Traducción de Javier Bueno. Ediciones del Viento. La Coruña, 2012. 275 páginas, 21 euros.

Autor de tan sólo dos libros, el presente y una biografía de uno de los personajes que aparecen en él (la del célebre cazador lituano Alexander Siemel, Tiger Man), Julian Duguid (Londres, 1902) pertenece a la tipología de escritores de viajes que prefiere obviar al máximo la experiencia paisajística y centrarse en la experiencia "aventurera" sazonándola con el suficiente material histórico. En ese sentido Duguid es un autor "perfectamente inglés" y su narración está casi más cerca de lo novelístico que de lo sentimental, o del "tedioso" diario de viaje .



El infierno verde es la crónica de un viaje peculiar. En 1929, el joven cónsul boliviano en Londres, Mamerto Urriolagoitia (a quien sus anglófonos compañeros bautizaron inmediatamente "Urrio" por incapacidad absoluta de pronunciar su nombre) recibió una comisión para explorar una parte de la región de El Chaco, en Bolivia. La compañía la componen el propio Duguid, como cronista; J.C.Mason, encargado de los documentos fílmicos, y Alexander Siemel (Tiger Man) que se unirá a ellos en El Chaco.



La idea original de la expedición era seguir las huellas del explorador español Ñuflo de Chávez, quien recorrió en 1557, desde Asunción y en compañía de "trescientos soldados, dos sacerdotes y cinco mujeres" ("para qué llevó a estas últimas nadie lo sabe") 700 millas del río Paraguay y llegó a tierra a orillas del lago Gaiga. Desde allí comenzó una delirante y épica expedición a lo largo de setecientas millas de selva impenetrable y, tras la deserción de los soldados, fundó la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.



La sombra de Ñuflo de Chávez está, de hecho, a lo largo de toda esta larga crónica boliviana de Duguid
, sombra no sólo de una edad perdida, sino de una naturaleza perdida, existe en el autor una especie de melancolía real por aquellos hombres que estaban hechos de otra pasta y que fueron capaces de cruzar la selva "sin seguridad para sentar el pie, sangrantes, sin saber nunca dónde estaría el siguiente charco de agua". La expedición de la que forma parte Duguid acaba siendo muy distinta.



Tal vez el mayor acierto de El infierno verde sea su falta de pretensión. Toda la narración de su pequeña epopeya está fundada en un casi literario desarrollo de sus personajes protagonistas. Mason, el hombre de la cámara, es un personaje fascinante, colérico, obsesionado con su película, sería capaz de dejar a un amigo al borde de la muerte con tal de obtener una imagen epatante. Urrio, el joven cónsul boliviano, es la perfecta encarnación de la diplomacia y el enigmático Siemel-Tiger Man, el sempiterno núcleo de la muda fascinación de todos.



La crónica completa al fin es un sencillo relato de aventuras, una entretenida crónica de cazadores, con todo lo que la caza tiene de viril en el sentido más clásico de la palabra y también de menos políticamente correcto.