Image: Decisiones trascendentales

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Ensayo

Decisiones trascendentales

Ian Kershaw

26 junio, 2008 02:00

El ataque japonés a Pearl Harbour

Traducción de Ana Escartín. Península. Barcelona, 2008. 760 páginas, 34’50 euros

El marco de partida de Ian Kershaw es muy preciso. Entre mayo de 1940 y diciembre de 1941 los líderes y cúpulas gobernantes de los países implicados por las agresiones de Alemania en Europa y Japón en Asia adoptaron resoluciones que determinaron el posterior curso de lo que, a partir de Pearl Harbor, sería la mayor conflagración global conocida. El profesor británico estudia "la interacción de las decisiones clave tomadas por los dirigentes de las principales potencias...", una admirable aportación que contribuye a esclarecer un conflicto que cambió la historia de la humanidad. Al finalizar las hostilidades, concluye irónicamente en el epílogo, "los dirigentes de Alemania y Japón habían creado un mundo que era la antítesis absoluta de todo aquello por lo que ellas habían luchado". Sin embargo, las cosas pudieron suceder de otra forma, que es lo que pretende demostrar el libro. Es evidente que líderes y consejeros manejaron distintas posibilidades. Sobre la indagación acerca de ellas, el porqué, el cómo y el cuándo, y sus antecedentes históricos, políticos e ideológicos, se articula cada capítulo, dedicando un espacio a evaluar qué hubiera podido pasar de haber elegido otras opciones. No se trata de historia virtual sino de contrafactuales a corto plazo que, a menudo, los mismos protagonistas barajaron y que el autor repasa buscando su fundamento y verificando alternativas.

Los diez capítulos de la obra, que van enlazados siguiendo el orden cronológico, examinan otras tantas decisiones trascendentales. Tres corresponden a Alemania: ataque a la URSS, declaración de guerra a los EEUU y exterminio de los judíos. Dos a Japón, el avance hacia el sureste asiático, aprovechando la debilidad británica y el hundimiento francés del verano de 1940, y el raid aéreo sobre Pearl Harbor. Mussolini también intenta explotar la oportunidad entrando en el avispero de los Balcanes al invadir Grecia. Por otro lado, surgen las reacciones de carácter defensivo. Gran Bretaña decide permanecer en guerra. Roosevelt, por su lado, ha de maniobrar con el sentimiento aislacionista de la nación y las reticencias del Congreso, pero apuesta por respaldar a Gran Bretaña mientras prepara la entrada en el conflicto. El paso siguiente llegó con la "guerra no declarada" en el Atlántico contra Alemania. Entre las posturas más desconcertantes figura la obcecación de Stalin ante la avalancha de informaciones que anticipaban la ofensiva alemana.

Un problema que suscita el planteamiento de la obra es si el marco temporal acotado por el autor adolece de determinismo. Desde diciembre de 1941 aún quedaba mucho camino por recorrer, pero Kershaw subraya que en el tiempo restante hasta la rendición, "en lo esencial" cristalizaron las decisiones que se habían tomado entre 1940 y 1941. Señala que hasta el Proyecto Manhattan arrancó en esas fechas. Sin embargo, no ocurre lo mismo con el programa nuclear alemán, respaldado por Speer desde 1942, que pudo haber sido un factor clave cuando flaquearon las fuerzas del Eje. Los nazis, que en aquel año daban por descontada la victoria en la guerra, no se volcaron en el proyecto pese a tener suficiente base científica y tecnológica.

Con todo, además de sugerentes, son plausibles las bases en las que Kershaw cimenta su trabajo, un brillante estudio de la configuración de la II Guerra Mundial a partir tanto del enfoque dinámico, es decir, el análisis de las interacciones entre unas decisiones y otras, como de las deducciones sobre los modelos de resolución según los patrones autoritarios o democráticos de los países comprometidos en la lucha. A lo que hay que sumar la relevancia que otorga a la personalidad de los dirigentes en relación con las fuerzas impersonales que condicionaban sus opciones (potencial económico, comportamiento del enemigo, etc.).