Fuerzas francesas combatiendo a los rebeldes haitianos (1801-1804)

Biblioteca Nueva/CSIC, 2013. 281 páginas. 16 euros



Si bien las celebraciones de los bicentenarios de las independencias de las repúblicas latinoamericanas han pasado, todavía queda por emerger bastante de la actividad académica generada para la ocasión. En los últimos años hemos tenido una nutrida prueba de creatividad editorial y ahora, este libro, como algunos otros aparecidos en fechas recientes, es la mejor evidencia de la vitalidad del fenómeno.



Una de las cuestiones capitales de buena parte de los estudios motivados por las independencias era la definición de lo ocurrido. Pese a que había, y sigue habiendo, un consenso bastante extendido en torno al carácter revolucionario de las independencias, y que éstas estaban directamente vinculadas a la coyuntura revolucionaria atlántica, eran muy pocos los que se detenían a definir de qué revolución estábamos hablando.



En el libro aquí reseñado se apunta a que los cambios económicos o sociales no fueron profundos, pero ciertas contribuciones se quedan a mitad de camino a la hora de señalar el carácter político de las principales transformaciones, como pudo ser el cambio de régimen (paso de monarquía a república), la transición de súbditos a ciudadanos o la construcción de un orden electoral y, por ende, democrático. En definitiva, que si las independencias fueron revoluciones estas revoluciones fueron políticas.



Es verdad que las preocupaciones de los colaboradores de la obra son otras y que éstas se vinculan con lo que llaman la "filosofía política". En algún otro momento se podría hablar de historia de las ideas o, simplemente, de ideologías. Pero, en la medida que esa filosofía política se aísla de la historia es donde comienzan los problemas. Esto emerge con claridad, por ejemplo, a la hora de valorar la independencia de Haití. Como bien señala su autor, Juan Francisco Martínez Peria, se trató del primer proceso emancipador y el más radical de lo que hoy es América Latina. Sin embargo, es complicado afirmar que no se le dio el reconocimiento debido a cuestiones eurocéntricas, al ser protagonizado por esclavos negros.



En realidad, la primera pregunta que hay que formular es quiénes no reconocieron los méritos o padecimientos del proceso. La respuesta puede apuntar a quienes los sufrieron directamente, muchos de los cuales se exiliaron en Cuba, o a los libertadores y su discurso anticolonial. Lo ocurrido en Haití influyó directamente en los procesos emancipadores, especialmente allí donde la concentración indígena era mayor (casos de México y Perú), precisamente por el efecto contagio que podía tener en otras regiones del continente y de ahí la valoración efectuada. Y este hecho fue precisamente el que influyó en la mala prensa de la independencia haitiana.



Hay en muchos de los artículos del libro una tendencia a rastrear los efectos del pensamiento emancipador más atrás de la coyuntura independentista. No se trata sólo de ver el impacto de Francisco de Miranda, sino de incursionar en pasados más remotos, como el de los Comentarios Reales, del Inca Garcilaso, o incluso en el pensamiento de Bartolomé de las Casas y en el desarrollo de un republicanismo español avant la lettre. En numerosos pasajes del libro algunos de los autores pierden de vista dos hechos fundamentales del proceso emancipador y que han sido revalorizados por recientes investigaciones: 1) la quiebra de los lazos coloniales no se entiende si desconocemos lo ocurrido de forma simultánea y sucesiva a ambas orillas del Atlántico y 2) la independencia fue un proceso histórico acelerado con cambios constantes que influyeron de un modo determinante en cada una de sus etapas.



De este modo, no se pueden abordar las independencias como si su resultado (territorial, político, económico o social) ya estuviera escrito y definido a comienzos del siglo XIX, sino todo lo contrario. Las independencias se fueron haciendo paso a paso, con marchas y contramarchas, incluso desde la perspectiva ideológica. Por otra parte, si se insiste demasiado en describirla como un fenómeno eminentemente criollo, o como un enfrentamiento entre criollos y peninsulares, corremos el riesgo de entender muy poco de lo que realmente ocurrió.