel.

Bien ordenado y aclarado, volvemos a ver la falta de tipismo de Cernuda, su cansancio de Sevilla (de donde se marchó en septiembre de 1928) pero también la permanente contradicción propia de quien tituló su obra entera -magnífica obra- La Realidad y el Deseo. Vemos que la vida de Luis no fue fácil, pero que él (altanero y tímido) tampoco hizo mucho por facilitarla enfadándose con facilidad pasmosa. Cernuda era maldiciente, pero también con él lo fueron (Buñuel, Salinas, Guillén) a causa de su homosexualidad entre otras cosas. Curioso es el caso de Pedro Salinas, que sin duda ayudó mucho a Cernuda, pero que no dejó de chismorrear en cartas a Guillén. Cernuda jamás le perdonó (como a casi nadie) la diferencia. Sabíamos de su amor por Serafín Fernández Ferro y también el enamoramiento breve, en Málaga, con Gerardo Carmona. Este segundo suena más a encuentro sexual por parte de Carmona, y a amor idealizado por parte de Luis. Sin embargo se sabe menos que tras acabar la relación tormentosa con Serafín (en 1932) se siguieron viendo o coincidiendo de cuando en cuando, y aún después de escrito y publicado Donde habite el olvido (1934) libro que oficialmente cierra con becqueriana amargura la pasión por su contradictorio Arcángel, Cernuda lo sigue añorando, y nada más llegar a Londres en 1938, escapando de una guerra cuyo doble horror se le ha hecho evidente y entrando en un exilio que fue definitivo, en carta a Gil-Albert aún pregunta por Serafín…

Con todo, probablemente uno de los rasgos que más destacan en este libro bien montado y bien escrito, y justo con Cernuda, sin negar la admiración, sea el tan traído y llevado de su difícil carácter, de sus papillons noirs (mariposas negras) como no recuerdo si comenta en algún momento Morla Lynch… Todas las personas que yo conocí que trataron a Cernuda -a excepción, creo, de Rosa Chacel, ella misma sui generis- coincidían siempre, incluso desde la clara simpatía (Martínez Nadal) con la dificultad de carácter de Cernuda, mezcla de soledad, dolor, dificultad vital -pobre quien debió ser rico- altivez, timidez y constante contradicción. A este respecto son significativas las citas que encabezan el capítulo "Profundo, recóndito, difícil: comienzos poéticos". Federico García Lorca: "Sevillano profundo". Vicente Aleixandre: "Sevillano recóndito". Joaquín Romero Murube: "Sevillano difícil". Pero hay más el 1de diciembre de 1932, Cernuda tiene el capricho de autodedicarse un ejemplar del ya para él viejo "Perfil del aire" y se escribe: "A Luis, con mi cariño y antipatía de siempre. Luis". El propio Rivero Taravillo insiste a menudo (aunque no sin benevolencia) en la dificultad psicológica de Cernuda, que le hizo tener siempre muy pocos amigos, y aún esos -como Aleixandre o Stanley Richardson- siempre en riesgo de caída. No puedo extenderme más. Un libro con pocas novedades para los expertos, pero muy bien montado y escrito. Esperamos anhelosos el tomo que falta.