Image: Cartas a Éva Haldimann

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Ensayo

Cartas a Éva Haldimann

Imre Kertész

14 septiembre, 2012 02:00

Imre Kertész

Traducción de Adan Kovacsics. Acantilado. Barcelona, 2012. 154 páginas, 18 euros

Nos hallamos ante un libro cordial y modesto. Las cartas que el premio Nobel de 2002, Imre Kertész (Budapest, 1929) cruza con Éva Haldimann, suiza de origen húngaro, que es la primera persona que se interesa fuera de Hungría por la obra de Kertész (judío que estuvo en Auschwitz a los quince años), escribiendo ensayos sobre sus libros y fomentando, con éxito, la traducción al alemán especialmente de su obra, desde 1977. Las cartas -sólo hay dos muy circunstanciales de Éva, las otras no se conservan- van desde 1977 a 2002. Al final hay menos debido -se nos dice- a que los amigos pasaron a partir de ahí al teléfono.

He dicho que las cartas (62 en total) son "modestas" porque ninguna es muy larga y porque predomina el tono vital (viajes, enfermedades, posibilidades de encuentro) sobre lo intelectual que aparece en lo relativo al avance de las traducciones y sobre todo -quizás es lo más interesante- a cómo Kertész se siente cada vez más distante del clima político y moral de Hungría, incluso tras el fin de la Unión Soviética, por el tono fascista y antisemita, al parecer muy marcado, de varios gobiernos húngaros. Su pronto éxito en los países de habla alemana hace que Kertész (primero con su mujer Albina, luego con Magdi) haga múltiples viajes de promoción, lecturas y conferencias por esos países, incluyendo estancias becadas en Viena y Berlín. El libro se lee con gusto, acompañado como va por varios apéndices y notas, donde se clarifican las alusiones de las cartas y se extraen fragmentos de los artículos de Haldimann (para Kertész siempre su "descubridora") y unas cuantas entrevistas hechas al autor, siempre en los años 90, antes del Nobel, y en momentos en que él se siente cada vez más acosado en su patria.

Kertész no sé si es un autor muy conocido del lector en general, teniendo en cuenta, además, que salvo casos un tanto excepcionales (así el de Sándor Márai) en España no se conoce en exceso la literatura húngara. No obstante, uno tiene la sensación al leer estas cartas de amistad y cercanía, que Kertész -en parte debido a su éxito en Alemania- va haciéndose cada vez más cercano a ese país (curioso para quien ha escrito mucho sobre el Holocausto, palabra que no le gusta) no sorprendiéndonos, por ello, saber que ahora vive en Berlín. Kertész, por lo demás, fue un autor tardío en parte (sólo en parte) por sus iniciales problemas con las autoridades comunistas. Así su primera novela y una de las más conocidas Sin destino (la experiencia y el horror de Auschwitz) es de 1975, mientras que la segunda de 1977, El buscador de huellas narra un retorno al aquel infierno -con sentimientos contradictorios- muchos años después.

Para muchos una de sus obras mejores sería Kaddish por el hijo no nacido de 1990. La obra del autor húngaro (no más de una docena de libros, entre novelas con cierto fondo autobiográfico, relatos y textos de carácter más ensayístico) se encuadra para algunos entre la de los supervivientes a la experiencia del Holocausto, como fueron -desde ángulos distintos- Primo Levi o Jorge Semprún. Atento siempre a descubrir el "antisemitismo" que padeció brutalmente, otros le han reprochado (cuando viajó tras el Nobel por vez primera a Israel) que no tomara parte en la denuncia de todas las víctimas del mundo -¡tantas!- algunas ignoradas por el estado de Israel. Como sea, la obra de Kertész es densa y rica, una obra nacida en el dolor y en su análisis, y estas cartas a una amiga nos ayudan a ver su lado íntimo más cercano.

Viena, 17-III-1992

Estimada Éva:

Me alegró mucho su carta y el hecho de que aceptara el consejo que ideamos entre varios. Realmente no vale la pena ponerse a discutir con "ésos". La "situación", en efecto, ha empeorado; en este momento, la libertad de la vida "intelectual" húngara que se dispone a ingresar en Europa consiste en que se permite todo lo que en Europa no; se permite la fanfarronería irredentista, se permite a los señores ex combatientes justificar la participación de Hungría en la II Guerra Mundial, se permite la demagogia, el populismo y sobre todo se permite despotricar contra los judíos como la expresión más sencilla y más clara de la amargura por las condiciones reales. En lo que a mí respecta, sólo una postura me parece posible: intentaré esperar los dos años siguientes, esperar a las próximas elecciones (si se celebran); si producen un giro a la derecha por desgracia tendré que preguntarme adónde emigrar. Pero a lo mejor existe otra esperanza -suelo decir para mis adentros-, puesto que viven a mi alrededor muchas personas inteligentes y de buen corazón; su irradiación a lo mejor tiene algún efecto, como las vitaminas del sol.

El "análisis de la situación" ha resultado un poco largo. Fue muy bonito en Berlín, muy bueno; por desgracias, la traducción de Kaddish... no pinta prometedora, lo cual resulta tanto más triste cuanto que hay aquí en Viena alguien que lo traduciría muy bien... Eso muestra al menos la prueba de traducción. He oído hablar de Pál Deréky, pero no lo conozco personalmente. Por desgracia, no tuve oportunidad de ir a ver a Mészöly en Budapest, lo cual me da mucha vergüenza: pero es que no he tenido ni un minuto, yo también hube de acudir una y otra vez al médico, tuve una inflamación de la vesícula biliar que me ha importunado mucho. Me alegra que Miklós se haya recuperado y levantado y confío en que así siga".

Tengo sendas "actuaciones" en Viena los días 7 y 12 de mayo, o sea, que es seguro que estaré aquí y, además, tengo muchas ganas de asistir a la entrega del premio a Nádas si ustedes también vienen, podremos organizar una bonita celebración... En cuanto a Ginebra, como usted escribe, resulta muy tentador. Yo diría lo mismo: qui vivra, verra..., pero lo digo con tono alegre. La traducción avanza a ritmo firme; por determinadas circunstancias, que no son muy importantes (ya se las contaré quizá personalmente, pero vuelve a tratarse del caos húngaro, en este caso, en forma de los derechos de autor), he de acabar el libro a comienzos de abril, de manera que en vez de disfrutar vivo en la monotonía de la servidumbre, o sea, que de Viena apenas veo nada por el momento. Pero luego, ¡en primavera!...

Le saludo muy cordialmente, estimada Éva, a usted y a Frédéric, y si de vez en cuando se acuerda de mí, siempre me alegraré de una carta suya,

Imre