Image: Paisajes del pensamiento

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Ensayo

Paisajes del pensamiento

Martha Nussbaum

26 junio, 2008 02:00

Martha Nussbaum. Foto: Archivo

Traducción de Araceli Maira. Paidós. Barcelona, 2008. 816 páginas, 38 euros

Si alguien se encuentra con un libro de cerca de ochocientas páginas en gran formato que responde al título Paisajes del pensamiento, dudo mucho que pueda imaginar, en un primer momento, que tal libro trate sobre las emociones. Se atenuaría la (aparente) discrepancia entre el título y el contenido si el potencial lector conociera la exitosa trayectoria profesional de la autora. Pues Martha C. Nussbaum (Nueva York, 1947) ha recorrido en su vasta carrera los límites entre la emoción y la inteligencia: baste recordar, entre los traducidos al castellano, títulos como La fragilidad del bien, Justicia poética o La terapia del deseo.

En la presente obra, Paisajes del pensamiento, la filósofa americana acomete una genuina teoría y práctica de las emociones: una filosofía de la emoción que se halla en el cruce de caminos entre la ética, la política y la estética.

La primera parte del libro afronta la tarea de la fundamentación, y es, de hecho, la que explica el título. Teorías hay que conciben la emoción, la que sea, como una suerte o desgracia de acceso irracional, como una descarga que más tiene que ver con la "parte animal o natural" del humano que con su componente intelectual. Expediente que ha servido, conviene señalarlo, para destacar el componente emocional de las mujeres frente al racional de los varones; expediente que ha servido, sobra decirlo, como factor de discriminación. Desde una posición que la autora califica de neoestóica, apoyada en abundantes testimonios y eficaces argumentos, Martha Nussbaum postula lo contrario: las emociones son "paisajes del pensamiento", incorporan elementos cognitivos tales como intencionalidad, creencia, evaluación e imaginación. Ciertamente la cognición emocional no es del mismo tipo que la que entra en juego cuando las emociones faltan: pero hay pensamiento en los estados animados por la ira, la aflicción, el amor o el miedo.

Ese núcleo de teoría lo desarrolla la autora en una de las partes más arriesgadas del libro: la que atañe a la emoción animal; y en dos de las más logradas, la que estudia las diferencias de las emociones entre diversas sociedades y la que estudia las emociones en la primera infancia.

Si la primera parte del libro sienta la trama conceptual, las dos siguientes dan un giro práctico. En la segunda se toma como objeto la compasión. Y desde el principio se anuncia cuál es el objetivo de la búsqueda: no sólo certificar su estructura cognitiva sino hacerlo sobre una emoción que tiene una especial vocación ética y política. Animando desde el fondo está la vieja tragedia ática (un paisaje del pensamiento que Martha Nussbaum conoce a la perfección): pero son problemas más actuales, o más estructurales los que preocupan a la pensadora norteamericana. La tercera parte del libro asume el amor como argumento. Y aquí el escenario es el de un conflicto. Incluso el de un doble conflicto. Pues parece que mientras algunas emociones son éticamente adecuadas y políticamente correctas, el "amor erótico" es éticamente peligroso y políticamente inútil -en el mejor de los casos. El segundo conflicto al que aludía es el de los testimonios: filosóficos, por un lado, y artísticos, por otro.

De buena gana, afirma la autora, algunos filósofos estarían dispuestos a borrar el amor y el deseo sexual de la lista de lo útil, de lo necesario, de lo razonable. De buena gana, insiste, lo mantendrían únicamente como residuo animal hábil únicamente para la reproducción de la especie (indigno, en cualquier caso, de la consideración del filósofo). La teoría, o el rescate del amor, como emoción (y, no lo olvidemos, como emoción cognitiva) se hará, no sin dificultades, a partir y a través de Marcel Proust, de Agustín de Hipona, de Dante, Emily Brontë, Mahler, Walt Whitman y James Joyce.

No deja de ser curioso el corolario, en el que no repara suficientemente la autora, de que los paisajes del pensamiento, cuando atañen a algunas emociones (ella trata largamente del amor, pero podría haber elegido alguna otra, más "disfuncional" todavía) hayan de recorrerse, necesariamente, en el ámbito del arte. No se trata, o no quiero que se trate, de una crítica. Se trata en realidad de una consideración. Es evidente que si los intereses y la trayectoria de Martha Nussbaum no se hubieran antepuesto, la estética se habría anticipado a la ética: no en el índice sino como principio articulador del libro. Coincido que el de las emociones es ámbito de pensamiento: y el arte traza sus paisajes.