Libros del KO, 2012. 120 páginas. 14'90 euros.



La microbiografía de personajes históricos poco importantes no parece a priori un género capaz de atraer a montones de lectores. Ellos se lo pierden porque hasta el más minúsculo personaje tiene una historia que contar y, cuando esa historia utiliza como vía de transmisión la excepcional pluma de Álex Ayala Ugarte (Vitoria, 1976), no podrás dejar ni una migaja en el plato tras un sabroso almuerzo lector. Ayala Ugarte, mitad español, mitad boliviano, se presenta como cronista y tartamudo, pero es además premio Nacional de Periodismo en Bolivia, donde vive, y su pulso narrativo ha sido elogiado por Jon Lee Anderson o Fernando Molina.



En Los mercaderes del Ché nos topamos con "las grandes hazañas de minúsculos personajes" como la historia de los concienzudos custodios de la estatua de John Lennon en la Habana o la de los habitantes de Medellín y sus recuerdos del narcotraficante Pablo Escobar. Como los de Camilo Andrés Jaramillo, de la Funeraria, que llegó a embalsamar en los peores años hasta 40 cadáveres al día. Conoceremos también las andanzas de Sillerico, el sastre que viste a Evo Morales, a don Jacinto López, el maravilloso contador y bolero de Mituqije o a Víctor Hugo Viscarra, el entrañable rufián que aseguraba a sus amigos que si pasaba de los cincuenta "nacionalizaría su revólver para pegarse un tiro" y al que al final se lo llevaron la neumonía y la cirrosis. Brindan estas microbíos toda una estupenda sorpresa urdida a medias entre una pluma de pulso y garra y una notable minuciosidad documental. Ejemplo de todo ello es la pieza que da título al libro, "Los mercaderes del Ché", en la que Ayala Ugarte da voz a la enfermera que lavó el cadáver del guerrillero y ahora coordina en Bolivia, con pingües beneficios, la muy turística "Ruta del Ché".