Image: Gobernar la ocasión. Preludio político de la Nueva Planta de 1707

Image: Gobernar la ocasión. Preludio político de la Nueva Planta de 1707

Ensayo

Gobernar la ocasión. Preludio político de la Nueva Planta de 1707

José María Iñurritegui

9 octubre, 2008 02:00

La Batalla de Almansa, de Ricardo Balaca

Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Madrid, 2008. 206 páginas, 16 euros

José María Iñurritegui (Oñate, 1965) es uno de los mejores especialistas en la historia del pensamiento político en la Edad Moderna, orientación que le viene de su maestro, Pablo Fernández Albaladejo. Desde hace unos años, su interés se ha centrado prioritariamente en la guerra de Sucesión y el profundo debate doctrinal a que dio lugar. Después de algunos importantes artículos y de la edición de las Memorias para la historia de las guerras civiles de España, del conde de Robres (Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2006), nos presenta ahora este sugestivo estudio, en el que analiza los orígenes de la Nueva Planta a través de un amplio fresco de los planteamientos políticos de los dos bandos enfrentados: borbónicos y austracistas.

La supresión del estilo tradicional de gobierno de la Corona de Aragón tuvo lugar en diversas etapas y con diferentes modalidades, entre 1707 y 1715, al compás del avance de los ejércitos de Felipe V y la conquista de los territorios que se habían declarado en favor del archiduque Carlos. Iñurritegui limita su estudio a los orígenes de los primeros decretos, los más ambiciosos y expresivos de un planteamiento político que se iría moderando en los siguientes. La Nueva Planta de Valencia y Aragón se hace en nombre de la soberanía y es impulsada por toda una serie de personajes que veían en la constitución tradicional la causa de la falta de autoridad del rey y las rebeliones de aquellos reinos. Tal sustrato ideológico necesitaba encontrar el momento propicio. De ahí esa retórica de la ocasión, que enfrentó a los partidarios de aprovechar la victoria de Almansa, como el poderoso embajador francés Michel Amelot, el jacobita irlandés Tobías de Bourk o el jurista Melchor de Macanaz, con quienes, aun admitiendo el derecho de conquista del soberano, entendían que había que esperar a la conclusión de la guerra. Entre estos últimos, basados en la prudencia política y el temor a suscitar reacciones patrióticas, destacaron las propuestas del Consejo de Aragón -que trató de limitar la Nueva Planta a los aspectos gubernativos, y acabó siendo víctima de ella-, pero también las de algunos destacados miembros del ejército borbónico, como el duque de Orleans, o alguien tan contrario al modelo constitucional aragonés como el arzobispo de Zaragoza, Antonio Ibáñez de la Riva.

No obstante, los debates abiertos en aquellos años no se reducían a los fueros de los territorios rebeldes. El abandono del antiguo estilo de gobierno de la Monarquía llevó al Consejo de Estado a plantear, con el lenguaje de la soberanía pastoral y el amor del rey a sus súbditos, la necesidad de que Felipe V reinase en los corazones. La concepción religiosa del enfrentamiento, la defensa desde la corona de Aragón del amor a la patria (Solanes), o el desconsuelo de los vasallos aragoneses que habían permanecido fieles a Felipe V, son algunos de los muchos temas que analiza el autor, en un libro escrito con el lenguaje conceptista y denso que le caracteriza.

La presencia de españoles y extranjeros en defensa tanto de la ocasión como de la prudencia muestra el origen complejo de la política unionista puesta en práctica a partir de 1707, que no obedece solo a planteamientos absolutistas y centralizadores de matriz francesa, sino que tiene también una raíz genuinamente hispana, cuyo principal representante había sido, décadas atrás, el conde-duque de Olivares. Pero Iñurritegui ofrece aún más, pues analiza cómo la concepción pastoral estaba también presente en el bando del archiduque, quien desde la "ira regis" -contrapartida punitiva del amor-, amenazó con similares supresiones de fueros y constituciones a los territorios que no le aceptaran como rey y señor natural, lo que constituía una postura plenamente coherente con los planteamientos, entonces dominantes, de la llamada política cristiana, actualizados en 1700 por el tratadista Pedro de Portocarrero. El autor apunta incluso la influencia de la contemporánea "Union Act", que creó formalmente la Gran Bretaña; una prueba más de la variada raíz de la Nueva Planta.