Image: Cartas a mamá desde el infierno

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Ensayo

Cartas a mamá desde el infierno

por Ingrid Betancourt

8 mayo, 2008 02:00

Ingrid Betancourt

Debate

Tras cinco años y nueve meses cautiva en la selva colombiana, Ingrid Betancourt da señales de vida: una larga carta a su madre Yolanda y al resto de su familia logra llegar a su destino para recordarles que son ellos quienes la mantienen a flote e impiden que se ahogue en el olvido, la nada y la desesperación. Cartas a mi mamá desde el infierno recoge este testimonio de dolor y, además, incorpora la estremecedora y profunda respuesta de los hijos de Ingrid.

[...] Bueno, como te decía, la vida aquí no es vida, es un desperdicio lúgubre de tiempo. Vivo o sobrevivo en una hamaca tendida entre dos palos, cubierta con un mosquitero y con una carpa encima, que oficia de techo, con lo cual puedo pensar que tengo una casa. Tengo una repisa donde pongo mi equipo, es decir, el morral con la ropa y la Biblia que es mi único lujo. Todo listo para salir corriendo. Aquí nada es propio, nada dura, la incertidumbre y la precariedad son la única constante. En cualquier momento dan la orden de empacar, y duerme uno en cualquier hueco, tendido en cualquier sitio, como cualquier animal. Esos momentos son especialmente difíciles para mí. Me sudan las manos y se me nubla la mente y termino haciendo las cosas dos veces más despacio que lo normal. Las marchas son un calvario porque mi equipo es muy pesado y no puedo con él. A veces los guerrilleros llevan cosas mías para aliviarme la carga y me dejan "los tarros", es decir lo de aseo que es lo que más pesa, pero todo eso es estresante, se pierden mis cosas o me las quitan, como el bluyin que Mela me había regalado en Navidad con el que me cogieron. No lo volví a ver. Lo único que he podido salvar es la chaqueta que ha sido una bendición, porque las noches son heladas y yo no he tenido más que echarme encima para no sentir frío. Antes disfrutaba cada baño en el río. Como soy la única mujer del grupo, me toca prácticamente vestida: shorts, camiseta, botas. Así me baño como las abuelitas nuestras. Antes me gustaba nadar en el río. Hoy ni siquiera tengo aliento para eso. Estoy débil, friolenta, parezco un gato acercándose al agua. Yo que tanto he adorado el agua, ni me reconozco. Durante el día tenía la costumbre de hacer unas dos horas, casi tres, de ejercicios. Me había inventado un aparato, como un banquito hecho de palos, que lo bauticé "step" pensando en los ejercicios del gimnasio. La idea es subir y bajar como si fuera un escalón. Tiene la ventaja de que no se necesita mucho espacio para hacerlo; porque hay veces que los campamentos los hacen tan pequeños que queda uno prácticamente encima de otro prisionero. Pero desde que separaron los grupos no he tenido ni el interés, ni la energía para hacer nada. Hago algo de estiramiento porque el estrés me bloquea el cuello y me duele mucho. Con los ejercicios de estiramiento, el split y demás logro aliviar un poco la tensión en el cuello. Eso es todo, Mamita. Yo trato de guardar silencio, hablo lo menos posible para evitar problemas. La presencia de una mujer en medio de tantos prisioneros que llevan ocho o diez años cautivos es un problema. Oigo en onda corta RFI y la BBC, escribo poquito porque los cuadernos se amontonan y cargar eso es una tortura. Ya he quemado como cuatro. Además, en las requisas le quitan a uno lo que uno más quiere. Una carta que me llegó tuya escrita después de la última prueba de supervivencia en el 2003, los dibujos de Anastasia y Stanis, las fotos de Mela y Loli, el escapulario de mi papá, un programa de gobierno con 190 puntos que había ido anotando durante todos estos años, todo me lo quitaron. Cada día me queda menos de mí misma. Los demás detalles ya Pinchao te los comentó. Todo es duro. ésa es la realidad.

Es importante que le dedique estás líneas a aquellos seres que son mi oxígeno, mi vida. A quienes me mantienen con la cabeza fuera del agua y no me dejan ahogarme en el olvido, la nada y la desesperanza. Ellos son tú, mis hijos, Astrica y mis chiquitines, Fab, tía Nancy y Juanqui.

A mis hijos, los tres, Sebastián, Mela y Loli dales primero mi bendición, para que los acompañe en cada paso que den. Todos los días, estoy en comunicación con Dios, Jesús y la Virgen. A Dios les encomiendo para que nunca les falle su Fe, y para que nunca se aparten de él. Diles que no han cesado de ser mi fuente de alegría en este duro cautiverio. Aquí todo tiene dos caras, la alegría viene con dolor, la felicidad es triste, el amor alivia y abre heridas nuevas, recordar es vivir y morir de nuevo.

Durante años no pude pensar en los niños y el dolor de la muerte de mi papá copaba todas mi capacidad de aguante. Cuando pensaba en ellos sentía que me asfixiaba, que no podía respirar. Entonces me decía "Fab está ahí, él cuida de todo, no hay que pensar, no hay que pensar". Casi me enloquezco con la muerte de mi papá. Necesito hablar con Astrica para hacer mi duelo. Nunca supe cómo fue, quién estaba con él, si me dejó un mensaje, una carta, una bendición. Pero lo que, con los años, ha aliviado mi tormento, es pensar que se fue confiando en Dios y que algún día volveré a abrazarlo. De esto estoy segura. Sentirte fuerte ha sido mi fuerza. Yo no oí mensajes sino hasta que me unieron con "Lucho" Eladio Pérez, el 22 de agosto del 2003, día del cumpleaños de su hija Carope. Fuimos amigos entrañables, nos separaron en agosto. Pero durante todo ese tiempo él fue mi apoyo, mi escudero, mi hermano. Diles a ángela, a Sergio, a Laura, Marianita y Carope, que los llevo en mi corazón como si fueran de mi familia. Desde esa época he oído tus mensajes con la más increíble constancia, nunca me has [...]