Image: La aparición del periodismo en Europa

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Ensayo

La aparición del periodismo en Europa

Roger Chartier y Carmen Espejo (eds.)

28 septiembre, 2012 02:00

Roger Chartier. Foto: Michael Wögerbauer

Marcial Pons. 135 pp., 22 euros

Los autores vinculan el periodismo con el hecho mucho más genérico de la comunicación, que en la Edad Moderna se realiza a través de tres vías: la escritura (manuscrita e impresa), la imagen y la palabra. En cuanto a sus orígenes, casi todos coinciden en la necesidad de ir más allá de las gacetas de las primeras décadas del siglo XVII, reconocidas siempre como su primer antepasado, hasta los pliegos de cordel, los avisos o las relaciones de sucesos del XVI. En realidad, desde que aparece la imprenta surge una posibilidad de comunicación de incalculables posibilidades, sin que ello haga desaparecer la difusión de manuscritos, que se mantienen durante aquellos siglos mucho más de lo que hasta hace unos años se pensaba y ofrecen virtualidades distintas a las del impreso (entre ellas, la selección de los destinatarios o la mayor clandestinidad).

El libro no insiste en el debate, un tanto estéril y superado, sobre si los orígenes del periodismo se vinculan más a un determinado modelo económico (el capitalismo) y un grupo social (la burguesía), o juegan en cambio un papel decisivo los intereses políticos de los poderes soberanos. Ambos elementos son importantes, pero todos los intentos de los reyes y gobernantes por servirse de los medios de comunicación en beneficio de sus intereses y controlar los escritos no fueron capaces de impedir la aparición de publicaciones contrarias. En este sentido, otra de las aportaciones es la superación de la idea de dos modelos: el francés, de periodismo muy dependiente del poder desde tiempos de Richelieu (al que se asimilaría el español), y el inglés, más libre. La realidad es mucho más contrastada, lo que lleva a los autores a contemplar los orígenes del periodismo en una perspectiva europea, considerando que presentan muchas más similitudes y coincidencias que diferencias entre las culturas nacionales.

Esta historia "común" es la que se plantea en el libro, lo no impide que la mayoría de sus trabajos se ocupen del caso español. Con todo, las referencias a otros modelos nacionales son constantes y hay además estudios centrados en Inglaterra (Joad Raymond) e Italia -especialmente el norte- (Mario Infelise), así como otro sobre el Portugal del siglo XVIII (André Belo) que se sale algo de la cronología del resto. El libro se cierra con una reflexión -esquemática- que pone en relación la prensa del barroco con la actual y sus problemas (Jaume Guillamet).

Los tres estudios dedicados a España muestran perspectivas o vías de acercamiento diversas, lo que prueba la riqueza y posibilidades del tema. El de Richard Kagan analiza las "plumas teñidas", como las llamó Gracián, puestas al servicio y pagadas por el poder en tiempos de Felipe IV -un caso similar al de la Francia del XVII, a la que se alude constantemente en el libro, pero que hubiera merecido un capítulo específico dada su relevancia. Ettinghausen explora las publicaciones que llama "prensa amarilla" (sobre desastres, crímenes, portentos...) de un periodo amplio que incluye los siglos XVI y XVII. Díaz Noci, por último, estudia la circulación de las noticias a partir de un hecho particular: el éxito que supuso para España la liberación del sitio de Fuenterrabía en 1638. En resumen, se trata de un buen libro, con especialistas destacados y una visión muy actual de los orígenes del periodismo.