Image: En busca de las fuentes del Nilo

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Ensayo

En busca de las fuentes del Nilo

Tim Jeal

15 marzo, 2013 01:00

Ilustración decimonónica del encuentro entre Stanley y Livingstone

Traducción de Teófilo de Loyola y Juan Rabasseda. Crítica. Barcelona, 2012. 632 páginas, 34 euros


Puede que muchas de las historias que componen este fantástico volumen de Tim Jeal sobre el descubrimiento de las fuentes del Nilo hayan sido contadas con anterioridad y que si uno es aficionado a la literatura de viajes haya leído en más de una ocasión las aventuras del final de la vida del doctor Livingstone, o las peleas entre Burton y Speke, pero me atrevo a afirmar que muy pocas o ninguna lo habrá hecho con la fascinación con lo que lo hará aquí. El de las fuentes del Nilo fue un tema de moda de la literatura de viajes. Hace cincuenta años el historiador Alan Moorehead parecía haber escrito el libro canónico sobre el asunto, El Niño blanco. Desde aquella obra monumental no había habido ningún intento de abordar de nuevo el tema, pero Tim Jeal no sólo se ha atrevido a hacerlo sino que ha superado a su predecesor con una honestidad aplastante y con una herramienta de investigación esencial: la de no repetir datos que no han sido contrastados y no tomar por indiscutiblemente válidos los retratos de todos esos exploradores que se han ido acumulando a lo largo de más de cien años de investigaciones. Han sido tan repetidos que a ratos da la sensación de que se hayan acartonado en una versión hagiográfica de su valor.

Tim Jeal es la enésima demostración de que la virtud esencial del buen investigador es el sentido común (el menos común de los sentidos) y el talento para conectar causalmente sucesos aparentemente disparejos; el resultado es una maravilla de libro en el que los rostros de exploradores tan célebres como Grant, Baker, Florence Sass, Livingston, Stanley, Burton y Speke recuperan la vida que les faltaba, dudan, se enamoran, se traicionan unos a otros, sufren celos o son misteriosamente agradecidos. La empatía psicológica de Tim Jeal le convierte en un autor particularmente extraordinario, y su manera de disponer textos extraídos de sus investigaciones en una estructura narrativa eficazmente articulada en un escritor que parece haber aprendido las estrategias del género, más que de la academia, de las novelas de aventuras pero sin perder ni un ápice de su rigurosidad.

El tema de las fuentes del Nilo es, antes que nada, un verdadero puzzle académico porque el interés se remonta a Alejandro Magno, que fue el primero en enviar una expedición para averiguar la causa de las misteriosas crecidas del Nilo. El asunto tardaría en realidad, y literalmente, milenios en resolverse. El libro de Tim Jeal elude las investigaciones previas a Livingstone y se centra en la época en la que se produjo aquella carrera privada entre los exploradores más importantes del siglo diecinueve. Los motivos no eran todavía abiertamente políticos, sino más bien religiosos (en el caso de Livingstone), patrióticos o estrictamente personales. Tim Jeal se revela como un investigador particularmente dotado para indagar en las intenciones privadas de unos exploradores que en no pocos casos (y bajo pretexto de instaurar la civilización) iban huyendo de esa misma civilización que pretendían instaurar y que les asfixiaba, porque tenían un corazón antisocial. El viajero angloafricano de esa época (por utilizar las palabras de Burton) a finales del siglo diecinueve es "un profesional que tiene demasiado trabajo, se espera de él que revise y observe, que registre datos meteorológicos y trigonométricos, que cace y diseque pájaros, que recoja muestras geológicas, que haga avanzar los estudios en pañales de la antropología, que haga dibujos y que encima escriba un diario extenso y legible". La realidad en la que aquellos excéntricos expedicionarios consiguieron integrar todas aquellas peticiones y en las que supieron aprovecharse de una sociedad de la que en realidad escapaban es el punto central y el privilegio de este libro fascinante de Tim Jeal. Toda una escuela sobre cómo ha de escribirse la narrativa académica de viajes sin perder ni el placer, ni el rigor.