Ensayo

Cómplices. Los hombres de Provenzano

Lirio Abbate y Peter Gómez

2 octubre, 2008 02:00

Trad. de Isabel Fdez. Guia. Península. Barcelona, 2008. 448 páginas, 21’50 euros.

"Ahora la mafia ya no existe de verdad", escriben los autores al comienzo del libro, reflexionando sobre las imágenes del momento de la detención de Bernardo Provenzano, il capo di tutti i capi buscado por la policía de medio mundo durante 43 años: las 11:21 horas de la mañana del 11 de abril de 2006 en la humilde masía de un pastor a las afueras de Corleone, su ciudad natal. Tras leer las 427 páginas de texto y notas -sabrosísimas e indispensables para entender la historia-, no puedo estar más en desacuerdo, salvo que, con su afirmación, quieran decir, simplemente, que las mafias italianas -Cosa Nostra, la Camorra, la N’drangheta calabresa…- han cambiado parcialmente de métodos, de actividades y de dirigentes. En otras palabras, se han adaptado a Internet, a la globalización y a la nueva Italia de Berlusconi. Nada nuevo. Si no lo hubieran hecho varias veces en el pasado, no estaríamos ante una red de redes secular.

De ahí a decir que ya no existen va un larguísimo trecho y, si no, que se lo pregunten a Roberto Saviano, joven napolitano amenazado de muerte por la publicación, hace dos años, de Gomorra, (Debate, 2007) el mejor estudio de los últimos años sobre la Camorra napolitana. Los propios autores de Cómplices -Lirio Abbate, redactor de la agencia italiana de noticias, ANSA, y Peter Gómez, corresponsal del semanario Espresso especializado en "asuntos sicilianos"- viven bajo protección policial por amenazas similares.

Las mafias, siempre debemos referirnos a ellas en plural, siguen siendo el primer negocio de Italia. Según el informe SOS Empresa editado el año pasado por la Confesercenti -patronal de la pequeña y media empresa-, facturan al año más de 90.000 millones de euros: el 7% del producto interior bruto. Un tercio de ese dinero procede de la extorsión, el famoso pizzo o impuesto de protección. Hay ciudades, como Catania y Palermo, en las que el 80% de los empresarios y comerciantes paga tributo. En regiones como Sicilia, Calabria o Nápoles es muy difícil encontrar una sola obra pública que no pase por los filtros de las mafias. "Los empresarios sicilianos pagan a Cosa Nostra unos 8.000 millones de euros al año", publicaba el semanario británico The Economist el pasado 6 de diciembre.

Mediante el seguimiento minucioso de docenas de sumarios y de documentos societarios, el análisis de las transcripciones publicadas de numerosos pinchazos o grabaciones policiales de mafiosos y, sobre todo, la cobertura diaria de las actividades mafiosas en Sicilia para sus medios de comunicación, Abbate y Gómez han construido mucho más que el retrato de Provenzano, por apasionante que sea. Tras el perfil del Padrino principal de Cosa Nostra desde comienzos de los noventa hasta hace dos años aparece con todo lujo de detalles, como un monstruo de mil cabezas, la red de conexiones entre políticos y mafiosos, empresarios y usureros que, desde su fundación, envuelve a Italia como una maldición. Un ejemplo: cada ciclo de terapia antitumoral en la clínica más moderna de Sicilia, Santa Teresa de Bagheria, costaba 136.000 euros mientras fue propiedad de un testaferro de Provenzano. Desde que la magistratura se hizo con su control, el mismo ciclo cuesta 8.093 euros.
La red es tan densa y compleja que resulta muy difícil separar buenos y malos, limpios y sucios, miembros de honor, socios y colaboradores permanentes o eventuales. Demócratas cristianos, comunistas, socialistas, berlusconianos, independientes… Todos se han visto atrapados, en mayor o menor medida, durante periodos de paz o de guerra, en la tupida maraña. Junto a nombres de todos conocidos como Andreotti, Craxi, Berlusconi o Cossiga, hay centenares -muchos de ellos con responsabilidades de gobierno local, regional y nacional- de políticos acusados, condenados o salpicados por pruebas aplastantes aunque no acabasen en la cárcel.