Image: Necesidad y venalidad. España e Indias, 1704-1711

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Ensayo

Necesidad y venalidad. España e Indias, 1704-1711

Francisco Andújar

25 septiembre, 2008 02:00

Detalle del retrato de Felipe V pintado por Rigau

Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Madrid, 2008. 352 páginas. 20 euros

Andújar Castillo (Almería, 1955), formado en la Universidad de Granada y catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Almería, es actualmente uno de los mejores investigadores del modernismo español. Si hace unos años, publicó un libro fundamental sobre la venalidad en el ejército borbónico del siglo XVIII (El sonido del dinero, El Cultural, 30-6-2005, p. 22), ahora nos ofrece los resultados de una investigación sobre la guerra de Sucesión, en la que demuestra que la venta de cargos y honores fue un mecanismo ampliamente difundido entre 1704 y 1711, tanto en España como en Indias, en la búsqueda desesperada de medios con los que improvisar un ejército numeroso y ganar la guerra. En aquellos años se vendió de todo, desde la presidencia de algunos Consejos a magistraturas de justicia y todo tipo de puestos de la administración: plazas de consejeros, tesorerías y contadurías, cargos de hacienda, corregimientos, la presidencia de la Casa de Contratación, algún virreinato americano, y honores como hidalguías y títulos de nobleza, incluida en América una grandeza de España. Una gran almoneda que ha permanecido durante mucho tiempo ignorada por los historiadores, en buena parte por la propia "ocultación" en su momento de tales operaciones. Solo cruzando fuentes y rastreando cada nombramiento individual, un investigador tan capacitado como Andújar ha sido capaz de descubrir los aspectos esenciales de un fenómeno prácticamente imposible de reconstruir en su conjunto, y que supuso una aportación importante a la hacienda real, pues teniendo en cuenta únicamente los casos documentados -correspondientes a 1.277 cargos- aportó una cantidad mínima de 75.000.000 de reales, algo más de un 7% de los ingresos totales de la Monarquía, que ofrecía además la ventaja adicional de ser un ingreso disponible, al no estar comprometido previamente a un pago determinado, como ocurría con muchas de las rentas.

Andújar desentraña los complejos mecanismos de tales ventas, cuyos máximos organizadores fueron el embajador francés Amelot y el secretario del Despacho de Hacienda y Guerra José Grimaldo, con la intervención ocasional de Orry y la princesa de los Ursinos. Como intermediarios financieros actuaron principalmente Bartolomé Flon y Juan de Goyeneche, este último, banquero y tesorero de la reina María Luisa de Saboya, quien también intervino de forma decidida, pues una parte notable de lo recaudado sirvió para financiar su propia Casa, cuando no para la compra de joyas y diamantes para uso personal. Dicha utilización plantea el complejo problema de la corrupción, que en el Antiguo Régimen ha de ser medida con criterios distintos a los actuales. El monarca absoluto podía utilizar ampliamente la arbitrariedad y valerse de medios extraordinarios como éste para hacer frente a las necesidades de la guerra, pero otra cuestión era la utilización del tal dinero para fines privados o las abundantes cantidades que el sistema permitiría desviar de forma indebida a bolsillos particulares.

El libro acaba definitivamente con un viejo tópico existente en nuestra historiografía desde los magníficos trabajos pioneros sobre la venta de oficios de Francisco Tomás y Valiente y Antonio Domínguez Ortiz: el de que la venta de cargos había quedado limitada al ámbito municipal, sin que afectara a puestos de justicia o hacienda de la administración real. España sería así diferente a otras monarquías que sí los vendieron ampliamente, esencialmente la francesa en el siglo XVII. Diversos estudios recientes, entre los que destacan los de Marcos Martín, Sanz Tapia o álvarez-Ossorio, obligaban a cambiar dicha idea, especialmente para las Indias, Italia y las últimas décadas del siglo XVII. Las investigaciones de Andújar consolidan claramente dicho cambio y nos permiten calibrar la importancia de la venalidad que, contrariamente a otro de los tópicos usuales, no se limitó a la época de los Austrias, ni tampoco al periodo de la guerra de Sucesión, pues se realizó también posteriormente aunque de forma más limitada que durante los años de ésta. Aparte de los ingresos que pudo suponer -y con independencia de sus efectos, aún poco conocidos, sobre la práctica administrativa- la venalidad constituyó sobre todo una magnífica vía de fidelización e integración de súbditos en favor de la nueva monarquía representada por Felipe V.