Image: París rebelde. Guía turística y política

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Ensayo

París rebelde. Guía turística y política

Ignacio Ramonet y Ramón Chao

26 junio, 2008 02:00

Detalle de La Libertad guiando al pueblo, de Delacroix (1830). Foto: Archivo

Debate, 2008. 318 pp. 20’90 e.

Hacer una guía del París político, rebelde y vanguardista es una excelente idea. Una guía a desuso, que podría haber sido en toda ley una lección política y revolucionaria, artística, estética. Marx, Lenin, Bolivar, Martí, Che Guevara, Bakunin, Engels o Trostski por hacer una nómina somera y tan sólo de los no franceses, vivieron o viajaron en momentos cruciales de sus trayectorias a la ciudad. La nómina artística y literaria sería interminable. Cabría suponer que con estos estatutos, y con el bagaje de Ramón Chao, que en su día escribió una nada desdeñable Guía secreta de París, sólo podríamos encontrarnos con un libro interesante.

La guía cumple bien una misión meramente informativa. Frente a las direcciones del trayecto, en las distintas postas, los autores van marcando una breve introducción biográfica o histórica de los personajes, generalmente acompañada de una nota bibliográfica. Este París rebelde, que está misteriosamente mal organizado y peor escrito (con unos descuidos de redacción que no deberían disculparse en unos autores que han dado bien la talla en sus trayectorias), da sin embargo, la pauta de un texto que parece primorosamente pensado y proyectado. Que los textos elegidos para describir la trayectoria de los protagonistas rebeldes de esta guía sean en muchos casos poco menos que anodinos resulta un fracaso de los antólogos cuando la nómina incluye a gigantes como Victor Hugo, Zola, Hemimgway, Cortázar o Joyce , por citar los primeros que vienen a la memoria.

Estilísticamente este París rebelde reproduce los defectos casi constitutivos de las guías, prefiere la anécdota a la exposición limpia de la historia, y el comentario chusquero a la reflexión, se detiene donde no debe y no donde debería, y tras su lectura se tiene la dudosa sensación de no haber retenido nada sustancial. Tiene también las ventajas un tanto superficiales de las guías, la de contarlo todo someramente, que en muchos casos termina abocado al callejón del reduccionismo simplista. Sirve y no sirve, como sirven y no sirven las guías, y su "servir" resulta doblemente pernicioso, pues quien lee queda satisfecho porque cree saber lo esencial, cuando no sabe en realidad casi nada. Los autores parten de una reflexión interesante; la de la guía temática, pero la resuelven en un libro que sería demasiado trabajoso cargar y leer in situ y demasiado banal para ser leído en el salón de la propia casa, el trabajo queda en un poco útil punto intermedio colindante entre el comentario tabernario y la guía al uso. Tal vez, y esto lo entienden bien los anglosajones que han sido quienes han inventado realmente el género de la literatura de viajes, no puedan hacerse sino percepciones emocionales de los lugares. Este París rebelde se queda a medio gas, fluctuante entre la breve pincelada histórica, el comentario banal, y una redacción más que dudosa. La naturaleza de su fracaso da, sin embargo, la pauta de un género que no termina de reubicarse pese a sus esfuerzos.