Baghreria
Dacia Maraini
3 mayo, 2013 02:00Dacia Maraini se pregunta, al comienzo de este libro y con un asombro maravilloso, una de las preguntas más emocionantes que he visto en ningún arranque de una narración: "¿Cómo he tardado yo tanto en escribir este libro?" La pregunta no es un reproche, sino una sorpresa. El viaje que se narra aquí es el de una niña que llega a Sicilia en 1947 procedente de Japón y tras una larga estancia en un campo de concentración con su familia. El regreso a la patria se produce precisamente en esa casa familiar de Bagheria, una pequeña localidad siciliana próxima a Palermo.
Creo que no hay ni uno solo de los episodios (sentimentales) narrados en este libro que no pueda anticipar el lector de algún modo: el despertar sexual, la relación con los padres, las hermanas, el amigo de la familia que intenta seducir a la niña (algunos de los episodios casi constituyen escenas costumbristas)... y sin embargo Maraini tiene el mismo encanto hipnótico de Ginzburg, uno quisiera leer una y otra vez (y sin descanso) ese tipo de cosas que ya cree saber, en parte porque no las sabe tanto como sospechaba, y en parte porque leerla es confirmar de una manera íntima y emocionada el amor que tenemos a esos episodios en nuestras propias vidas. La materia con la que trabaja Maraini es tan convincente no porque uno casi pueda sentir el calor de Sicilia o ese tipo de cursilerías que suelen decirse, sino porque trabaja con una matera tan auténtica que no se puede juzgar en términos estrictamente literarios. Sobra decir que no se leen cuatro páginas de este pequeño libro misceláneo sin que salte a los ojos una comparación asombrosa. Es particularmente memorable todo lo que tiene que ver con la relación con su padre, valga como muestra tres líneas para que el lector aprecie la "temperatura" del libro: "Lo he amado mucho a este padre mío, más de lo que es lícito amar a un padre, con una consunción dolorosa, como anticipando en mi corazón la distancia que luego nos habría de separar, previendo su vejez, imaginando su muerte".
Bagheria, más que un lugar, acaba siendo en cierto modo un especio cerebral, una categoría vacía a pesar de los intentos de la autora (sin duda la parte menos reseñable del libro) de hacer también una pequeña crónica de la ciudad. Y sin embargo cuando se cierran las páginas de este libro uno tiene la certera sensación de haber asistido a un viaje, un viaje inmóvil.