Image: José Tomás. Luces y sombras

Image: José Tomás. Luces y sombras

Ensayo

José Tomás. Luces y sombras

Javier Villán

5 junio, 2008 02:00

José Tomás. Foto: La Esfera

La Esfera de los libros. Madrid, 2008. 176 pp., 39 e.

El libro de Javier Villán sobre José Tomás es una maniobra maestra por la que un texto de manejable extensión, nos sacude un contundente mandoble que pone los puntos sobre las íes. Villán, claro y poético, ensaya y consigue un análisis del diestro de moda con un mensaje creíble, una prosa soberbia y una edición de lujo, en la que fotografías y textos interactúan, dialogan y propician instantáneas escritas que son como poemas. El autor de Memoria sentimental de España, crítico taurino y teatral de El Mundo, sabe de liturgias y de fervores. El matador de Galapagar fue una revolución sin parangón desde que apareció. Se retiró y ha vuelto convirtiéndose en la divinidad de una religión que Villán no profesa.

En efecto, el traje de luces es lo más parecido a una casulla lujosa de obispo que tenemos hoy al alcance de nuestra vista. A los toreros les queda el brillo indumentario, pero a José Tomás, según Villán, hay que afrontarlo aún con rigor crítico, y ver si hoy es el "transgresor de las primeras temporadas o el acomodado de las últimas". Porque incluso a las cornadas puede uno acomodarse.

Villán ve en este torero estoico, hermético, sin temple pero con un valor de escalofrío, más una filosofía que una tauromaquia, y observa con escepticismo el tomismo doctrinal. Entiende que Cristo resucitó y por eso Tomás ha vuelto, pero no que se empeñe en el autosacrificio: "no debiera convertirse en mártir". No le falta a José Tomás sentido trágico ni litúrgico. Es taquillero. Pero quizá le sobra vuelo, cogidas, y miedo a las cámaras. Sugiere Villán que tal vez porque la televisión muestra más los defectos que en la caliente refriega de la arena pasan desapercibidos. Más duro es atribuirle, como hace, "alergia a los pitones y a la integridad de los toros", por su afición a las ferias de segunda.

Buen rapapolvo sacude el autor a sus colegas que escriben y están ante Tomás "como los bienaventurados en presencia de Dios", que defienden que no hace falta entenderlo, que sólo hay que sentirlo. Tampoco es muy cómplice de los intelectuales y artistas fascinados por los toreros, acaso medio de proyección de su propia fama. Con todo, "cambiaría todos mis versos -escribe- por una vuelta al ruedo en las Ventas o en la Maestranza". Lorca fue asimilado a Belmonte y Alberti a Gallito, pero Villán no ve poeta para José Tomás. A Villán no le gustan los poetas "gore".

En fin, le pide al ídolo un salto cualitativo. Porque si es verdad que no quiere Tomás que le mate un toro, le falta demostrar que sus ocho cogidas no hablan de "un torero torpe a merced de toros sin fuste".