Image: Liberales de 1808

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Ensayo

Liberales de 1808

Jorge Vilches

31 julio, 2008 02:00

Jura de la Pepa en la iglesia de San Fernando (Cádiz) en 1812.

Gota a Gota. Ediciones Madrid, 2008. 350 páginas, 23 euros

Jorge Vilches (1967) es un joven profesor de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales de la Universidad Complutense de Madrid, especializado en el siglo XIX español (el partido progresista, Emilio Castelar, Cánovas del Castillo, Isabel II, el republicanismo...). En el libro que acaba de publicar se interesa por los primeros liberales españoles, cuyo pensamiento y acción política se definen en la guerra de la Independencia, en la que vieron la ocasión de acabar no sólo con la tiranía francesa, sino también con la del despotismo ministerial español personalizado en Godoy. Tal vez por eso, y a pesar del título, no se centra en el análisis de los personajes y sus ideas, sino que realiza un estudio de la guerra, aunque desde la perspectiva preferente del protagonismo de los liberales.

Ello explica la síntesis que realiza, en el segundo capítulo, sobre la propaganda patriótica y la lucha contra Napoleón a través de la literatura, la música, el teatro, las estampas o la Prensa, en la que los liberales tuvieron una participación destacada, aunque no exclusiva; también el estudio que dedica, más adelante, a la reacción contra el liberalismo, que concitó en su contra no solo a los realistas -desde entonces llamados tradicionalistas-, que habían colaborado con ellos en la guerra y la propaganda patriótica, sino también al reaccionarismo antiilustrado del siglo XVIII, resurgido ahora para oponerse a la Constitución de 1812.

Pese a la mayor atención que se presta a los liberales, lo que el libro contiene es esencialmente una visión panorámica de las distintas corrientes ideológico-políticas y la pugna entre ellas durante la guerra de la Independencia, hasta llegar al resultado final de la supresión de la Constitución de Cádiz -la gran obra de los liberales-, la vuelta al absolutismo y la persecución por parte del rey Fernando VII de muchos de los que habían luchado por devolverle el trono. El análisis del primer liberalismo español prescinde, sin embargo, de un sector fundamental del pensamiento político más avanzado de la época, que hunde también sus raíces en la Ilustración del reinado de Carlos III: el de los afrancesados, aquellos liberales que -de buena fe, por conveniencia o por miedo- consideraron que la España napoleónica ofrecía una buena oportunidad de regeneración y cambio político.

El estudio del profesor Vilches presta especial atención a los escritos y periódicos de los liberales, sobre todo el "Semanario Patriótico", así como a la participación de aquellos en la Junta Central, las tensiones entre liberales y realistas, y la lucha por conseguir la reunión de unas Cortes de nuevo cuño encargadas de elaborar una constitución, distintas a las estamentales del Antiguo Régimen que defendían realistas como Gaspar Melchor de Jovellanos o Francisco Martínez Marina.

Durante una primera etapa, de mayo de 1808 a la disolución de la Junta Central en enero de 1810, las propuestas liberales de soberanía nacional, separación de poderes, derechos individuales y libertad de prensa tuvieron como principales defensores a Manuel José Quintana, José Blanco White, Alberto Lista -luego afrancesado-, Lorenzo Calvo de Rozas, Isidoro de Antillón, José Canga Argöelles, álvaro Flórez Estrada, Juan Romero Alpuente o Valentín de Foronda. La sustitución de la Junta Central por una Regencia supuso un paso atrás de los liberales, aunque unos meses después lograron la convocatoria de Cortes unicamerales.

En esta segunda etapa, hasta la promulgación de la Constitución, los protagonistas del liberalismo fueron gentes nuevas como Agustín Argöelles, el conde de Toreno, Muñoz Torrero, Juan Nicasio Gallego, Francisco Martínez de la Rosa, Alcalá Galiano o José Mejía Lequerica. Unos y otros defendieron encarnecidamente una modernización política de España que se frustró sobre todo por la acción de sus enemigos, aunque también por sus errores e ingenuidades. Amparándose en los llamados "serviles", el regreso del rey Fernando VII supuso la implantación de un reaccionarismo anacrónico, que iniciaría los dramáticos enfrentamientos civiles que han caracterizado nuestra historia contemporánea. No está de más, por ello, recordar el pensamiento y la acción política de aquellos primeros liberales, que soñaron con una España muy distinta a la que habría de venir al final de la guerra.

La gran obra de los liberales españoles promulgada en el Oratorio de San Felipe Neri, en Cádiz, el 24 de marzo, día de San José de 1812, duró apenas dos años. El texto barría del mapa a la aciaga Inquisición, establecía el sufragio censitario -salvo para las mujeres y el personal doméstico-, sancionaba la división de poderes y promovía el reparto de tierras. Tras ser derrogada en mayo de 1914 por Fernando VII, la Pepa conocería dos breves resurrecciones durante el Trienio Liberal (1820-1823) y desde el motín de La Granja, el 13 de agosto de 1936 hasta la publicación de la nueva Carta de 1837. Sus 384 artículos la convierten en la más extensa de cuantas España ha conocido.