Image: Américo. El hombre que dio nombre a un continente

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Ensayo

Américo. El hombre que dio nombre a un continente

Felipe Fernández Armesto

8 mayo, 2008 02:00

Foto: Reynolds.

Tusquets. Barcelona, 2008. 320 páginas, 20 euros

¿Quién no se ha preguntado alguna vez por qué América tiene tal nombre y no alguno que recordara el de su descubridor Cristóbal Colón? La causa de ello fue una equivocación cometida en 1507 por Martin Waldseemöller y Matías Ringmann, autores de un importante mapamundi en el que quisieron honrar al que consideraban su descubridor, poniendo su nombre sobre los territorios continentales del actual Brasil. Un error que Waldseemöller corrigió pocos años después, pero que arraigó y se difundió con fuerza hasta convertirse en el nombre "oficial" del nuevo continente, alentado posteriormente por el influjo de los partidarios de Vespucio y el patriotismo toscano frente al genovés. Indagar en la vida del florentino Américo Vespucio es el objetivo del libro de Felipe Fernández Armesto, conocido historiador español (londres, 1950) que ha desarrollado su carrera en universidades inglesas y estadounidenses, hasta convertirse en uno de los más destacados especialistas en la historia de los descubrimientos. Recordemos, en este sentido, su biografía de Cristóbal Colón (1992) -una de las mejores que se han escrito sobre el Almirante- o su más reciente: Los conquistadores del horizonte. Una historia mundial de la exploración (2006), reseñada en "El Cultural"(19-10-2006).

Los datos disponibles sobre Vespucio no son pocos, pero sus escritos son escasos y han planteado siempre, además, serios problemas de autenticidad que dividen a los especialistas. Por ello, el autor ha tratado de identificar cuáles de los que se le atribuyen salieron efectivamente de su pluma, desechando los que considera falsos. La descripción de los métodos que ha seguido para ello constituye uno de los capítulos más interesantes del libro, pues la habilidad narrativa de Fernández Armesto permite al lector adentrarse en la crítica documental, tratando de identificar, además de las circunstancias externas, el estilo característico de Vespucio: giros, expresiones, ideas, temas recurrentes... Al cabo, y como el propio autor señala, Vespucio, igual que Colón, Caboto y tantos otros descubridores de aquel periodo histórico, lo que representan es un tipo de personaje propio de la cultura mediterránea, marinera y aventurera, sin la cual sería imposible entender la expansión protagonizada desde el Atlántico europeo a finales de la Edad Media. Por ello, trata de situar al personaje en su ambiente. Ante todo, la Florencia del Renacimiento, la ciudad aparentemente brillante gobernada por Lorenzo el Magnífico, en la que vivió un destacado grupo de sabios, arquitectos y artistas, y en la que nació y se formó Vespucio. Después Sevilla, la ciudad española en la que el florentino entró en contacto con el mundo de los descubridores y aventureros. Más fugaz fue su estancia en Lisboa, con ocasión de su segundo viaje atlántico, al servicio ahora del rey de Portugal.

¿Y Vespucio? Fernández Armesto lo presenta como un embaucador, un hombre hábil, de escasa formación y conocimientos, bastante granuja, que supo reinventarse a sí mismo en varias ocasiones, y que pasó de mago o brujo -en una época en que tales conocimientos no tenían aún el contenido peyorativo que alcanzarían después- a diplomático fracasado; agente en los negocios de la rama no gobernante de la familia Médicis; empleado en Sevilla del florentino Gianoto Berardi, uno de los grandes financiadores de las empresas de Colón; encargado del aprovisionamiento de flotas para el Nuevo Mundo, participante en expediciones de descubrimiento, a ganarse incluso fama de piloto y cosmógrafo, a pesar de sus escasos conocimientos en ambas materias, hasta el punto de que en 1508 fue nombrado piloto mayor de la Casa de Contratación de Sevilla. Fue autor además de diversos relatos sobre sus descubrimientos reales o pretendidos, el Nuevo Mundo y sus maravillas, las costumbres de sus habitantes y tantos otros aspectos, que encontraron en Europa un público ávido, maravillado y tan deseoso de conocer los detalles sobre el Nuevo Mundo como si hoy se descubriera en el Universo otro planeta habitado. La amplia difusión de sus escritos, plagados -como los de los demás conquistadores- de inexactitudes y ficciones, así como la capacidad para construir su imagen, explican su reconocimiento, hasta el punto de que muchos le consideraran, injustamente, como el primer europeo que pisó el continente, lo que explica la denominación de éste.

Hábilmente, Fernández Armesto intenta distinguir lo verdadero de lo falso en sus dos viajes de descubrimiento -él se atribuiría cuatro, para equipararse con su admirado Colón- y en sus descripciones del Nuevo Mundo, tratando de dibujar de la forma más precisa posible los perfiles de un personaje obsesionado por conseguir beneficios, fama y honor; alguien tan escurridizo para los historiadores como debió de serlo en la realidad.

Más de dos siglos antes de que Felipe Fernández Armesto lanzase esta biografía sobre Américo Vespucio, el historiador y marino español Martín Fernández de Navarrete (ábalos, 1765-Madrid, 1844) recuperó en un curiosísimo volumen los Viajes de Vespucio (Espasa), a partir de la Introducción a la Cosmografía de Martín Ilacomilo impresa por Juan Gruniger a comienzos del siglo XVI, en la que, como subraya el académico e historiador, no figura el nombre de Colón y se atribuye el descubrimiento de América solamente a Vespucio.