Image: Un día difícil

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Ensayo

Un día difícil

Mark Owen

23 noviembre, 2012 01:00

La mansión de Abbottabad (Pakistán) donde se escondía Bin Laden

Traducción de Gonzalo García y Cecilia Belza. Crítica. Barcelona, 2012. 220 pp., 19'90 e.


A principios de este año, bajo una media luna en el este de Afganistán, me vi en un avión de transporte C-130 con varios comandos de las Fuerzas de Operaciones Especiales de EE.UU., tal vez SEAL de la Armada o tropas de asalto del Ejército. Los operarios, como les gusta denominarse, habían venido para realizar una misión, la habían concluido y regresaban a la base. Llevaban el pelo y la barba largos, y su mirada era muy dura. No sonreían ni hablaban entre ellos. Cuando el avión aterrizó, desaparecieron. En los 11 años transcurridos desde el 11-S, comandos de las Fuerzas de Operaciones Especiales como los SEAL o los soldados de asalto han hecho el trabajo sucio en las guerras estadounidenses.

Durante el día, puede que los soldados rasos intenten ganarse a las gentes del lugar con proyectos hídricos y nuevas escuelas, pero por la noche, los SEAL y los soldados de asalto, los rangers, irrumpen en las aldeas y matan y se llevan a líderes de las guerrillas. En Afganistán, los equipos de las Operaciones Especiales llevan a cabo misiones de ese tipo todas las noches: matan y capturan, matan y capturan, matan y capturan. Eso endurece mucho la mirada.

Pensaba en los hombres que volaban aquella noche en el C-130 mientras leía Un día difícil, el relato en primera persona sobre el ataque que acabó con la vida de Osama Bin Laden el año pasado. El autor, que escribe bajo el pseudónimo de Mark Owen (su verdadero nombre es Matt Bissonnette), era miembro de los SEAL 10 años antes de incorporarse a la misión. La redada en Abbottabad, Pakistán, es el eje de Un día difícil, y el relato es emocionante. En casi 300 páginas que constituyen las memorias de su vida como SEAL, Bissonnette no menciona un remordimiento de conciencia, apenas un momento de reflexión ni una punzada de arrepentimiento. Es una máquina de matar, pero una buena. Casi la mitad de Un día difícil está consagrada a su entrenamiento como SEAL y a varias misiones de muerte y captura en las que participó. Bissonnette, hijo de unos misioneros y criado en Alaska, es un espécimen físico casi perfecto, capaz de tolerar pruebas de fuerza y resistencia que destrozarían o incluso matarían a la mayoría.

Cuando, tras casi 10 años de búsqueda, los analistas de la CIA localizaron a Bin Laden en un recinto de Abbottabad, se llamó a los SEAL. Todos conocemos la historia: en el Gobierno de EE.UU. nadie sabía a ciencia cierta si Bin Laden se encontraba en el recinto, y el presidente Obama no confiaba en los líderes paquistaníes para pedirles ayuda. De modo que ordenó a los SEAL que se desplazaran al país y que mataran o capturaran a Bin Laden ellos mismos, sin pedir permiso a nadie, y luego salieran de allí. Podría haber sido un desastre. Aunque conocemos los elementos básicos de la historia, Bissonnette nos brinda un espléndido viaje. Este es un libro de detalles. Y, aunque muchos datos concretos - como las identidades de Bissonnette y de sus compañeros - no han sido incluidos, hay suficientes para dar vida a la misión.

Un día difícil es como un relato cinematográfico del asalto para matar a Bin Laden: tenemos la sensación de estar sentados en el Black Hawk mientras desciende en picado, observando a través de la neblina verdosa de las gafas de visión nocturna y subiendo las escaleras que conducen a la guarida de Bin Laden. No quiero echarles a perder el libro, pero permítanme mencionar algunos de los pormenores más gráficos del relato de Bissonnette. Primer detalle: todos sabemos que Obama realizó la llamada para enviar a los SEAL a Pakistán, y Bissonnette afirma que el equipo del presidente dejó muy poco al azar. Cuando todavía se encontraban en EE.UU., él y sus compañeros realizaron un ensayo general nocturno de la redada en una réplica de la casa ante el equipo de seguridad nacional del presidente. Mientras Bissonnette y los SEAL se deslizaban por cuerdas e irrumpían en la falsa casa, miembros de la Administración como Mike Mullen, jefe de la Junta del Estado Mayor, observaban con unas gafas de visión nocturna.

Segundo detalle: puede que los jefes del espionaje estadounidenses no estuviesen completamente seguros de que Bin Laden se encontrara en el interior del recinto de Abbottabad, pero es increíble lo familiarizados que estaban con el lugar. Antes del asalto, Bissonnette hizo una pregunta a uno de los miembros de los servicios secretos sobre una de las numerosas puertas que los comandos tendrían que franquear y obtuvo respuesta de inmediato: la puerta es metálica y se abre hacia fuera.

Tercer detalle: muchos informaron de que uno de los helicópteros Black Hawk que transportaron a los SEAL a Abbottabad sufrió una avería y tuvo que ser destruido en el lugar de los hechos. Bissonnette describe lo cerca que estuvieron los SEAL del desastre. Al parecer, en los segundos previos al inicio de la incursión, el piloto perdió el control del Black Hawk que llevaba a Bissonnette y a otros y estuvo a punto de caer. El piloto enderezó el helicóptero justo cuando tomaba tierra, y la cola impactó contra el muro del recinto. ¿Se imaginan que el Black Hawk se hubiera estrellado?

Cuarto: Bissonnette deja claro que los SEAL debían estar al menos abiertos a la posibilidad de capturar a Bin Laden. Es difícil concebir que eso hubiera podido ocurrir, teniendo en cuenta la agresividad de los SEAL. En cualquier caso, después de que el primer comando disparara contra Bin Laden, este seguía con vida, retorciéndose en el suelo. Muchas balas después, estaba muerto. Quinto: Bissonnette nos presenta a una analista de la CIA a la que llama Jen, que había buscado a Bin Laden día y noche durante cinco años. Cuando vio por fin su cuerpo acribillado a balazos sobre el asfalto, no se alegró. Por el contrario, se echó a llorar, embargada por la emoción.

A Bissonnette parece molestarle el hecho de que Obama se atribuyera el mérito del ataque. "Las autoridades de Washington D.C. observaban tranquilamente la acción en un monitor a miles de kilómetros de distancia". Esta es la crítica de un guerrero que no aprecia demasiado lo que verdaderamente representa su país, como por ejemplo esa turbia cosa denominada política democrática. A fin de cuentas, él es solo una máquina de matar.