Image: Música y religión. (Mozart, Wagner, Bruckner)

Image: Música y religión. (Mozart, Wagner, Bruckner)

Ensayo

Música y religión. (Mozart, Wagner, Bruckner)

Hans Köng

5 junio, 2008 02:00

Hans Köng. Foto: Archivo

Trad. Jorge Delke.Trotta. Madrid, 2008. 176 pp., 14 e.

No voy a cometer la ingenuidad de descubrir a Hans Köng (Sursee, Suiza, 1928), uno de los mejores y más innovadores teólogos católicos actuales. Ha sido, posiblemente, el que mejor ha sabido cumplir el principio ecuménico de diálogo interreligioso al culminar un proyecto ingente: tres monografías llenas de erudición y buen sentido sobre tres grandes religiones parientes: judaísmo, cristianismo e Islam. Su audacia teológica le ha provocado importantes choques con los sectores más reaccionarios de la jerarquía vaticana. Eso es, en su caso, casi un título de honor. Ha tenido el arrojo de plantear la relevancia del arte y de la estética en el mundo religioso y teológico. Algo inusitado y de lo que hay escasas excepciones (como la muy celebrada de Urs von Baltasar). Nadie como él está contribuyendo a que estas materias pasen a primer plano, relegadas por un concepto pastoral mal entendido (que privilegiaba siempre la ética y hasta la política). Pocas instituciones disponen de un patrimonio tan excelso en pintura, arquitectura, música. Por eso llama la atención el desafecto que en medios eclesiásticos se tiene a este cruce de arte y teología. Basta entrar en recintos de la Iglesia Católica de hoy para constatar hasta qué punto una pésima comprensión de la sensibilidad -¿quizás antesala de la sensualidad?- ha conducido a lugares inhóspitos, lindando el kitsch: los propios del mundo eclesiástico.

Por eso debe saludarse como acontecimiento esta incursión notable de Hans Köng en el terreno de la estética. Y sobre todo del arte musical. El libro se cierra con una reflexión general sobre arte, estética y teología, atendiendo sobre todo a la crisis moderna en arte. Pero el grueso del volumen es un intento de aproximarse a compositores del período clásico-romántico. La elección resulta muy intencionada (y lúcida): se trata de músicos que pertenecen en gran medida al meridiano religioso cristiano, y hasta católico, pero que ofrecen tanto al melómano como al laico, y también al creyente y al teólogo, alguna dificultad.

En el caso de Mozart, y en particular su música religiosa, se aproxima con la máxima serenidad a esa música que algunos juzgan puramente circunstancial, o que no sugiere a determinados biógrafos ningún sentimiento auténtico religioso en el compositor. Uno de los grandes méritos del libro consiste en cuestionar las conclusiones escépticas o agnósticas de los biógrafos de Mozart o de Wagner (Hildesheimer, Düllin). El escepticismo religioso o el agnosticismo del biógrafo se proyectan sobre el artista biografiado.

Respecto a Wagner, Köng traza un arco magnífico entre el final de los dioses en el Wahlhalla en llamas y el "festival escénico sacro", que le da la réplica en el Parsifal. Si la tetralogía mostró la conversión de un drama heroico en un drama mitológico, en Parsifal pasamos al drama de la redención. Es magnífico cómo rescata esta ópera tan mal comprendida, tan pésimamente asumida por creyentes y no creyentes. Es muy interesante ver cómo elogia su peculiar modo de hilvanar temas cristianos y budistas. Recuerda Köng una magnífica frase del gran historiador británico Toynbee: "el siglo XX no sería recordado por la invención de la bomba atómica, sino por haber dado inicio al gran diálogo entre cristianismo y budismo".

El ensayo sobre Bruckner plantea la cuestión del arte y de la modernidad, permitiéndose al final una reflexión sobre el traumático modo de cuestionarse la tonalidad en el siglo XX, a partir de Schünberg. Aquí el teólogo innovador, que siempre avanza con buen pulso y mejor criterio en su terreno teológico, retrocede en el campo del arte. No es excusa refugiarse bajo la ambigua ala de T. Mann y de su Doctor Faustus. Se adivina demasiado el peso de los prejuicios respecto a la música surgida en la Segunda Escuela de Viena y su predilección por músicos como Stravinsky, Bartok, Orff. La impresión final es que Hans Köng, en música, es mucho más conservador que en su disciplina teológica.