Ensayo

La batalla de Gibraltar

Actas. Madrid, 2013.

19 abril, 2013 02:00

Actas. Madrid, 2013. 354 páginas, 26 euros


José María Carrascal (El Vellón, Madrid,1930) pertenece a una estirpe de grandes periodistas españoles del siglo XX. Baste con decir que es uno de los grandes de nuestro periodismo actual, en el que sigue presente después de una brillantísima ejecutoria de más de medio siglo. Ahora ha volcado su atención sobre el problema persistente de Gibraltar en el que Carrascal ve un claro síntoma de la fragilidad de las mismas instituciones políticas españolas. "Hasta que no recuperemos Gibraltar -dirá en un pasaje de este libro- no seremos un país realmente moderno".

El libro se desarrolla al hilo de la experiencia del autor como corresponsal y tiene uno de sus momentos álgido en el debate que tuvo lugar, en los últimos meses de 1967, dentro del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, que es el punto de arranque del libro. En todo caso, el hilo narrativo del autor toma consistencia a partir del nombramiento de Castiella como ministro de Asuntos Exteriores, en febrero de 1957. Sucedía éste a Martín Artajo y mantuvo la decisión española de cerrar la verja y limitar la entrada de visitantes a la colonia.

Carrascal sitúa esas decisiones en el contexto de un prolongado contencioso al que dedica un capítulo inicial en el que traza sus antecedentes históricos, basándose, sobre todo, en los trabajos del general José Uxó Palasí y del coronel Arturo Vinuesa, a los que añade algún título de la publicística anglosajona, tal como se indica en la nota bibliográfica que se incluye al final del libro.

En cuanto al núcleo del libro, Carrascal desmenuza, con tanto detalle como nervio narrativo, la batalla diplomática que se había iniciado en la ONU en septiembre de 1963 y tendría un complicado desarrollo que el autor sintetiza con la contraposición de las ideas de ganancia y pérdida en relación con las demandas españolas. A partir de entonces, y con los cambios políticos que se sucedieron a partir de 1975, la posición española ha distado de ser consistente y, lo que se ha traducido en el nulo progreso de la secular reivindicación española y la continuación de las tensiones. La visita de los condes de Wesex a Gibraltar en junio pasado y la que, pocos días después, hizo el rey Juan Carlos a Algeciras son un claro ejemplo de la persistencia de ese tenso clima.

Ahora la situación no parece haberse alterado y, en el epílogo provisional que nos ofrece Carrascal, el autor aconseja una política de firmeza, especialmente contra las ventajas que obtienen los gibraltareños de su condición de paraíso fiscal. Una política que, a la vista de experiencias pasadas, pocos podrían asegurar que vaya a seguirse decididamente. El tiempo dirá.