Image: Felipe V y los valencianos

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Ensayo

Felipe V y los valencianos

Enrique Giménez López

13 abril, 2012 02:00

Retrato de felipe V, por Jean Ranc (1723)

Tirant Humanidades. Valencia. 288 páginas. 15 euros.

La guerra de Sucesión es uno de los temas calientes de la Historia Moderna de España, por la enorme influencia que ha tenido en la explicación de realidades contemporáneas. El hecho de que el archiduque Carlos (Carlos III), aspirante al trono heredado en 1700 por Felipe V, ocupase los territorios de la Corona de Aragón propició, tras su reconquista, la supresión de sus fueros, constituciones políticas tradicionales e instituciones, siendo gobernados a partir de entonces por las leyes de la Corona de Castilla. El castigo de Felipe V a los territorios rebeldes inició una etapa de signo centralista y represivo, que ha dejado honda huella. La memoria del primer Borbón es evidentemente negativa en toda aquella zona, pero es necesario preguntarse, como lo hace Enrique Giménez (Alicante, 1947), hasta donde llega la historia y hasta donde la memoria o, dicho de otra forma, cuales son las adherencias posteriores que han alterado la realidad de los hechos.

Su libro se centra en el espacio concreto del reino de Valencia, que él conoce profundamente después de muchas décadas dedicado a su estudio durante el siglo XVIII, y es esencialmente una recapitulación, cuya aportación principal es la de un sinfín de informaciones sobre familias, personajes y situaciones concretas, que le permiten matizar numerosas cuestiones. Entre ellas, la de los austracistas y borbónicos, porque hubo muchos de éstos en el reino. La mayor parte de la nobleza, el alto clero y la magistratura, "las clases rectoras de la sociedad", fueron fieles a Felipe V y muchos se exiliaron durante la guerra. En realidad, la conquista por los aliados fue en buena medida consecuencia de una debilidad defensiva que ya entonces denunciaron algunas autoridades, aunque es cierto que contó con numerosos apoyos, especialmente entre el campesinado antiseñorial y el clero, sobre todo el regular; sectores sociales en general más bajos que los borbónicos, aunque hubiera excepciones notables. La división a favor o en contra de cada una de las opciones sucesorias dio lugar en el reino de Valencia a una guerra civil, que ofrece también peculiaridades geográficas, con localidades que se inclinan claramente por uno u otro bando.

Otra de las precisiones de Giménez es que el enfrentamiento no obedece a cuestiones ideológicas previas. Si en ciertos sectores borbónicos influyó el temor hacia determinadas reivindicaciones sociales, la defensa de la foralidad no constituyó un elemento determinante en la actitud de los municipios valencianos. Fueron sobre todo las circunstancias de la guerra y las particularidades de cada localidad los que las hicieron adscribirse a uno u otro bando. Buena parte del libro está dedicada al estudio de los personajes, lo que no impide al autor ocuparse también de las autoridades civiles y de la Iglesia. En su opinión, además de los conocidos propósitos centralistas, la represión obedeció a la imagen negativa que los castellanos se habían formado de los súbditos de la Corona de Aragón. Pero también matiza que no se llegó a desarbolar todo el entramado legal valenciano y que resulta simplista pensar en un transplante de las instituciones castellanas o una mera anexión. Señala, por último, que la guerra y la represión dejaron en ambas partes una honda huella de resentimientos y recelos, como lo prueban, medio siglo después, el juicio muy negativo de Gregorio Mayans sobre los castellanos, o la perfidia y el odio anticastellano que el bibliotecario real, Juan de Santander, atribuía a las gentes de aquellas tierras.

Pese a que las manipulaciones de la memoria hayan desfigurado algunos aspectos de aquel conflicto, al tiempo que creaban una visión idílica del régimen foral, una leyenda rosa del archiduque (Carlos III) y otra negra de Felipe V y su régimen, Enrique Giménez señala que, ya en el siglo XVIII, existía una incomprensión, basada en tópicos arraigados, que hacía difícil la reconciliación.