Ensayo

Liberales eminentes

Manuel Pérez Ledesma e Isabel Ferrer

29 mayo, 2008 02:00

Marcial Pons. Madrid, 2008. 448 páginas, 24 euros

La creciente atención que la biografía experimenta entre los historiadores españoles tiene mucho que ver con la recuperación de la historia política que se produjo a comienzos de los años 90 del pasado siglo. El interés por el relato y la consideración del individuo como centro del proceso histórico fueron de la mano y contribuyeron a la revitalización del género biográfico. Ese giro historiográfico se ha visto correspondido por la fidelidad del público lector que nunca había olvidado del todo a los grandes biógrafos europeos. La reaparición literaria de Stefan Zweig muestra la permanencia de esos gustos, como también lo es la de Lytton Strachey, a quien los editores literarios de este volumen rinden homenaje con el título elegido. En todo caso, se trata de algo más que aprovecharse de un título de éxito. Como el propio Strachey escribiera, en el prólogo de sus Eminent Victorians (1918), al seleccionar las cuatro biografías que componen su libro, las intentaba presentar como "síntomas de un pasado" demasiado cercano y para el que contaba con una información desbordante. Se trataba de recurrir a la guerra de guerrillas para intentar dominar un enemigo colosal.

Esa estrategia podría ser la empleada en este volumen que significa la continuación de la tarea que los compiladores del volumen vienen dedicando a la biografía en España a través de seminarios en los que reúnen a especialistas de la historia intelectual y política. En 2000 presentaron una docena de estudios biográficos, bajo el título de Liberales, agitadores y conspiradores, y ahora añaden otra docena larga, para completar la imagen de la vida política española entre la revolución liberal desencadenada en 1808 y la España anterior a la Guerra Civil. Un tipo de trabajo lleno de perspectivas interesantes, de gran calidad científica, que hubiera quedado aún más completo si los compiladores hubieran incluido un índice -al menos onomástico- en el libro.

El tono de las diversas colaboraciones pretende combinar la alta divulgación histórica con la investigación original y la evaluación de la literatura histórica existente. Los resultados, lógicamente, son muy dispares y, junto a capítulos que combinan la voluntad divulgativa con gran nervio literario -Fernando Martínez, sobre Salmerón, o ángel Duarte sobre Estanislao Figueras- otras colaboraciones tienen que luchar con la dificultad objetiva de la escasez de documentación -el mito de Riego que trata Juan Francisco Fuentes- o la que se deriva de las veleidades del comportamiento de personajes políticos que ofrecen facetas muy encontradas, como ocurre en el caso de Olózaga, analizado inteligentemente por Isabel Burdiel.

La mujer está también representada en esta galería de tipos a través de dos personalidades tan significadas como Concepción Arenal (María Cruz Romeo) y Emilia Pardo Bazán (Susan Kirkpatrick), que representan dos formas de presencia femenina en una sociedad que era todavía poco receptiva a esa presencia. La trayectoria de ambas, sin embargo, serviría de gran estímulo para otras muchas que les siguieron. En algunos otros ensayos se trata de figuras menos conocidas, que podrían ser consideradas como esos síntomas del pasado de los que hablaba Strachey y, en ese sentido, no hay duda de que el libro ofrece un panorama sugerente sobre lo que fue la revolución liberal española.