Image: El espíritu de la ilustración

Image: El espíritu de la ilustración

Ensayo

El espíritu de la ilustración

Tzvetan Todorov

4 septiembre, 2008 02:00

Tzvetan Todorov. FOTO: G. Pannttoni

Trad. de N. Sobregués. Círculo/ Galaxia Gutenberg. 160 pp., 16 e.


Este conciso libro de Tzvetan Todorov (Sofía, 1939), ágil, diáfano, convenientemente salpicado de incursiones en temas de actualidad, parece abonado a las felices coincidencias. En su edición original en francés, de marzo de 2006, precedió a la exitosa exposición "Ilustración. Una herencia para el mañana", organizada por la Biblioteca Nacional de Francia y con el propio Todorov como principal responsable. Ahora, en su edición en castellano, ha venido a acompañar a la reciente concesión del premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales a este prestigioso intelectual de origen búlgaro, afincado en Francia desde 1963 tras su huida del régimen totalitario de su país.

Desde luego, el texto puede considerarse emblemático, pues recoge lo más significativo del ideario del polifacético Todorov, que en los 60 se dio a conocer fundamentalmente como teórico de la literatura y semiólogo estructuralista junto a Barthes o Genette, que luego pasó a formar parte del Centro de Investigaciones sobre las Artes y el Lenguaje del CNRS francés, llegando a ser su director en 1987, y que a partir de los 90 se fue decantando por el problema de la alteridad en sus estudios de historia, pero que siempre ha mantenido como constante de todos sus trabajos la encendida defensa del humanismo ilustrado. A dicha vertiente de la Ilustración se remite de nuevo en este ensayo.
Subraya en efecto Todorov el gran cambio que tuvo lugar durante los años del siglo XVIII previos a la Revolución Francesa, y se sumerge en ese horizonte de las luces dieciochescas para iluminar las zonas umbrías del presente en base a tres principios esenciales: autonomía del individuo, finalidad humana de nuestros actos y universalidad. El desglose de este contenido normativo de la Ilustración ocupa los cinco capítulos centrales del libro: "Autonomía", "Laicismo", "Verdad", "Humanidad", "Universalidad". En los dos capítulos previos, Todorov se encarga de deslindar el "proyecto de la modernidad" de sus desvíos y defenderlo de sus detractores. A las críticas conservadoras de inspiración religiosa les replica que el presunto carácter meramente subjetivo de la moral y la política ilustradas denunciado por ellas es, en realidad, de índole intersubjetiva, resultado del consenso y de la discusión racional, y no basado ya en los tradicionales argumentos de autoridad, que simulaban un acceso directo a la objetividad de los valores. También se aparta de las críticas desde el extremo contrario, el del relativismo escéptico, y aboga por el carácter "sagrado" que en las sociedades seculares nacidas de la crítica ilustrada posee la universalidad de los derechos humanos. En ese sentido resulta muy sugestiva la forma en que sus argumentos en contra de la tortura o la pena de muerte recurren a ejemplos contemporáneos, denunciando de modo insistente la política carcelaria y antiterrorista estadounidense.

Con tono sobrio y didáctico, Todorov acierta así a conectar las grandes aportaciones de esta corriente de pensamiento con los problemas de nuestro tiempo, proponiendo, más que una vuelta a las fórmulas del pasado dieciochesco, una reactivación de aquel espíritu crítico cultivado por intelectuales de la talla de Montaigne, Diderot, Montesquieu, Rousseau, Kant o Voltaire, siempre orientado a liberar a los seres humanos de las tutelas externas que les oprimen. Ilustración como porvenir, así pues, y, por tanto, como proyecto abierto, en permanente revisión autocrítica. Una tarea que ya se propusieron los frankfurtianos Adorno y Horkheimer, sin duda con mayores dosis de suspicacia teórica y menos de optimismo a la hora de escudriñar los rasgos inhóspitos de ese proceso de progresiva racionalización del mundo (reificación de la naturaleza, cientificismo, reducción instrumental de la razón), pero que Todorov ha tenido el mérito de rescatar para el jardín imperfecto de una época como la nuestra, en la que la mera supervivencia formal de las consignas ilustradas no garantiza la viveza de su espíritu.

La identidad de Europa

En su discurso en Yuste el 18 de junio, Todorov ilustraba así el provecho que obtiene Europa de su identidad plural : "Cómo consigue Colón realizar su viaje inaugural: rechazado por un primer príncipe, el de Portugal, este genovés va a ver a un segundo (el rey de Ingla-terra), luego a un tercero (Francia) y a un cuarto (España), antes de encontrar en la reina Isabel de Castilla a la mecenas de sus expediciones. Si Europa hubiera sido un imperio unificado, el rechazo del primer príncipe habría significado el final de sus proyectos."