Image: Las razones del corazón

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Ensayo

Las razones del corazón

Josep Muñoz Redón

1 mayo, 2008 02:00

Representación clásica de 'El Banquete', de Platón. Foto: Archivo

Ariel. Barcelona, 2008. 224 páginas, 16 euros / Historia del corazón. Ole Martin Høystad. Trad. Cristina Gómez Baggethun. Lengua de Trapo. Madrid, 2007. 320 páginas, 21’85 euros

El libro de Josep Muñoz Redón (Sant Sadurní d’Anoia, Barcelona, 1957), se subtitula Los filósofos y el amor. Es un libro bonito y sorprendente: bonito porque está bien escrito; ágil y ameno porque está salpicado de historias de amor que, en conjunto, trazan un cuadro hermoso aunque no ideal. Esto último se debe a que el autor no sólo habla de lo que pensaron unos cuantos filósofos importantes sobre el amor, sino que en él, paulatinamente, va ganando terreno lo que supuso el amor en la vida concreta de esos filósofos como seres humanos. En los primeros capítulos, quizá porque se trata de filósofos cuya biografía no se conoce suficientemente, domina la explicación -amena siempre- de lo que pensaron. En los que ocupan los capítulos finales, ya prevalece lo que fue el amor en su propia vida. No se trata de una historia de la filosofía del amor ni del amor en la filosofía, por tanto. Es más bien una sucesión -eso sí, ordenada cronológicamente (con libertad)- de la paradoja que implica la incoherencia de algunos filósofos entre pensamiento y vida. Incoherencia que -lo advierto desde el principio, para evitar malentendidos- no debe entenderse como acusación, sino como pura incapacidad para lograr que las cosas ocurrieran de forma distinta. La cosa es que se diría que el propio autor participa de la perplejidad que dejan ver la desunida unión entre los pensamientos y la vida de cada uno de los filósofos de quienes trata. Al final, el lector puede concluir que se le ha recordado la historia de una realidad que continúa siendo un misterio.

El problema del amor -es obvio- no está resuelto en la vida de ninguna persona, por filosófico que sea su quehacer, y eso porque toda vida humana concreta es una historia de amor y desamor. Lo que sorprende más es que tampoco se haya dado una historia coherente de la filosofía del amor, de manera que los filósofos hayan hilvanado una reflexión que pueda considerarse propiamente acumulativa -acumulativa de los sucesivos hallazgos-; la ha habido entre los herederos Platón, por antonomasia el filósofo del amor; pero el libro de Muñoz Redón pone de manifiesto hasta qué punto también ha habido otros filósofos que han seguido otros rastros y no han desvanecido lo misterioso del misterio de que nos enamoremos. El autor de obras como Sólo sé que no sé nada, El libro de las preguntas desconcertantes o Tómatelo con filosofía no se plantea la posibilidad de que el primer obstáculo radique en dar al cerebro lo que se presenta en el título como razones del corazón.

Lo digo porque otro libro reciente, la Historia del corazón desde la antigöedad hasta hoy, de Ole Martin Høystad (Noruega, 1947), es precisamente la historia de ese hecho: que, desde que el mundo es mundo y alguien dejó algo escrito, atribuimos al corazón todo lo que atañe al amor. Del libro de Høystad, profesor de Estudios Culturales y de Historia en la Universidad de Odense, se deduce -con un poco de imaginación- que, en la antropología presocrática -no en la libresca, sino en la que subyace en la mayoría de los testimonios literarios más antiguos y detallados, sea la Biblia o la Odisea-, no aparece la dicotomía entre alma y cuerpo (que es lo que han explotado la mayoría de los filósofos que contempla Muñoz Redón), sino el corazón, la sangre, el espíritu y el alma. Lo sorprendente es que no se trata de una antropología solamente semítica, como a veces se dice, sino también indoeuropea. En su desarrollo más completo, el corazón se presenta como el centro de la persona, y ello porque impulsa la sangre, cuyo fluir lleva la vida a todo el cuerpo, que, por eso, no es cuerpo inerte, sino carne. Ahora bien, la vida -sigue esa antropología antiquísima- es Dios y el fluir de la sangre es resultado de que Dios exprese con palabras -espire (en el sentido respiratorio de la palabra, como lo que sigue a inspirar), de ahí la palabra espíritu- exprese verbalmente, digo, que es justamente amor. Høystad anuda los relatos que dan lugar a esta interpretación; pero no se ocupa de ella, sino de insistir en que el corazón es un simple músculo y el amor una pura reacción neuronal de carácter quimicoenergético (como, entre nosotros y desde este otro punto de vista -el de la divulgación científica-, asegura Eduardo Punset). Me atrevería a decir que el libro de Høystad ofrece a personas como Muñoz Redón la información histórica que les permitiría continuar su reflexión y avanzar (y confluir quizá con los neurocientíficos, que explican qué es un ser vivo, pero afirman que no sabemos qué es la vida).