Ensayo

Nietzsche y lo trágico

Eugenio Fernández García, (ed).

5 abril, 2013 02:00

Nietzsche. Retrato de Álvaro Delgado

Madrid, Trotta, 2012. 230 páginas, 16 euros

Entre finales de los 60 y la primera mitad de la siguiente década del pasado siglo Nietzsche fue uno de los autores más influyentes en un grupo de "jóvenes filósofos" llamados a jugar un importante papel en la transformación del campo filosófico español entonces en curso. Iconoclastas, radicales, alternativos, apóstoles de una intensa revolución de la vida cotidiana de aspiraciones más o menos libertarias y afectos, en general, a cuanto pudiera parecer "contracultural", pronto fueron conocidos como los "neonietzscheanos" de la generación entonces emergente. Sus nombres -de Trías a Savater y de Gómez Pin a Escohotado, entre otros- no tardaron mucho en hacerse famosos. Luego, y como suele ocurrir, las aguas fueron calmándose. Y las heterodoxias, diluyéndose. Aquel fue, en cualquier caso, un Nietzsche antiacadémico, "izquierdista", si es que tal cosa tiene sentido, y, desde luego, muy "francés", o lo que es igual, muy mediado por la lectura que del inquietante pensador alemán habían hecho autores estelares del momento como Bataille, Klossovski, Deleuze o Foucault.

Los trabajos, sabiamente compilados por Eugenio Fernández, que integran este excelente volumen, se unen a otros que vienen revelando cuánto han cambiado las cosas en los últimos años en la cultura española en lo que afecta a Nietzsche. El pensador alemán es hoy, en efecto, un valor sólido y bien asentado en nuestro mundo académico. Ya no hay que recurrir a Ovejero y Mauri para leerlo en español. Nuevas versiones de sus escritos, incluidos los famosos póstumos, todas ellas de gran calidad, mal que le pese a algún purista, lo hacen innecesario. Y el número de monografías que le vienen siendo dedicadas por jóvenes estudiosos, que nos devuelven un Nietzsche distinto, más sólido y mejor contextualizado, sorprende por su cantidad y su calidad. El eje de esta nueva aportación se identifica con un análisis de lo trágico desarollado desde muy diversas perspectivas: desde la marcada por la propia noción de la tragedia y de lo trágico a la que lo está por la presencia de lo sagrado en el universo trágico nietzscheano o la influencia de este en la literatura, el arte y la política de su época -"la época de Nietzsche". Sin olvidar la centrada en el sentido del juego en su filosofía o la relevancia en ella de nociones tan centrales de la tradición como las de verdad e interpretación. Y sobrevolándolas todas, la que apunta a la vida, que es, como algunos han subrayado, la vida de un ser que no es lo que es y es lo que no es. Y que es, precisamente por eso, trágica.

Al igual que Esquilo o Eurípides, Sófocles iluminó tempranamente la esencia de lo trágico, encarnándola en un sujeto paradigmático, "para despertar y mantener la compasión y la indignación, el miedo y el rechazo de su público", como apuntaría Hume. Y lo hizo al hilo del conflicto entre la ley de la ciudad y la ley de la familia. O lo que es igual, entre lo que la ciudad ordena y lo que la piedad filial -la ley del corazón- ordena. Antífona, inocente y sin merecerlo, consumaría, de la mano y por obra de Sófocles, un destino trágico. Y dejaría para la posteridad el testimonio de una muy particular vivencia de lo trágico, de esa constante abrasadora que la filosofía ha intentado pensar una y otra vez, pensando así la materia última de la vida vivida, que como bien supieron Hölderlin, Schopenhauer, Leopardo o Nietzsche es el abrasado lugar de un desajuste radical, irresoluble, propiamente "metafísico",como el que en Cernuda se abre entre la realidad y el deseo.

Como no dejan de recordar los autores de este excelente volumen, la filosofía ha intentado, en efecto, llegar a las entrañas de la tragedia. Y no sólo en el inagotable coloquio del pensar con el poetizar tras las huellas de lo impensado que oficia en su hondón, sino en la búsqueda también de una luz algo más sustantiva sobre sus propias raíces culturales, que es como decir históricas y vitales. Cada momento histórico hace suya, con todo, esa constante abrasadora de un modo distinto. Frente al tardío invento de la "serenidad griega", de la plácida armonía del orden racionalista clásico, tan del gusto, como suele decirse, del olimpismo goethiano, Nietzsche invitó a pensar la tensión de fuerzas contrarias que, juntamente contrapesadas, componían, en violenta trabazón, el trasfondo vital y la esencia misma de aquella sabiduría trágica: Apolo y Dionisos, la mesura y el exceso, las verdades y la Verdad, Roma y la India… Y al hacerlo ensayó, con gesto audaz, una autocrítica de la cultura occidental que ha determinado buena parte de la reflexión crítico-filosófica del siglo XX. De todo ello informa cumplidamente, con originalidad y pasión este libro, cuya lectura recomendamos vivamente.