Image: Vivir es arriesgarse. Memorias de lo pasado y estudiado

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Ensayo

Vivir es arriesgarse. Memorias de lo pasado y estudiado

M. Jiménez de Parga

22 mayo, 2008 02:00

Jiménez de Parga. Foto: Alberto Cuellar

Planeta. Barcelona, 2008. 460 páginas, 23 euros

Manuel Jiménez de Parga (Granada, 1929) ha tenido una trayectoria larga y fecunda en la que la riqueza de su vida afectiva y familiar, aludida repetidamente en este libro de recuerdos, aparece como el armonioso contrapunto de una vida profesional y política muy intensa. Catedrático de universidad, abogado de éxito y crítico comentarista periodístico en los años de la dictadura franquista, pasaría a ser, después de 1975, un protagonista destacado en la consolidación de la España democrática.

Diputado en las Cortes constituyentes, fugaz ministro de Trabajo en el primer gobierno democrático de Adolfo Suárez, embajador de España ante la OIT y magistrado del Tribunal Constitucional, que presidiría entre el 2001 y el 2004, fueron algunos de los jalones fundamentales de gestión pública que le permitió desempeñar puestos de relieve en los tres poderes en los que suele dividir el funcionamiento de los Estados democráticos. Todo ello aparece recogido en unas páginas que brindan, además, numerosas claves sugerentes para la comprensión de la vida española en los casi ochenta años que tiene el autor.

El recuerdo de los años infantiles es, lógicamente, muy somero pero no deja de haber destellos sugerentes, como cuando alude al clima de violencia que se vivió en Granada en la primavera de 1936 o cuando recuerda a un tío suyo, asesinado en Ronda por el simple hecho de ser sacerdote. Es de lamentar que pase muy por encima sus estudios con los Maristas de Granada, aunque no deja de apuntar la calidad de una enseñanza que a veces ha sido caricaturizada con el sencillo procedimiento de tacharla de nacional-católica.

El autor alcanzaría muy pronto una cierta estabilidad profesional como jurídico militar y, desde 1957, catedrático de Derecho Político de la Universidad de Barcelona. Esa ciudad fue, durante los 20 años siguientes, el escenario de una brillante carrera profesional que, a partir de la tarea docente, le llevó a convertirse en uno de los abogados más conocidos de la ciudad, con una fuerte presencia en la opinión pública a través de libros, artículos de prensa y conferencias. Una actividad que le convertiría en una de las más caracterizadas voces críticas de la España franquista. Desaparecido el dictador colaboró con Suárez en la implantación de la UCD y, más tarde, en el gobierno que se formó después de las elecciones de junio de 1977, aunque no parece que se llevara igual de bien con todos sus compañeros de gabinete. Su actuación como embajador ante la OIT le permitió contribuir también a la normalización de la presencia de España en aquel foro internacional.

La administración socialista le brindaría el acceso al Consejo de Estado en 1986 y, después de un intento para convertirlo en Defensor del Pueblo, frustrado por la actuación del Partido Popular, accedió al Tribunal Constitucional en la primavera de 1995. Era una verdadera culminación para una carrera consagrada a la práctica jurídica, a la que el autor dedica un buen número de paginas, sin obviar las batallas libradas en esa institución, especialmente en los temas relacionados con la articulación del Estado de las autonomías. El desarrollo de sus teorías, que ya había expuesto en el Consejo de Estado, le llevó a posturas que terminaron por chocar con las apetencias nacionalistas y, en último término, a enfrentamientos abiertos con los gobiernos autónomos de Cataluña y del País Vasco.

Un sombrío final, en el que se pone de relieve el envenenamiento de la convivencia ciudadana que se ha experimentado en Cataluña -debido, en gran parte, a la miope política de los nacionalistas- no debería, sin embargo, dejar en el lector una sensación de pesimismo. El compromiso con los valores familiares, con la defensa de la justicia, y con la enseñanza del Derecho, a los que el autor alude en los capítulos finales del libro, al hablar de sus diversas bodas de oro, son otras tantas llamadas a confiar, por muy turbias que sean algunas circunstancias actuales, en la fuerza regeneradora de la libertad.