Walter Cronkite. Foto: G. Calton

Harper/Harper Collins. 819 pp, 35 dólares. 20'18 dólares

"Desde Dallas, Texas...". Al ojeroso presentador le acaban de pasar una noticia de última hora. Se quita las gafas. Mira hacia la cámara y nos informa por primera vez que nuestro joven presidente nunca llegará a viejo. Señala la hora de la muerte en el reloj de la redacción y guarda un momento de silencio. Este era Walter Cronkite el 22 de noviembre de 1963 anunciando la muerte de John F. Kennedy. Era el Cronkite consumado: improvisado, auténtico y sentido. Durante 19 años, el presentador de Las noticias de la noche de la CBS participó de nuestro dolor y júbilo públicos. Era uno de nosotros y Cronkite, de Douglas Brinkley, es una majestuosa biografía del más grande y querido de los periodistas televisivos de Estados Unidos. "Era tranquilizadoramente permanente cuando tantas cosas cambiaban", escribe Brinkley, un historiador y redactor colaborador de Vanity Fair. "Incluso cuando anunciaba noticias trágicas, él mismo servía para recordarnos que Estados Unidos perseveraría".



La perseverancia era el sello distintivo de la sorprendentemente irregular carrera de Cronkite. Le impulsaba su capacidad para conectar con el público, una conexión que nunca fue más evidente que durante la maratoniana cobertura del asesinato de Kennedy que hizo CBS. Un total de 70 millones de estadounidenses y espectadores en 23 países la siguieron. "Las noticias de CBS se convirtieron en la sala de reunión, la catedral, el bar de la esquina y la plaza de la ciudad; el lugar al que la gente iba cuando buscaba el consuelo curativo de un grupo", escribe Brinkley, y Cronkite era el "director" del duelo, el consejero extraoficial del luto nacional. Cronkite nunca tuvo miedo a contarnos la dura realidad. Recuerden su "Crónica desde Vietnam" de media hora del 27 de febrero de 1968, en la que afirmaba que la Guerra de Vietnam estaba en un "punto muerto". Era un veredicto que al veterano corresponsal de guerra no le hacía ninguna gracia emitir, pero Cronkite, que había vuelto hacía poco de informar sobre la ofensiva del Tet, creía en ese momento que la guerra era imposible de ganar e indefendible. Se sentía "timado" por Lyndon Johnson, escribe Brinkley, y "asqueado" por el hecho de que su cadena se hubiese tragado la interpretación tendenciosa del Pentágono. "La conmoción posterior que provocó el reportaje de Cronkite fue sísmica", añade Brinkley. Se cuenta que el presidente Johnson dijo: "Si he perdido a Cronkite, he perdido el país". ¿Cómo llegó Cronkite a conseguir que no se cuestionase su palabra de que una guerra estadounidense no podía ganarse?



Nacido en 1916 en St. Joseph, Missouri, Cronkite soñaba con convertirse en presentador. Estudiante mediocre, dejó la Universidad de Texas al cabo de dos años y entró en el mundo de la prensa cubriendo las noticias de los clubes nocturnos y las iglesias para The Houston Press. A los 19 años, consiguió su primer trabajo en la radio en la emisora KCMO de Kansas City retransmitiendo los partidos de fútbol universitarios con el nombre de Walter Wilcox (Cronkite sonaba demasiado alemán). Leía las jugadas en el teletipo y luego las recreaba para la audiencia como si estuviese en el partido. "No necesitaba ningún hecho", decía, "simplemente usaba mi imaginación". Los años de Cronkite en la KCMO fueron notables por dos acontecimientos: conoció a Mary Elizabeth Maxwell, conocida como Betsy, una redactora publicitaria, se casó con ella y fue despedido repentinamente. Desafió a su jefe, al insistir en conseguir una segunda fuente antes de salir al aire.



Era la calidad lo que importaba: conocer bien la historia y, luego, ser el primero. Le salió todo redondo cuando empezó a trabajar como editor nocturno en United Press. Fue "su terreno de pruebas", escribe Brinkley, el trabajo en el que Cronkite se formó como periodista. Hacía de todo, desde comprobar los hechos hasta informar y, en 1943, cubrió la campaña de bombardeos estadounidenses sobre Alemania. Se unió a un grupo de corresponsales del que formaba parte Andy Rooney; se llamaban a sí mismos los "escritores del 69" y tenían instrucciones de Hugh Baillie, presidente de UP, de "llevar el olor de la sangre caliente a sus artículos".



"La radio era la nueva prensa", escribe Brinkley, pero el hombre de UP se mantuvo leal a la información mediante teletipos. El trabajo de Cronkite durante la guerra forjó el resto de su carrera. Como dijo Bob Schieffer en un programa de "Face the Nation" en el que se rindió homenaje a Cronkite, era la razón por la que los estadounidenses confiaban en él. "Todo el mundo sabía que el moreno de Walter no se debía a la luz de los focos". Cronkite fue finalmente contratado por Murrow para cubrir la Guerra de Corea. Probó suerte en los informativos de televisión y, según Brinkley, hizo gala de un "conocimiento casi innato del medio". De 1953 a 1957, Cronkite fue el presentador de "You Are There" un programa semanal en el que se hacía pasar por un reportero que cubría un acontecimiento histórico importante como el Tea Party de Boston (y ofrecía críticas veladas al macartismo), pero su carrera seguía siendo inestable. En 1954, fue contratado y rápidamente despedido de The Morning Show; más tarde, fue descartado para Face the Nation. Incluso presentar las convenciones políticas nacionales -su especialidad- resultaba un desafío. Se vio eclipsado en las convenciones políticas de 1956 por el carismático equipo de NBC formado por Chet Huntley y David Brinkley.



La información de Cronkite sobre la convención republicana de 1964 se consideró tan grandilocuente y deslucida que el presidente de CBS, William Paley, le apartó. Sin embargo, en las convenciones de Chicago de 1968, sin embargo, Cronkite volvía a estar en la cresta de la ola. The Evening News era el informativo de más audiencia, con su presentador seguro de su posición y su material. Su "Crónica desde Vietnam" le había granjeado el respeto de todos y estaba en su mejor momento cuando mantuvo la paz cuando la convención cayó en la violencia. Recuerdo a Cronkite despidiendo una sesión de última hora de la noche pidiendo a los telespectadores que "durmiesen un poco" y diciéndoles que los "vería por la mañana".



Era una cobertura informativa de principio a fin y él sabía que nos quedábamos con él. Pero Brinkley también revela el lado más oscuro y competitivo de Cronkite. Era maleducado con los compañeros y odiaba compartir el protagonismo. Su última noche presentando The CBS Evening News fue el 6 de marzo de 1981, pero no estaba preparado para la jubilación. "Se había ido demasiado pronto", escribe Brinkley. "Nunca se había sentido más desesperado. Tenía un interés parcial por todo, sin un sentido agudo de una misión por nada en particular".



Es hora de hablar de un asunto que siempre se evita. ¿Era Cronkite un liberal? El izquierdista estaba ahí mismo, señala Brinkley, para que todos lo escuchasen o incluso lo viesen: Cronkite siempre era más franco lejos de la cámara. Curiosamente, las tendencias liberales de Cronkite no le restaron credibilidad ni popularidad. Me da la impresión de que los conservadores le veían con gran respeto y separaban cualquier sentimiento izquierdista que pudiesen detectar. Pero Cronkite perdurará no por lo que nos cuenta sobre los medios de radiodifusión y teledifusión, sino por lo que revela sobre el hombre: sus paradojas, su gusto por las bromas y los chistes verdes, su largo y feliz matrimonio. "El viejo maestro del arte de vivir más grande que conozco es Walter Cronkie", escribía Andy Rooney en The Washington Post. "Si la vida engordase, Walter Cronkite pesaría 200 kilos".



En 1980, Cronkite, el estudiante que dejó la universidad, recibió un doctorado honorífico de Harvard y, junto con él, una ovación en pie. Fred Friendly, un expresidente de CBS News, le dijo que no se le honraba simplemente por su trabajo en la televisión. "En una época en la que todo el mundo mentía - padres, madres, profesores, presidentes, gobernadores, senadores- tú parecías decir la verdad noche tras noche. No les gustaba la verdad, pero te creían en una época en la que necesitaban alguien a quien creer". Cronkite es la prueba de que es posible hacer un trabajo casi a la perfección. Esto sirve tanto para el hombre como para esta excepcional biografía.



The New York Times