Image: Las islas del lujo. Productos exóticos, nuevos consumos y cultura económica europea, 1650-1800

Image: Las islas del lujo. Productos exóticos, nuevos consumos y cultura económica europea, 1650-1800

Ensayo

Las islas del lujo. Productos exóticos, nuevos consumos y cultura económica europea, 1650-1800

Marcello Carmagnani

21 diciembre, 2012 01:00

El cambista y su mujer, de Marinus Claeszoon van Reymerswaele (1539)

Traducción de V. Ciao y E. Llorente. Marcial Pons. 310 páginas. 30 e.


La complejidad del título da una primera idea de los muchos elementos que forman parte del libro de Marcello Carmagnani (Verona, 1940), antiguo profesor de Historia de América Latina de la Universidad de Turín, actualmente en el prestigioso Colegio de México. Su primera intención fue investigar la difusión del café y el té entre los europeos pero, a partir de tales bebidas, pasó a interesarse por cinco productos extraeuropeos (tejidos de algodón, té, azúcar, café y tabaco) que comienzan a difundirse por toda Europa desde mediados del siglo XVII.

Tales son las que llama impropiamente "nuevas especias" -entre las que incluye, aunque no estudia, el cacao- para distinguirlas de las antiguas que vienen del Nuevo Mundo ya desde el siglo XVI (pimienta, nuez moscada o clavo). Usando la terminología de Ralph Davis, habla de una revolución comercial que se produce desde finales del siglo XVII en Holanda, Inglaterra y en menor medida en Francia, y en la que las importaciones procedentes de zonas no europeas y su reexportación posterior jugaron un papel decisivo.

Tal revolución comercial es el primero de los dos ejes del libro; el otro, la revolución del consumo, que hizo posible el que estos artículos llegasen a amplias capas de la población, lo que explica su amplio mercado y el fuerte crecimiento de la actividad mercantil a que dieron lugar. Vaya por delante mi reticencia a utilizar con alegría el concepto de revolución para caracterizar cualquier cambio importante, sea en las formas de hacer la guerra, en la demografía, el comercio o el consumo. La única revolución económica de la Edad Moderna tiene su inicio al final de esta y es la revolución industrial, cuyas consecuencias cambiaron el mundo en profundidad y de forma duradera.

Con independencia de ello, el libro de Carmagnani tiene una sólida base de historia económica y, aparte del análisis particularizado de cada uno de los cinco productos que le interesan, realiza un exhaustivo estudio del pensamiento económico de buen número de autores de la época en que nace la ciencia económica tal como hoy la conocemos -economía política como se llamaba entonces. Se centra sobre todo en la valoración que los mismos hacen del comercio y va desde autores de finales del XVII y comienzos del XVIII hasta la culminación del pensamiento favorable a la libertad del comercio con Adam Smith. En su opinión -aunque muchos de tales autores que llama "comercialistas" pudieran considerarse mercantilistas, habida cuenta de la amplia extensión de dicho término- una de las claves sobre las que se basó esa "revolución comercial" fue la crítica al mercantilismo, a su obsesión por la balanza de pagos y la subordinación que implicaba de la economía a la política. En el nuevo sistema que comienza a surgir, el comercio se convierte en el nexo de unión entre política y economía y aquella se pone al servicio de esta en beneficio de la nación.

Otro punto importante es el análisis que hace de la polémica sobre el lujo, y la aportación de los pensadores económicos de la época a la liberalización del consumo, imprescindible para la aparición de ese consumo moderno que se percibe ya en ciertos países a finales del periodo estudiado. Frente a las viejas pragmáticas contra el lujo que partían de consideraciones morales y lo restringían a los privilegiados, la consideración estrictamente económica del lujo supuso un avance enorme, vinculado a una amplia serie de transformaciones económicas, pero también sociales, culturales y mentales.

Estamos ante un estudio de historia de la economía, en el que abundan los cuadros, tablas y datos estadísticos -de indudable valor e interés-, pero en el que se echa en falta una dedicación mayor a los aspectos culturales y literarios -e incluso sociales- vinculados a la difusión de productos como el café, el té, el azúcar, el algodón y el tabaco, que hubieran contrarrestado la aspereza de un cuantitativismo tal vez excesivo, y aliviado al tiempo la lectura.